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2022
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En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Navega mar adentro, y echen las redes.» Simón le respondió: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes.» Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador.» El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres.» Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron. Reflexión Simón y sus compañeros habían pescado toda la noche sin sacar nada. Ya estaban limpiando las redes en la costa, cansados y defraudados, cuando Jesús les manda ir mar adentro y echar las redes al agua nuevamente. Seguramente no eran muchas las ganas que tenía Pedro de cumplir con el pedido del Señor. Pero la mirada de Jesús, el modo imperativo pero amable de sus palabras, llevaron a Pedro a embarcarse de nuevo. + Lucas 6, 6-11 Un sábado, entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si curaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué acusarlo. Pero Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y quédate de pie delante de todos.» Él se levantó y permaneció de pie. Luego les dijo: «Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?» Y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: «Extiende tu mano.» El la extendió y su mano quedó curada. Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús. Reflexión Jesús entró «otro sábado» en la sinagoga. ¡Sí!, «otro» sábado. Este evangelio señala la costumbre de Jesús. Su fidelidad cada sábado, en asistir al oficio religioso. El Señor nos enseña a cada uno de nosotros, la necesidad de ser fieles a la oración, de ser fieles en la concurrencia a misa. Jesús, fue respetuoso de las tradiciones religiosas, de la necesidad de reunirse para alabar a Dios. Y en la sinagoga había un hombre con un brazo paralizado. Y Jesús, sin que el hombre se lo pida, «lo cura». Lo cura un sábado. Jesús descubre «la necesidad» del hombre. Y los fariseos se pusieron furiosos. Para ellos el descanso obligatorio del sábado para dar Gloria a Dios, era lo más importante. Y Jesús, no viene a discutir ese sentido de la Gloria de Dios; pero, en lugar de considerarla como una mera observancia legalista, va hasta el fondo de la razón que justifica el sábado; entiende que la Gloria de Dios es
2022
Pedro le dijo a Jesús: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.»
2022
Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Chozas. Cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver. Algunos de Jerusalén decían: «¿No es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren como habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es.» Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: «¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió.» Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora. Reflexión A lo largo de este capítulo del Evangelio de San Juan se ponen repetidamente de manifiesto las dudas y el desconcierto de los judíos hacia Jesús. Discuten entre ellos si Jesús es el Mesías, o un profeta, o un impostor. No pueden explicar de dónde le viene su sabiduría. A pesar de todas las señales que han visto, de que han presenciado sus milagros y han escuchado su doctrina, se resisten a creer en el Señor, porque muchos de ellos conocen a Jesús desde su infancia, y saben que era el hijo de José y de María, que había vivido en Nazaret Hay ciertas cosas que se captan por los sentidos: son las cosas materiales. Otras se conocen por la razón: son las cosas racionales. Pero las cosas del Espíritu solamente se alcanzan por la fe y con la fe. Los judíos del Evangelio no llegan a reconocer a Jesús como el verdadero Mesías, porque les falta la fe. Careciendo de ella, caemos en un abismo de tinieblas y errores. Las palabras de Jesús llevan consigo las exigencias de una conversión moral, que los judíos no querían aceptar y a las que se cerraban, no sin falta de culpa de su parte.
2022
Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.
2021
tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos. Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. De muchos salían demonios, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado.» Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: «Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.»
(22 ª Semana. Tiempo Ordinario) + Lucas 14, 1. 7-14 Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: «Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: «Déjale el sitio», y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: «Amigo, acércate más», y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.» Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!» Reflexión La primera Lectura de la misa de hoy, en el libro del Eclesiástico, dice que debemos realizar las obras con modestia. Cuanto más grande es la realización que hace el hombre, mayor debe ser su humildad. No sirven las mejores acciones si van a producir orgullos vanos o pedantería, en relación a los demás. Y en el Evangelio, Jesús quiere transmitirnos a cada uno de nosotros, las actitudes interiores de vida que deben tener los cristianos. En este pasaje se nos muestra que el cristiano debe ser humilde. Humilde es quien se mantiene a nivel de humus, es decir de la tierra. Por eso la persona humilde sale al encuentro de los demás, de igual a igual. Es capaz de aceptar de otro una ayuda con toda sencillez, y de brindarla con naturalidad. Es la humildad la que hace posible el amor a en la familia. Entre los esposos, es la humildad la que nos lleva a buscar el gusto del otro y a promover su crecimiento. En la Iglesia, es la humildad de sus miembros, la que edifica. Cristo se humilló a sí mismo hasta la muerte de cruz. Y el cristiano, lleno de los sentimientos de Cristo, es capaz de reconocer en todos los hombres algún grado de presencia de Dios. La humildad es necesaria para la construcción de la sociedad. Cuando cada uno reconoce sus propios errores y limitaciones, entonces no se vuelve prepotente y orgulloso. Y cuando no nos sintamos superiores a los demás, entonces seremos capaces de construir una sociedad más justa y fraterna. No se trata de nivelar todo. En una sociedad debe haber múltiples funciones: debe haber dirigentes y empleados, arquitectos y albañiles, gobernantes y gobernados. Pero no porque uno ocupe un cargo más alto en la sociedad, tiene también mayor dignidad como persona. Todos tenemos la misma dignidad. En el pasaje del Evangelio se cuenta que Jesús entró a cenar en casa de uno de los principales fariseos. Jesús denunció muchas veces la arrogancia y la hipocresía de muchos miembros de este grupo religioso. Pero la crítica de Jesús no caía de ninguna manera sobre todos los fariseos. Más aún, muchos fariseos atacaban a los fariseos hipócritas con la misma severidad con que lo hacía Jesús. La parábola presenta dos actitudes posibles entre los que aceptan la invitación a participar en la fiesta del Reino de Dios. En primer lugar Jesús se refiere a los que se consideran a sí mismos como los más importantes y sin esperar ninguna indicación van a ocupar el primer lugar. Jesús aclara: no es a nosotros a quienes nos toca decidir cuál es el lugar que cada uno debe ocupar. Y recomienda otra actitud: ir a ocupar espontáneamente el último lugar. En el Reino de Dios las cosas suceden así: quien pretenda ser más, quedará humillado. Y el que se hace humilde servidor, será engrandecido. Cuando Jesús cuenta la parábola de los primeros lugares en el banquete, apunta de manera especial al tema de la humildad y la sencillez. Nuestra vida nos presenta numerosas oportunidades de ser sencillos y humildes. Oportunidades que muchas veces dejamos pasar, porque la cultura actual parece enseñarnos que los que triunfan son los prepotentes, los orgullosos y los que saben imponerse a los demás. La humildad, sin embargo, no deja de lado una sana y equilibrada autoestima. La humildad no es humillación. La sencillez no es despreciarse, es avanzar por el camino de una verdad que nos hace felices. Tratar de vivir humildemente, es aprender a valorar a los demás en la medida justa, sin sobrevaloraciones. En la última parte del pasaje del Evangelio, Jesús nos muestra además otra de las actitudes de vida que tenemos que tener los cristianos. El Señor nos pide generosidad. Nos pide que no obremos esperando retribuciones humanas. Para crecer en las virtudes que el Señor hoy nos propone como modelo cristiano, primero, tenemos que reconocer nuestra nada, tenemos que saber mirar y admirar los dones que el Señor nos regala. Los talentos de los que espera el fruto.
2021
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: «Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.» Reflexión El mundo nuevo, ya está en marcha; la llegada del Reino exige decisiones... Por eso el Señor nos exhorta a ser misericordiosos, rectos, sinceros. Las bienaventuranzas son camino a la eterna bienaventuranza. Jesús promulga en un cerro, su Ley, ¨el programa del ReinoË sta ley de Jesús, ¨la nueva ley¨ no es un mandato de obligaciones, sino una invitación, un llamado libre. Es la invitación a seguirlo, a ser como él. Y esta invitación, no es sólo para sus discípulos, es también para la muchedumbre, en la que estamos representados todos nosotros. Las Bienaventuranzas, son las puertas de entrada en el reino de Dios, las leyes del nuevo pueblo de Cristo. Y en nuestro mundo, que es tan contrario a estas leyes, necesitamos la luz y la fuerza del Espíritu Santo, para comprenderlas y asimilarlas. Dice Jesús: felices los que eligen ser pobres; felices los que sufren; felices los sometidos; felices los no violentos; felices los que tienen hambre y sed de justicia, del bien. Las bienaventuranzas son una invitación a seguir el camino de Jesús. Son un llamado para todos los cristianos. El mundo catalogaría las bienaventuranzas como las siete locuras de Cristo, pero para el cristiano son siete fuentes de alegría. El primer fruto de las Bienaventuranzas es el comenzar ya a adivinar en esta tierra la presencia del Dios vivo, el poder del Espíritu Santo en nuestras vidas. Muchos no cristianos, como Ghandi, entendieron que ése es el camino para la verdadera liberación. Hay muchos cristianos que viven hoy las Bienaventuranzas, que son pobres de espíritu, que comparten con el necesitado, que tienen una vida luminosa y transparente, que son solidarios con los oprimidos, que entregan su vida por el reino de Dios y su justicia. Hoy cabría preguntarnos, si nosotros vivimos las bienaventuranzas o si pensamos que son para otros. María, nuestra Madre, las vivió plenamente, y su canto el Magnificat es la mejor expresión de que así fue. Y muchos cristianos, las vivieron y no se equivocaron. Decidámonos hoy a hacer vida las bienaventuranzas, con la seguridad de que sus frutos los recibiremos ya aquí en la tierra, buscando el Reino de Dios y su justicia.
Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
+ Lucas 2, 16-21 Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción. Reflexión Hoy vamos a pedirle a María en esta solemnidad de Santa María Madre de Dios, que en este año que hoy comienza reine en nuestra comunidad y en nuestros hogares la unidad y la paz de Cristo. Que en esta Jornada Mundial de oración por la paz el Señor nos conceda alegría, hermandad y paz. El evangelio de la misa nos habla de los pastores, a los que ángel había anunciado el nacimiento de Jesús. En esa época, los pastores eran gente alejada de los pueblos, sin cultura ni práctica religiosa porque el cuidado del rebaño se lo impedía. El rey David de niño también era pastor en Belén, cuando fue llamado por Dios. Abraham y los patriarcas también eran pastores cuando escucharon la voz de Dios. Por eso no es casual que el anuncio del ángel se hiciera a pastores. Estos pastores, eran gente simple a la que Dios les dio el privilegio de ser los primeros en ver al Mesías. Los pastores, rápidamente y sin explicaciones confían en el ángel, creen en su anuncio y glorifican a Dios. Y «los pastores» son hoy todas esas personas que están dispuestas a escuchar la voz de Dios. Hoy nosotros deberíamos restar importancia a la parte romántica de imaginarnos a los pastores corriendo hacia Belén, y en cambio concentrar nuestra atención en reparar en la actitud de los pastores, en su disponibilidad para ponerse en camino y preguntarnos si es esa la actitud que nosotros tenemos ante Dios. Hoy la Iglesia celebra la Maternidad de María. Es esa maternidad, es el ser la Madre de Jesús, la causa y el fundamento del culto y la devoción que los católicos profesamos a María. Por eso hoy queremos rendirle homenaje a una Madre, con todo lo que significa humanamente esa palabra, porque María fue Madre, María engendró, dio a luz, amamantó y educó a Jesús, el Salvador. Y como el pueblo católico venera a María, entonces es bueno que hoy pongamos especial atención en la dignidad de la mujer. En los evangelios, la mujer tiene un lugar importante, no sólo María, sino también las mujeres que acompañan a Jesús hasta el pie de la cruz y que son las primeras en reconocerlo como resucitado. Por eso si hoy ensalzamos a María, también debemos dar valor a la mujer, que no sólo tiene la capacidad de ser madre sino que tiene además una gran capacidad creadora, que muchas veces se desperdicia. Hoy debe quedar en nosotros la inquietud y la preocupación de asignarle a la mujer la función que le concierne en la construcción de nuestra sociedad y en la vida de la Iglesia. Por eso, decimos: Señor. Te alabamos porque la fuerza de tu creación se manifiesta en el seno de cada mujer que engendra a un hijo y lo da a luz. Te alabamos por haber redimido a la mujer de la humillación y de la servidumbre, devolviéndole toda la dignidad que le pertenece por haber sido creada a tu imagen y semejanza y por haber sido elegida como dadora de la vida y del amor. Y mientras celebramos la maternidad de María, te pedimos que sepamos descubrir y valorar el papel que le tienes asignado a cada mujer, cuya dignidad es igual a la del hombre. Y te pedimos que el misterio de la maternidad sea justamente apreciado entre nosotros, ya que es el camino a través del cual das la vida a cada nuevo ser humano. En este año que se inicia pedimos la protección de Dios con una antigua fórmula que se lee en la primera lectura de la misa de hoy «Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz.»
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Así como sucedió en tiempos de Noé, así también sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Antes del diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca. Y cuando menos lo esperaban, sobrevino el diluvio y se llevó a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. Entonces, de dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro será dejado; de dos mujeres que estén juntas moliendo trigo, una será tomada y la otra dejada.
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(2da parte) La ciudad de Guadalajara y su Catedral a principios del siglo XVIII. , 2022