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La impureza de los universales (1997)

1997, Revista Internacional de filosofía política 10, Madrid, pp. 46-69.

Abstract

La universalidad no es un tema popular dentro del pensamiento posfundamento. El debate sobre la posmodemidad, en especial en el marco de los estudios sobre la cultura, nos hizo sospechar acerca del imperialismo de los grandes relatos de la Ilustración. La crítica de los discursos totalizantes y la simultánea reivindicación del particularismo trajo como consecuencia el desprestigio de los universales. Éstos se volvieron sospechosos de ser cómplices de las tradiciones intelectuales que subordinaban la diferencia a la uniformidad en nombre de la Historia, la Razón, el Orden o lo que se quiera. El efecto general de esta crítica fue hacemos más sensibles a la micropolítica, la particularidad y el derecho a ser diferentes. Estos temas desempeñaron un papel clave en la configuración del imaginario de los nuevos movimientos sociales y de lo que se conoce como «política de la identidad» o «política de la diferencia» {identity politics). También contribuyeron a reubicar el pensamiento progresista fuera de su paradigma político marxista y Estado-céntrico. El presupuesto implícito era que la activación general de la sociedad civil con el surgimiento de movimientos sociales e identidades culturales daría como resultado la profundización del pluralismo y la tolerancia. Esta creencia en el potencial emancipatorio de las diferencias convirtió la crítica del universalismo y la afirmación política del particularismo en un imperativo programático. El reverso de esta perspectiva optimista es que el apoyo incondicional a lo diferente también puede dar pie a una cacofonía de grupos intransigentes. La defensa de lo diferente se convierte entonces en una inversión simétrica de la metafísica de la totalidad. Como señalan Laclau y Mouffe, se puede empezar con una crítica al «esencialismo de la totalidad» y terminar con un «esencialismo de los elementos» igualmente ilegítimo.'