ste texto es la transcripción de un debate público donde cada cual busca cernir de la manera más precisa las siguientes preguntas: ¿Dónde están los hombres? ¿Cómo responder sin saber dónde localizar lo femenino? ¿Cómo localizar lo femenino, y cómo saber dónde localizarlo sin el discurso analítico? ¿Cómo existiría el discurso analítico sin lo femenino? Y, por último, no es más fácil saber dónde están los psicoanalistas que saber dónde mora lo femenino: lo verificamos en el a posteriori del análisis. Existiría entonces un vínculo intrínseco entre el pase y lo femenino. Marie-Jean Sauret [MJS]-Isabelle Morin me permite empezar, cuando las buenas costumbres otorgan tal prelación a las damas. Sólo que, analíticamente hablando, ¿cómo se las reconoce? ¿Señala esto ya el orden de las preguntas: para saber dónde están los hombres-es la pregunta que introduzco yo-bastaría con preguntarles a los sujetos que "tienen la experiencia de lo femenino"? Este interrogante lo extraje, por una parte, de la lista de síntomas que se le atribuye al presunto declinar de la función paterna (disminución de las relaciones sexuales, virtualización de la vida en pareja, éxito del Viagra y de otras ayudas, repliegue de las mujeres sobre sí mismas, etc.) y, por otra parte, del afligente 2 espectáculo, para mí, de la lucha por el poder (por una Europa "poderosa", etcétera) de la mayoría de los "hombres (y de las mujeres) políticos" y, por último, de las quejas de algunos(as) de mis analizantes. Internet me trae una inesperada contribución en forma de diaporama en 25 puntos sobre la ventaja de ser hombre: no tiene que maquillarse, ni fingir (incluyendo el goce), ni disimular su olor, sus cabellos, sus arrugas, ni cuidar particularmente su vestir, etc. ¡Tal enumeración va en sentido contrario-ya lo subrayó Patricia León-a la acostumbrada manera como se comprende la tesis según la cual la mascarada Desde un lugar hasta la experiencia 1