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Día a día se aviva la actualidad del macroinforme de Mario Draghi titulado 'El futuro de la competitividad europea'. Algunas voces invocan el documento del ... expresidente del Banco Central Europeo para promover acciones contrarias o tangenciales a la idea de su autor. Pero la tesis indiscutible es que, para enmendar el ostracismo crónico del bloque europeo, debe producirse una decisión similar a la de la mutualización de la deuda aprobada por Bruselas en 2020 para financiar el programa de NextGenerationEU, de más de 140.000 millones de euros, que tuvo como objeto paliar los estragos de la crisis covid. Precisamos una terapia idéntica para abordar sin titubeos los retos evidenciados por la raquítica productividad de la Unión Europea (UE).
El informe de Draghi demuestra que, sin una inversión significativa y acelerada, Europa podría enfrentarse a un deterioro irreversible en su competitividad. El análisis identifica desafíos surgidos en sectores críticos, que podrían resumirse en los de alta tecnología y de transición ecológica. Por ahora, la alarma del financiero italiano solo ha roto con la habitual retórica optimista de la UE. El déficit de la inversión europea deberá cubrirse a toda costa -'whatever it takes', lo indispensable -con una dotación de 800.000 millones de euros anuales, equivalente a cinco puntos porcentuales de su PIB-. Para valorar estas magnitudes, recordaremos que el Plan Marshall representó algo menos del dos por ciento del PIB europeo de la posguerra.
El informe propone dos líneas básicas de acción, para superar las carencias certificadas. La primera, la unificación de los mercados de capitales para canalizar inversiones hacia las empresas más innovadoras, tomando como modelo las experiencias de Estados Unidos. En la segunda y principal, Draghi señala la inexcusable intervención de la financiación pública mancomunada, argumentando que una inversión de la cuantía que el retraso europeo reclama requiere del pulmón financiero del sector público, así como de su liderazgo y ejemplaridad, una idea que ocupa la centralidad del pensamiento de otra gran innovadora: Mariana Mazzucato.
A pesar de la vehemente urgencia que el informe proclama, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha desmentido cualquier posibilidad de estudiar la emisión de nueva deuda mancomunada. La UE ha descartado considerar una repetición del plan NextGenerationEU, concediendo a éste el rango de 'excepción'. La razón fundamental de la negativa esgrimida reside en que para los llamados países 'frugales' encabezados por Alemania, la emisión mutualizada de deuda sigue siendo un tema tabú.
Para atender las graníticas recomendaciones realizadas por Draghi, Von der Leyen ha confiado en un apoyo limitado del Banco Europeo de Inversiones y en la futura ampliación del marco financiero de 2028 a 2034. Lo cual se traduce en cifras manifiestamente insuficientes, ya que el presupuesto de la UE está limitado al uno por ciento de su PIB. Ya se ha referido anteriormente que cualquier asignación a nuevas inversiones por debajo del 5 por ciento, resultaría corta para cubrir los déficits señalados.
Alternativamente, crece el debate sobre la flexibilización de las normativas de ayudas estatales, como se hizo durante la pandemia, para facilitar un mayor apoyo nacional a la innovación. Pero la idea no tiene visos de prosperar, ya que no sería simétrica, y beneficiaría a los países más ricos, aumentando las desigualdades existentes en la UE.
Finalmente, el informe de Draghi también viene siendo utilizado como coartada para una campaña de desregulación que situaría la drástica reducción de la burocracia en una medida por fomentar la innovación. Aunque el exceso de regulación es un obstáculo, y por tanto criticable, la desregulación total solo conduciría a la anarquía.
En resumen, la falta de consenso para emitir nueva deuda común condenaría a la Unión Europea a una representación geopolítica de segundo orden en el mundo y a un modelo productivo progresivamente insuficiente de cara a las exigencias de la transición digital.
Más aún: de incumplirse el macroprograma de inversiones, Draghi advierte del raquítico crecimiento de la productividad y de la renta que podrían comprometer el estado del bienestar en una Europa cada vez más longeva.
Y una circunstancia adicional: Europa ya no puede confiar en su aliado histórico y tendrá que multiplicar el gasto militar en un tiempo récord. La apelación a la deuda mancomunada, para financiar otro apremiante proyecto común, sale reforzada.
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