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Cuando acepté escribir este libro, recibí, por casualidad, una invitación de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, España, para dar un seminario de verano sobre "análisis de sistemasmundo". El curso consistiría en cinco conferencias. Los participantes eran en su mayoría alumnos graduados y profesores jóvenes de universidades españolas, quienes, en su mayoría, habían tenido escaso contacto con el análisis de sistemas-mundo. Eran alrededor de cuarenta. Aproveché así la ocasión para presentar una primera versión de los cinco capítulos de este libro. Y me he beneficiado por los comentarios recibidos. A ellos les agradezco. Cuando terminé de escribir el borrador de este libro, le pedí a cuatro amigos que lo leyeran y criticaran. Estos amigos son personas en cuyo juicio como lectores y experiencia docente confío. Pero todos tenían cierto grado de participación e interés en el análisis de sistemas-mundo. Esperaba por tanto obtener una variada gama de reacciones, y eso fue lo que sucedió. Como es el caso con un ejercicio semejante, les estoy agradecido por rescatarme de zonceras y pasajes oscuros. Me ofrecieron sus avezadas sugerencias, las cuales incorporé. Pero, por supuesto, persistí en mi opinión acerca del tipo de libro que yo consideraba más útil escribir, y los lectores merecen mis disculpas por ignorar parte de sus sugerencias. Así y todo, el libro es mejor gracias a las cuidadosas lecturas de Kai Erickson, Walter Goldfrank, Charles Lemert y Peler Taylor.
De familia judía austriaca que emigró a Alemania y luego a Estados Unidos, nace en 1930 en Nueva York. Estudios en la Universidad de Columbia donde se gradúa en 1951. Obtuvo la maestría en 1954 y el doctorado en 1959. Profesor de sociología 1976-1999; director del Centro Fernand Braudel de estudios económicos, sistemas históricos y civilización; Director de estudios asociados en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en París; Presidente de la Asociación Sociológica Internacional 1994-98 y Presidente de la Comisión Gulbenkian para la restauración de las ciencias sociales.
Por IMMANUEL WALLERSTEIN siglo veintiuno editores 1 RECONOCIMIENTOS Cuando acepté escribir este libro, recibí, por casualidad, una invitación de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, España, para dar un seminario de verano sobre "análisis de sistemasmundo". El curso consistiría en cinco conferencias. Los participantes eran en su mayoría alumnos graduados y profesores jóvenes de universidades españolas, quienes, en su mayoría, habían tenido escaso contacto con el análisis de sistemas-mundo. Eran alrededor de cuarenta. Aproveché así la ocasión para presentar una primera versión de los cinco capítulos de este libro. Y me he beneficiado por los comentarios recibidos. A ellos les agradezco. Cuando terminé de escribir el borrador de este libro, le pedí a cuatro amigos que lo leyeran y criticaran. Estos amigos son personas en cuyo juicio como lectores y experiencia docente confío. Pero todos tenían cierto grado de participación e interés en el análisis de sistemas-mundo. Esperaba por tanto obtener una variada gama de reacciones, y eso fue lo que sucedió. Como es el caso con un ejercicio semejante, les estoy agradecido por rescatarme de zonceras y pasajes oscuros. Me ofrecieron sus avezadas sugerencias, las cuales incorporé. Pero, por supuesto, persistí en mi opinión acerca del tipo de libro que yo consideraba más útil escribir, y los lectores merecen mis disculpas por ignorar parte de sus sugerencias. Así y todo, el libro es mejor gracias a las cuidadosas lecturas de Kai Erickson, Walter Goldfrank, Charles Lemert y Peler Taylor. 2 PARA COMENZAR: COMPRENDER EL MUNDO EN EL QUE VIVIMOS Los medios, así como también los científicos sociales, repiten constantemente que hay dos cosas que dominan el inundo en que vivimos desde los últimos decenios del siglo xx: la globalización y el terrorismo. Ambos se nos presentan como fenómenos sustancialmente nuevos: el primero rebosante de esperanzas y el segundo, de peligros temibles. El gobierno de los Estados Unidos parece desempeñar un papel central en el avance de uno y la lucha contra el otro. Pero por supuesto, estas realidades no son meramente estadounidenses sino mundiales. Lo que subyace a gran parte de este análisis es el eslogan de la señora Thatcher, primer ministro de Gran Bretaña entre 1979 y 1990: TINA ("There is NO Alternative", en español: "No Hay Ninguna Alternativa"). Se nos dice que no hay ninguna alternativa a la globalización, a cuyas exigencias todos los gobiernos deben someterse. Y se nos dice que, si queremos sobrevivir, no hay ninguna alternativa más que aplastar sin piedad al terrorismo en todas sus manifestaciones. La caracterización no es falla de verdad, pero sí muy parcial. Si observamos la globalización y el terrorismo como fenómenos definidos en un tiempo y escena limitados, tendemos a llegar a conclusiones tan efímeras como los periódicos. En general, no hemos sido capaces de comprender el significado de estos fenómenos, sus orígenes, su trayectoria y, más importante aún, cuál es su lugar en el orden mayor de las cosas. Solemos ignorar su historia. Somos incapaces de juntar las piezas del rompecabezas y nos sorprendemos constantemente de que no se cumplan nuestras expectativas a corto plazo. ¿Cuántas personas esperaban en los años ochenta que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se desmoronase tan rápida y pacíficamente como lo hizo? ¿Y cuántos esperaban en 2001 que el líder de un movimiento del que pocos habían oído hablar, al-Qaeda, atacase las torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono el 11 de septiembre, provocando tanto daño? No obstante, vistos desde cierta perspectiva, ambos hechos forman parte de un escenario mayor cuyos detalles pudiéramos no haber conocido por adelantado pero cuyos rasgos generales eran mas que predecibles. Parte del problema es que hemos estudiado estos fenómenos en compartimientos estancos a los que hemos dado nombres especiales -política, economía, estructura social, cultura-sin advertir que dichos compartimientos eran construcciones de nuestra imaginación más que de la realidad. Los fenómenos de los que nos ocupábamos en dichos compartimientos estancos estaban tan estrechamente entrelazados que cada uno presuponía al otro, cada uno afectaba al otro y cada uno era incomprensible sin tener en consideración a los demás compartimientos. Y otra parte del problema es que tendemos a dejar fuera de nuestras consideraciones analíticas acerca de aquello que es "nuevo" o no los tres puntos de inflexión importantes del sistema-mundo moderno: 1) el largo siglo XVI, durante el cual nuestro sistema-mundo moderno vio la luz como economía-mundo capitalista; 2) la Revolución francesa de 1789, como acontecimiento mundial que dio lugar a la dominación subsiguiente, durante dos siglos, de una geocultura para este sistema-mundo, cultura que fue dominada por un liberalismo centrista, y 3) la revolución mundial de 1968, que presagió la larga fase terminal del sistema-mundo moderno en que nos encontramos y que socavó la geocultura liberal centrista que mantenía al sistema-mundo unificado. Quienes proponemos el análisis de sistemas-mundo, lema del que trata este libro, venimos hablando acerca de la globalización desde mucho antes de que el término fuera inventado (no, empero, como de algo nuevo sino como de algo que había sido un elemento básico para el sistema-mundo moderno desde que éste comenzara en el siglo XVI). Hemos argumentado que los compartimientos estancos de análisis -lo que en las universidades se denomina disciplinas-son un obstáculo y no una ayuda en la comprensión del mundo. Hemos argumentado que la realidad social en que vivimos y determina cuáles son nuestras opciones no ha sido la de los múltiples estados nacionales de los que somos ciudadanos sino algo mayor, que hemos llamado sistema-mundo. Hemos dicho que este sistema-mundo ha contado con muchas instituciones -estados y sistemas interestatales, compañías de producción, marcas, clases, grupos de identificación de todo tipo-y que estas instituciones forman una matriz que permite al sistema operar pero al mismo tiempo estimula tanto los conflictos como las contradicciones que calan en el sistema. Hemos argumentado que este sistema es una creación social, con una historia, con orígenes que deben ser explicados, mecanismos presentes que deben ser delineados y cuya inevitable crisis terminal necesita ser advertida. Este punto de vista no sólo nos ha enfrentado a la sabiduría oficial de quienes detentan el poder, sino también a buena parte del conocimiento convencional propuesto por los científicos sociales a lo largo de los últimos dos siglos. Por tal motivo, decimos que es importante mirar de un nuevo modo no sólo el modo en que funciona el mundo en que vivimos, sino también cómo hemos llegado a pensar acerca de este mundo, Los analistas de sistema-mundo se ven a sí mismos, por lo tanto, como participantes de una protesta fundamental contra los modos en los que hemos pensado que conocíamos el mundo. Pero 3 7 54
Estudios Públicos, 2019
En la actualidad, la recepción del pensamiento de Immanuel Wallerstein en las ciencias sociales ha sido más bien modesta. No solo sus llamados explícitos a abolir las fronteras internas en pro de la unidisciplina han tenido escasa respuesta, sino muy particularmente sus planteamientos teóricos. En el presente trabajo analizaré precisamente este último punto. Me enfocaré en lo que considero son algunas de las dificultades teóricas más relevantes del pensamiento sociológico de Wallerstein y trataré de delinear alternativas frente a ello.
IMMANUEL WALLERSTEIN. El Moderno Sistema Mundial PARTE 1, 2011
AVISO: están subidos los 4 TOMOS en esta página! El moderno sistema mundial se publicó en 1974. En realidad, fue escrito en 1971-1972. Me costó bastante encontrar un editor. El libro trataba sobre el siglo xvi y se ocupaba de un tema prácticamente desconocido: una economía-mundo, deliberadamente escrita con guion. Era largo y tenía una cantidad considerable de notas al pie. Cuando apareció, un revisor no muy amistoso se quejó de que las notas trepaban por las páginas. Por fin Academic Press y quien era entonces su erudito asesor editorial, Charles Tilly, decidieron correr el riesgo de incluirlo en su nueva colección de ciencias sociales. Cuando salió, su recepción sorprendió a todos, y muy en especial tanto al editor como el autor. Obtuvo reseñas favorables en el New York Times Sunday Book Review (en la primera plana) y en el New York Review of Books. En 1975 recibió el premio de la American Sociological Association a la mejor publicación erudita. En ese momento un gran reconocimiento era el premio Sorokin. Fue algo tan inesperado que yo ni siquiera estaba presente en la sesión en la que se lo anunció. El libro se tradujo rápidamente a una gran cantidad de otros idiomas. Se vendió notablemente bien por tratarse de una monografía académica. Desde todo punto de vista, era un éxito. Pero también resultó, de inmediato, que era un libro sumamente controvertido. Recibió extraordinarios elogios, pero fue sujeto asimismo de enérgicas denuncias, que provenían de muchos campos diferentes. Ahora, mientras escribo 37 años después de la publicación inicial, creo que vale la pena pasar revista a las críticas. ¿Cuáles eran sus fuentes? ¿Qué tal han sobrevivido? ¿Qué pienso hoy de la validez de las mismas? ¿Cómo influyeron esas críticas en los siguientes volúmenes? Desde el primer momento tengo que señalar un subtexto particular de las críticas. Yo, por profesión, era sociólogo. Este libro les dio a muchos la impresión de ser una obra de historia económica. No se suponía, por lo menos no a principios de los setenta, que los sociólogos se interesasen por escribir respecto al siglo xvi o sobre temas de los que se ocupaban los historiadores de la economía. Por otro lado, los historiadores desconfiaban de los intrusos provenientes de otras disciplinas universitarias, sobre todo si se basaban, como hice yo, casi exclusivamente en las denominadas fuentes secundarias. Además, el libro se ocupaba, de manera central, de relaciones espaciales globales, y se suponía que ése era el dominio de los geógrafos. Y por último, entre los primeros entusiastas del libro había un grupo inesperado: algunos arqueólogos. Así que daba la impresión de estar desafiando las categorías que definían en ese momento el trabajo académico y de no encajar en las habituales divisiones enaltecidas en las estructuras del saber. Debo empezar este comentario con mi propia percepción en el momento en el que escribí el libro. En la introducción explicaba cómo llegué a escribirlo. Iba en pos de una mala idea: que podría entender mejor las trayectorias de las «nuevas naciones» del siglo xx si estudiaba cómo habían llegado a «desarrollarse» las naciones que fueron «nuevas» en el siglo xvi. Era una mala idea porque asumía que todos los estados seguían sendas paralelas e independientes hacia algo llamado "desarrollo". No obstante, esta mala idea tuvo ventajas inesperadas. Me puso a leer sobre Europa occidental en el siglo xvi e hizo que dirigiesen mi atención hacia realidades que no había previsto. En ese momento yo consideraba que estaba discutiendo primordialmente con los sociólogos weberianos; no con el mismo Max Weber sino con el uso de sus categorías tal como se daba en la sociología estadunidense (y hasta cierto punto mundial) en el periodo posterior a 1945. Imperaba la impresión general de que el libro de Weber sobre la ética protestante significaba que la existencia de ciertos tipos de valores constituía un requisito previo necesario para lo que en el periodo posterior a 1945 solía llamarse modernización o desarrollo (económico). En ese tiempo el procedimiento especializado habitual consistía en examinar, país por país, la existencia o el surgimiento de tales valores. El resultado fue la creación de una especie de orden jerárquico de la marcha del progreso. ¿Qué país fue el primero? ¿Cuál vino después? ¿Yahora cuál sería el siguiente? Y, como pregunta derivada, ¿qué tenía que hacer ahora un país para poder ser el siguiente? Yo traté de cuestionar esa narrativa de varias maneras. En primer lugar, insistía en que este proceso no podía examinarse país por país sino sólo dentro de una categoría más amplia que denominé sistema-mundo (donde la palabra mundo no es sinónimo de global): un mundo, no el mundo, como lo expresaría Fernand Braudel. Segundo, sugería que los valores en cuestión seguían, no precedían, a las transformaciones económicas que estaban produciéndose. Sugería que sólo si ubicábamos a los diversos estados en sus . relaciones con los demás podríamos comprender por qué algunos llegaron a ser líderes de la eficiencia productiva y la acumulación de riqueza. Y, tercero, rechazaba la principal antinomia de los weberianos posteriores a 1945: la de lo moderno y lo tradicional. Antes bien, compartía los argumentos —que estaban desarrollándose— de los dependistas, como Samir Amin y Andre Gunder Frank, en cl sentido de que lo «tradicional» era tan reciente como lo «moderno», que ambos aparecían juntos, por lo cual podríamos hablar, como en la famosa frase de Frank, «del desarrollo del subdesarrollo». Yo esperaba ser denunciado por los weberianos posteriores a 1945. Si bien se inclinaban por no aceptar lo que estaba sosteniendo, se inclinaban también en general a recibir mis argumentos educadamente, pese a lo que parecían pensar era mi resurrección de los argumentos marxistas (que ellos creían que ya había sido abandonados, o que tendrían que haber sido abandonados, por los estudiosos serios). Me parece que estaban sorprendidos ante el hecho de que yo realmente me hubiera zambullido en la historia del siglo xvi, mientras que muchos de ellos se habían limitado a basarse en una síntesis abreviada (y a veces distorsionada) de las tesis weberianas para poder discutir el material del siglo xx. Además, como observamos poco después Terence Hopkins y yo en un artículo conjunto, gran parte de los denominados análisis comparativos efectuados por los adeptos de la modernización involucraba la comparación de datos contemporáneos sobre un país no occidental con datos presuntos (pero no estudiados empíricamente) acerca de Estados Unidos (o tal vez de otro país de Europa occidental). De cualquier manera, los peores golpes vinieron de otro lado....
El «análisis de los sistemas mundiales» no es una teoría sobre el mundo social, o sobre una parte de este. Es una protesta contra la estructura que se impuso a la investigación sociológica desde su origen, a mediados del siglo XIX. Este tipo de investigación ha llegado a ser un conjunto de supuestos apriorísticos que rara vez se cuestionan. El análisis de los sistemas mundiales sostiene que este tipo de investigación sociológica, practicada en todo el mundo, ha tenido el efecto de cerrar, en lugar de abrir, muchas de las cuestiones más importantes o interesantes. Como aún llevamos puestas las anteojeras que hizo el siglo XIX, somos incapaces de llevar a cabo la tarea social que deseamos realizar y que el resto del mundo desea que llevemos a término: presentar racionalmente las auténticas alternativas históricas que tenemos ante nosotros. El análisis de los sistemas mundiales surgió como protesta moral y, en el sentido más amplio de esta palabra, como protesta política. Sin embargo, el análisis de los sistemas mundiales critica el tipo de investigación predominante partiendo de afirmaciones científicas, es decir, afirmaciones referentes a las posibilidades del conocimiento sistemático de la realidad social.
IMMANUEL WALLERSTEIN. El Moderno Sistema Mundial PARTE 3, 2011
AVISO: ¡están subidos los 4 TOMOS en esta página! El moderno sistema mundial se publicó en 1974. En realidad, fue escrito en 1971-1972. Me costó bastante encontrar un editor. El libro trataba sobre el siglo xvi y se ocupaba de un tema prácticamente desconocido: una economía-mundo, deliberadamente escrita con guion. Era largo y tenía una cantidad considerable de notas al pie. Cuando apareció, un revisor no muy amistoso se quejó de que las notas trepaban por las páginas. Por fin Academic Press y quien era entonces su erudito asesor editorial, Charles Tilly, decidieron correr el riesgo de incluirlo en su nueva colección de ciencias sociales. Cuando salió, su recepción sorprendió a todos, y muy en especial tanto al editor como el autor. Obtuvo reseñas favorables en el New York Times Sunday Book Review (en la primera plana) y en el New York Review of Books. En 1975 recibió el premio de la American Sociological Association a la mejor publicación erudita. En ese momento un gran reconocimiento era el premio Sorokin. Fue algo tan inesperado que yo ni siquiera estaba presente en la sesión en la que se lo anunció. El libro se tradujo rápidamente a una gran cantidad de otros idiomas. Se vendió notablemente bien por tratarse de una monografía académica. Desde todo punto de vista, era un éxito. Pero también resultó, de inmediato, que era un libro sumamente controvertido. Recibió extraordinarios elogios, pero fue sujeto asimismo de enérgicas denuncias, que provenían de muchos campos diferentes. Ahora, mientras escribo 37 años después de la publicación inicial, creo que vale la pena pasar revista a las críticas. ¿Cuáles eran sus fuentes? ¿Qué tal han sobrevivido? ¿Qué pienso hoy de la validez de las mismas? ¿Cómo influyeron esas críticas en los siguientes volúmenes? Desde el primer momento tengo que señalar un subtexto particular de las críticas. Yo, por profesión, era sociólogo. Este libro les dio a muchos la impresión de ser una obra de historia económica. No se suponía, por lo menos no a principios de los setenta, que los sociólogos se interesasen por escribir respecto al siglo xvi o sobre temas de los que se ocupaban los historiadores de la economía. Por otro lado, los historiadores desconfiaban de los intrusos provenientes de otras disciplinas universitarias, sobre todo si se basaban, como hice yo, casi exclusivamente en las denominadas fuentes secundarias. Además, el libro se ocupaba, de manera central, de relaciones espaciales globales, y se suponía que ése era el dominio de los geógrafos. Y por último, entre los primeros entusiastas del libro había un grupo inesperado: algunos arqueólogos. Así que daba la impresión de estar desafiando las categorías que definían en ese momento el trabajo académico y de no encajar en las habituales divisiones enaltecidas en las estructuras del saber. Debo empezar este comentario con mi propia percepción en el momento en el que escribí el libro. En la introducción explicaba cómo llegué a escribirlo. Iba en pos de una mala idea: que podría entender mejor las trayectorias de las «nuevas naciones» del siglo xx si estudiaba cómo habían llegado a «desarrollarse» las naciones que fueron «nuevas» en el siglo xvi. Era una mala idea porque asumía que todos los estados seguían sendas paralelas e independientes hacia algo llamado "desarrollo". No obstante, esta mala idea tuvo ventajas inesperadas. Me puso a leer sobre Europa occidental en el siglo xvi e hizo que dirigiesen mi atención hacia realidades que no había previsto. En ese momento yo consideraba que estaba discutiendo primordialmente con los sociólogos weberianos; no con el mismo Max Weber sino con el uso de sus categorías tal como se daba en la sociología estadunidense (y hasta cierto punto mundial) en el periodo posterior a 1945. Imperaba la impresión general de que el libro de Weber sobre la ética protestante significaba que la existencia de ciertos tipos de valores constituía un requisito previo necesario para lo que en el periodo posterior a 1945 solía llamarse modernización o desarrollo (económico). En ese tiempo el procedimiento especializado habitual consistía en examinar, país por país, la existencia o el surgimiento de tales valores. El resultado fue la creación de una especie de orden jerárquico de la marcha del progreso. ¿Qué país fue el primero? ¿Cuál vino después? ¿Yahora cuál sería el siguiente? Y, como pregunta derivada, ¿qué tenía que hacer ahora un país para poder ser el siguiente? Yo traté de cuestionar esa narrativa de varias maneras. En primer lugar, insistía en que este proceso no podía examinarse país por país sino sólo dentro de una categoría más amplia que denominé sistema-mundo (donde la palabra mundo no es sinónimo de global): un mundo, no el mundo, como lo expresaría Fernand Braudel. Segundo, sugería que los valores en cuestión seguían, no precedían, a las transformaciones económicas que estaban produciéndose. Sugería que sólo si ubicábamos a los diversos estados en sus . relaciones con los demás podríamos comprender por qué algunos llegaron a ser líderes de la eficiencia productiva y la acumulación de riqueza. Y, tercero, rechazaba la principal antinomia de los weberianos posteriores a 1945: la de lo moderno y lo tradicional. Antes bien, compartía los argumentos —que estaban desarrollándose— de los dependistas, como Samir Amin y Andre Gunder Frank, en cl sentido de que lo «tradicional» era tan reciente como lo «moderno», que ambos aparecían juntos, por lo cual podríamos hablar, como en la famosa frase de Frank, «del desarrollo del subdesarrollo». Yo esperaba ser denunciado por los weberianos posteriores a 1945. Si bien se inclinaban por no aceptar lo que estaba sosteniendo, se inclinaban también en general a recibir mis argumentos educadamente, pese a lo que parecían pensar era mi resurrección de los argumentos marxistas (que ellos creían que ya había sido abandonados, o que tendrían que haber sido abandonados, por los estudiosos serios). Me parece que estaban sorprendidos ante el hecho de que yo realmente me hubiera zambullido en la historia del siglo xvi, mientras que muchos de ellos se habían limitado a basarse en una síntesis abreviada (y a veces distorsionada) de las tesis weberianas para poder discutir el material del siglo xx. Además, como observamos poco después Terence Hopkins y yo en un artículo conjunto, gran parte de los denominados análisis comparativos efectuados por los adeptos de la modernización involucraba la comparación de datos contemporáneos sobre un país no occidental con datos presuntos (pero no estudiados empíricamente) acerca de Estados Unidos (o tal vez de otro país de Europa occidental). De cualquier manera, los peores golpes vinieron de otro lado....
Cuando acepté escribir este libro, recibí, por casualidad, una invitación de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, España, para dar un seminario de verano sobre "análisis de sistemasmundo". El curso consistiría en cinco conferencias. Los participantes eran en su mayoría alumnos graduados y profesores jóvenes de universidades españolas, quienes, en su mayoría, habían tenido escaso contacto con el análisis de sistemas-mundo. Eran alrededor de cuarenta. Aproveché así la ocasión para presentar una primera versión de los cinco capítulos de este libro. Y me he beneficiado por los comentarios recibidos. A ellos les agradezco. Cuando terminé de escribir el borrador de este libro, le pedí a cuatro amigos que lo leyeran y criticaran. Estos amigos son personas en cuyo juicio como lectores y experiencia docente confío. Pero todos tenían cierto grado de participación e interés en el análisis de sistemas-mundo. Esperaba por tanto obtener una variada gama de reacciones, y eso fue lo que sucedió. Como es el caso con un ejercicio semejante, les estoy agradecido por rescatarme de zonceras y pasajes oscuros. Me ofrecieron sus avezadas sugerencias, las cuales incorporé. Pero, por supuesto, persistí en mi opinión acerca del tipo de libro que yo consideraba más útil escribir, y los lectores merecen mis disculpas por ignorar parte de sus sugerencias. Así y todo, el libro es mejor gracias a las cuidadosas lecturas de Kai Erickson, Walter Goldfrank, Charles Lemert y Peler Taylor.
Historia Actual Online, 2009
IMMANUEL WALLERSTEIN. El Moderno Sistema Mundial PARTE 4, 2011
AVISO: ¡están subidos los 4 TOMOS en esta página! El moderno sistema mundial se publicó en 1974. En realidad, fue escrito en 1971-1972. Me costó bastante encontrar un editor. El libro trataba sobre el siglo xvi y se ocupaba de un tema prácticamente desconocido: una economía-mundo, deliberadamente escrita con guion. Era largo y tenía una cantidad considerable de notas al pie. Cuando apareció, un revisor no muy amistoso se quejó de que las notas trepaban por las páginas. Por fin Academic Press y quien era entonces su erudito asesor editorial, Charles Tilly, decidieron correr el riesgo de incluirlo en su nueva colección de ciencias sociales. Cuando salió, su recepción sorprendió a todos, y muy en especial tanto al editor como el autor. Obtuvo reseñas favorables en el New York Times Sunday Book Review (en la primera plana) y en el New York Review of Books. En 1975 recibió el premio de la American Sociological Association a la mejor publicación erudita. En ese momento un gran reconocimiento era el premio Sorokin. Fue algo tan inesperado que yo ni siquiera estaba presente en la sesión en la que se lo anunció. El libro se tradujo rápidamente a una gran cantidad de otros idiomas. Se vendió notablemente bien por tratarse de una monografía académica. Desde todo punto de vista, era un éxito. Pero también resultó, de inmediato, que era un libro sumamente controvertido. Recibió extraordinarios elogios, pero fue sujeto asimismo de enérgicas denuncias, que provenían de muchos campos diferentes. Ahora, mientras escribo 37 años después de la publicación inicial, creo que vale la pena pasar revista a las críticas. ¿Cuáles eran sus fuentes? ¿Qué tal han sobrevivido? ¿Qué pienso hoy de la validez de las mismas? ¿Cómo influyeron esas críticas en los siguientes volúmenes? Desde el primer momento tengo que señalar un subtexto particular de las críticas. Yo, por profesión, era sociólogo. Este libro les dio a muchos la impresión de ser una obra de historia económica. No se suponía, por lo menos no a principios de los setenta, que los sociólogos se interesasen por escribir respecto al siglo xvi o sobre temas de los que se ocupaban los historiadores de la economía. Por otro lado, los historiadores desconfiaban de los intrusos provenientes de otras disciplinas universitarias, sobre todo si se basaban, como hice yo, casi exclusivamente en las denominadas fuentes secundarias. Además, el libro se ocupaba, de manera central, de relaciones espaciales globales, y se suponía que ése era el dominio de los geógrafos. Y por último, entre los primeros entusiastas del libro había un grupo inesperado: algunos arqueólogos. Así que daba la impresión de estar desafiando las categorías que definían en ese momento el trabajo académico y de no encajar en las habituales divisiones enaltecidas en las estructuras del saber. Debo empezar este comentario con mi propia percepción en el momento en el que escribí el libro. En la introducción explicaba cómo llegué a escribirlo. Iba en pos de una mala idea: que podría entender mejor las trayectorias de las «nuevas naciones» del siglo xx si estudiaba cómo habían llegado a «desarrollarse» las naciones que fueron «nuevas» en el siglo xvi. Era una mala idea porque asumía que todos los estados seguían sendas paralelas e independientes hacia algo llamado "desarrollo". No obstante, esta mala idea tuvo ventajas inesperadas. Me puso a leer sobre Europa occidental en el siglo xvi e hizo que dirigiesen mi atención hacia realidades que no había previsto. En ese momento yo consideraba que estaba discutiendo primordialmente con los sociólogos weberianos; no con el mismo Max Weber sino con el uso de sus categorías tal como se daba en la sociología estadunidense (y hasta cierto punto mundial) en el periodo posterior a 1945. Imperaba la impresión general de que el libro de Weber sobre la ética protestante significaba que la existencia de ciertos tipos de valores constituía un requisito previo necesario para lo que en el periodo posterior a 1945 solía llamarse modernización o desarrollo (económico). En ese tiempo el procedimiento especializado habitual consistía en examinar, país por país, la existencia o el surgimiento de tales valores. El resultado fue la creación de una especie de orden jerárquico de la marcha del progreso. ¿Qué país fue el primero? ¿Cuál vino después? ¿Yahora cuál sería el siguiente? Y, como pregunta derivada, ¿qué tenía que hacer ahora un país para poder ser el siguiente? Yo traté de cuestionar esa narrativa de varias maneras. En primer lugar, insistía en que este proceso no podía examinarse país por país sino sólo dentro de una categoría más amplia que denominé sistema-mundo (donde la palabra mundo no es sinónimo de global): un mundo, no el mundo, como lo expresaría Fernand Braudel. Segundo, sugería que los valores en cuestión seguían, no precedían, a las transformaciones económicas que estaban produciéndose. Sugería que sólo si ubicábamos a los diversos estados en sus . relaciones con los demás podríamos comprender por qué algunos llegaron a ser líderes de la eficiencia productiva y la acumulación de riqueza. Y, tercero, rechazaba la principal antinomia de los weberianos posteriores a 1945: la de lo moderno y lo tradicional. Antes bien, compartía los argumentos —que estaban desarrollándose— de los dependistas, como Samir Amin y Andre Gunder Frank, en cl sentido de que lo «tradicional» era tan reciente como lo «moderno», que ambos aparecían juntos, por lo cual podríamos hablar, como en la famosa frase de Frank, «del desarrollo del subdesarrollo». Yo esperaba ser denunciado por los weberianos posteriores a 1945. Si bien se inclinaban por no aceptar lo que estaba sosteniendo, se inclinaban también en general a recibir mis argumentos educadamente, pese a lo que parecían pensar era mi resurrección de los argumentos marxistas (que ellos creían que ya había sido abandonados, o que tendrían que haber sido abandonados, por los estudiosos serios). Me parece que estaban sorprendidos ante el hecho de que yo realmente me hubiera zambullido en la historia del siglo xvi, mientras que muchos de ellos se habían limitado a basarse en una síntesis abreviada (y a veces distorsionada) de las tesis weberianas para poder discutir el material del siglo xx. Además, como observamos poco después Terence Hopkins y yo en un artículo conjunto, gran parte de los denominados análisis comparativos efectuados por los adeptos de la modernización involucraba la comparación de datos contemporáneos sobre un país no occidental con datos presuntos (pero no estudiados empíricamente) acerca de Estados Unidos (o tal vez de otro país de Europa occidental). De cualquier manera, los peores golpes vinieron de otro lado....
Relación entre sociedad y sistemas y mundo de vida según Habermas
La teoría de sistemas mundiales se centra en el estudio del sistema social y sus interrelaciones con el avance del capitalismo mundial como fuerzas determinantes entre los diferentes países, incluyendo a los pequeños. El fundador de la escuela Immanuel Wallerstein y sus seguidores nunca trataron de argumentar que solo la unidad de análisis real era la economía mundial capitalista que se originó dentro del sistema del Estado europeo del siglo XVI y vino a trascender en el globo entero. Al respecto, Wallerstein (1997) sentencia: " Mi propia lectura de los pasados 500 años me lleva a dudar que nuestro propio sistema mundo moderno sea una instancia de progreso moral sustancial, y a creer que es más probablemente una instancia de regresión moral. " Es en este sentido que Wallerstein (1999,1994, 1983) sugiere que la unidad de análisis no debe ser el Estado-nación o la sociedad nacional, sino el sistema-mundo en su conjunto. La economía-mundo capitalista es un sistema que " incluye una desigualdad jerárquica de distribución basada en la concentración de ciertos tipos de producción (producción relativamente monopolizada, y por lo tanto de alta rentabilidad), en ciertas zonas limitadas " de acuerdo a Wallerstein (1998), y que además " pasan a ser sedes de la mayor acumulación de capital…que permite en reforzamiento de las estructuras estatales, que a su vez buscan garantizar la supervivencia de los monopolios ". El sistema mundo capitalista funciona y evoluciona en función de los factores económicos. En la teoría del sistema mundo capitalista se analiza " la formación y la evolución del modo capitalista de producción como un sistema de relaciones económico sociales, políticas y culturales, que nace a fines de la edad media europea y que evoluciona hasta convertirse en un sistema planetario " de acuerdo a Dos Santos (1998:130), y en cuyo enfoque " se distingue la existencia de un centro, una periferia y una semiperiferia, además de distinguir entre economías centrales, una economía hegemónica que articula al conjunto del sistema ". De las perspectivas sociológicas existentes la escuela del sistema-mundo llegó a predecir más cerca la tendencia general de eventos durante el último cuarto de siglo pasado. De acuerdo a Wallerstein (1998), las relaciones económicas del centro con los países semiperiféricos y periféricos dependen de tres factores estratégicos: el grado en que sus industrias sean importantes o fundamentales para el funcionamiento de las cadenas de mercancías clave, el grado en que los países sean importantes o esenciales para sostener un nivel de demanda efectiva para los sectores de producción más rentables, y el grado en que los países sean importantes en decisiones estratégicas (localización, poderío militar, materias primas, etc.). La evolución de este sistema global actualmente dio lugar a las naciones incluyendo aquéllas del tercer Mundo y determinó su posición relativa en la jerarquía internacional. Aquí, tiene poco sentido hablar de desarrollo nacional si la entidad que realmente se desarrolla es la economía mundial capitalista. El enfoque de la atención permanece firmemente dirigida a otras variables, tales como los flujos comerciales entre las naciones, sus ventajas geopolíticas relativas y sus fortalezas militares e ideológicas. Las decisiones político-económicas permean la economía mundo. Los procesos de globalización establecen formas de apropiación desigual de la riqueza y por tanto, interacciones económico-sociales diferenciadas que generan relaciones de subordinación entre los Estados nacionales. La desigualdad existente entre los Estados nacionales que integran el sistema mundo es la causa de que los más avanzados se apropien de los excedentes de los menos avanzados, considerados como los periféricos y semiperifericos. Este sistema mundo no ha sobrevivido de la crisis moral que marca el final del milenio. Los procesos de producción globalizados se estandarizan para integrarse a un solo sistema global, supeditando la " lógica de la geografía a la lógica de la producción " en una " compresión espacio-temporal ". La estandarización y homogeneización de las normas es un paso ineludible para profundizar los procesos de globalización. El sistema mundial propone la separación de las superestructuras políticas y culturales conectadas por una división internacional del trabajo. McGrew (1990) sostiene que la globalización constituye una multiplicidad de ligamientos y conexiones que trascienden a los Estados-nación, y por implicación a las sociedades, lo cual forma el sistema mundo moderno. Define el proceso a través del cual los eventos, decisiones y actividades en una parte del mundo puede tener una consecuencia significativa para los individuos y las comunidades en partes bastante distantes del mundo. Sistema-mundo La perspectiva del sistema-mundo, también conocida como economía-mundo, o teoría, enfoque o acercamiento analítico de los sistemas-mundo (expresión original en inglés World-systems approach) es un desarrollo de la crítica postmarxista que intenta explicar el funcionamiento de las relaciones sociales, políticas y económicas a lo largo de la historia en el planeta Tierra. Es una teoría historiográfica, geopolítica y geoeconómica con gran vigencia y aplicación en las relaciones internacionales. Orígenes[editar] Técnicamente hablando, la teoría o análisis sistemas-mundiales no es una verdadera teoría, sino más bien un fructífero planteamiento para el análisis y el cambio social. Este análisis se ha desarrollado principalmente por los siguientes autores: Samir Amin, Andre Gunder Frank, Immanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi con contribuciones importantes de Volker Bornschier, Peter Turchin, Andréi Korotáyev, Janet Abu Lughod, Tom Hall, Kunibert Raffer, David Wilkinson y otros. La aplicación de la cliodinámica (aplicación de la cliometría, ciencia analítica que utiliza de manera sistemática la teoría económica, la estadística y la econometría para el estudio de la Historia económica) por algunos de estos autores mediante simulaciones matemáticas de los ciclos históricos ha aportado notable solidez a los planteamientos de los primeros teóricos. La teoría crítica que desarrolla el sistema-mundo recoge tanto la tradición marxista como la tradición de la Escuela de los Annales francesa, especialmente al autor Fernand Braudelquien utilizó por primera vez las expresiones "economía mundial" y "economía-mundo". 1 La propuesta del sistema-mundo se asienta, entre otros, en uno de los presupuestos o tesis que proponen un desarrollo del capitalismo en el que el imperialismo se constituiría en su culminación o máxima representación. Esta posición ha sido para el
Niklas Luhmann y el legado universalista de su teoría, 2012
Niklas Luhmann es, sin duda, una de las figuras intelectuales más importante del siglo XX, y forma parte del pequeño grupo de pensadores cuyas ideas sobrevivieron con éxito al cambio de siglo. Su prolífica obra está marcada por la búsqueda de nuevas respuestas a viejos cuestionamientos sociológicos, por su erudición histórica y filosófica, por su interés en disciplinas ajenas a las ciencias sociales como la biología o las matemáticas, pero, muy especialmente, por la construcción de una teoría sociológica universal. Este proyecto se mantuvo incólume en el desarrollo de su obra, a pesar del cambiante humor de la filosofía de fin de siglo y de las crisis de identidad de las ciencias sociales en la época.
The following article attempts to be a contribution to the reflection on the lines of continuity, proximity relations and possibles elements of differentiation on two theoretical fields of growing importance within the social sciences: theory of systems of Niklas Luhmann and the deconstruction of Jacques Derrida. Along with accounting for the extent of both theories for reflection on the foundations of the social sciences, this article tries to install some useful questions for self-observation of the epistemological foundations of this field of knowledge.
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