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Colaboración para el folleto Bimensual, Colibrí Núm 7 del Centro Cultural Nana Chela. Junio-Julio/2015
Sed Paraguayensis Usted ha encontrado un tesoro polifónico. Las presentaciones recogidas en este volumen fueron enunciadas originalmente durante dos jornadas de videoconferencia pandémica a finales de agosto de 2021. Como tantos otros eventos digitales del período, sortearon los desafíos de acoples e interferencias inesperadas, errores de conexión, incluso un corte de luz. La riqueza de ambos encuentros se hizo evidente en los diálogos tras las ponencias, sólo posibles por cierto tono íntimo pero inquieto compartido entre los expositores y curado por Cristino Bogado. La singularidad de cada perspectiva permitió superar la chatura que caracteriza, generalmente, la mediación digital. Así se dio fruto a este libro sinuoso y vivaz con textos de Douglas Diegues, Jorge Kanese, Alejandra Peña Gill, Léonce W. Lupette, Gregorio Gómez Centurión y Montserrat Álvarez. Sus textos abordan y desbordan la hilacha colorida de las Lenguas de la Poesía Paraguayensis para conformar un pequeño ñandutí. Esta tela de araña se pregunta por las lenguas, la poesía, lo paraguayensis, y en cada nudo-interrogante proliferan nuevos horizontes. Es un libro generoso, abrigo para lectores disímiles: para el lingüista del jopará y el kurepa trasnochado, los eruditos boreales con estipendio y los anarco-downloaders a pulmón, amantes del verso y curiosos irremediables. Neófitos y macerados habrán de disfrutarlo por igual. Junto con Ya estamos caminando por esta tierra reluzente perfumada, Antología de Poesía Paraguayensis compilada por Diegues en 2016, y acaso como contraparte ensayística, este tomo ofrece nuevas vías de entrada a ciertas preocupaciones actuales que, por ser intensamente paraguayensis, no pueden sino trasvasar la real cuenca del Paraná, el poético Mar Paraguayo, el fantasmático Mar Chaqueño del Mioceno Superior. Se trata de cuestionar tradiciones, cánones, territorios, límites y flujos, coquetear con la alemanidad guaraní, la (a)grafía del jopará y del español, el portunhol migrante, la taxonomía de lo paraguayo y la ilusión de las linguas francas. La Poesía Paraguayensis es, entonces, una inundación à venir desde los márgenes de cualquier Historia Mundial de las Letras. Su cosmopolitismo selvagem es inexorable: como sus petroglifos viajeros (desde el Jasuká Vendá hacia la Região Nordeste o hacia la Patagonia), la constante provocación de sus lenguas nos invita 8 Cristino Bogado a preguntarnos por la deriva, los desplazamientos y el panorama futuro. La convocatoria del demiurgo Bogado, sin embargo, suscita a la ambigüedad. Las lenguas no son sólo los idiomas o escuelas estilísticas, sino las plumas a cargo de estos seis enfoques. Ya mencionamos el trabajo anterior del antologador-investigador y poeta Douglas Diegues, que en esta ocasión recupera los esfuerzos del arqueólogo español José Antonio Lasheras y ofrece una reflexión en torno a la pintura rupestre de Amambay y la poesía visual concreta paulista. A su aporte para pensar los límites del lenguaje entre lo verbal/no-verbal se suma Jorge Kanese (microbiólogo, profesor universitario, poeta experimental) cuyo proyecto postula y ensaya la intraducibilidad del fenómeno poético, iluminando/opacando sentidos en pos de sobre-escenificar lo inasible, insuficiente, inagotable. Posteriormente, la museóloga e investigadora Alejandra Peña Gill reformula el paleomapa paraguayensis para cartografiar desplazamientos y traducciones desde el gótico de Ulrico Schmidl hasta la simbolización a base de hilo y aguja de las narradoras indígenas (chaqueñas, guaraníes, afrodescendientes). Los mapas de la poesía paraguaya son cuestionados también por el autor y traductor Léonce Lupette al interrogar temáticas y delimitaciones de lo nacional, sobre todo mediante una revisión de publicaciones locales y extranjeras. Tras el panorama socio-histórico, Lupette desmenuza el perenne y dinámico multilingüismo del Paraguay para sostener que la innovación paraguayensis opera a contrapelo de lo nacional —una idea que acompaña de soslayo todo el volumen. Sin embargo, el octogenario Gregorio Gómez Centurión toma la palabra para trazar otro recorrido, el de la vida junto a la poesía y la militancia socio-gremial con los movimientos campesinos. Además de su experiencia y autocrítica, Gómez Centurión también ofrece matices entre los distintos dialectos del guaraní (paĩ tavyterã, mbyá, guaraní paraguayo, el purismo academicista) y las conexiones que guardan. Gracias a sus ejemplos etimológicos consigue revelar posturas en tensión, reivindicando la potencia y autonomía de los hablantes (y facilitando la comprensión para los extranjeros —como yo). Concluye esta colección el ensayo de la filósofa y poeta Montserrat Álvarez, quien regresa sobre algunos puntos claves (territorio y nación, cánones literarios, mecanismos de dominación simbólica) para confrontar lo dicho y no dicho, lo visible y lo invisible, y en última instancia defender una política literaria transfronteriza, mutante, sedienta. LENGUAS DE LA POESÍA PARAGUAYENSIS 9 Sed Paraguayensis, pues. El proyecto de Cristino Bogado y lxs organizadorxs del encuentro Lenguas de la Poesía Paraguayensis se rige por una pulsión geológica que persevera. Hubo un mar salado y hoy un río dulce (¿y mañana?). Hubo cantos sagrados y hoy misterios insondables (¿y mañana?). La espesura paraguayensis es fervor y no es exclusivamente paraguaya. El Paraguay se espesa donde haya lectura atenta a la escucha, oído atento a la escritura. A usted y a mí nos convoca esa espesura —esa pulsión, esa curiosidad. Por eso estamos leyendo esta misma página. Se trata de devenir paraguayensis: brillante y ambiguo, expansivo y vital. Más allá de lo nacional; más allá de lo monolingüe; irreductible. Eric Barenboim*
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"Tipos o Estereotipos"
Quevedo tiene este mismo juego en otro lugar. Se trata del supuesto epitafio a la Celestina: "Yace en esta tierra fría, / Digna de toda crianza, / La vieja cuya alabanza / Tantas plumas merecía. / No quiso en el cielo entrar / A gozar de las estrellas, / Por no estar entre doncellas / Que no pudiese manchar". "A Celestina", en Obras completas. Tomo II. Obras en verso, 488.
A través de los siglos, la tradición occidental ha asociado al animal con el peligro, lo monstruoso o se le ha identificado directamente con el diablo (así nos lo recuerda el macho cabrío en los aquelarres; el gato negro y las brujas; el murciélago y el vampirismo o la serpiente, símbolo de la tentación y el mal desde el Génesis, a la bestia del Apocalipsis). También en la tradición grecolatina los personajes mitológicos presentan aspectos animales para destacar su perversidad (las Furias tienen serpientes por cabellos, igual que la Gorgona Medusa, o los monstruos poseen garras, escamas o alas membranosas similares a las del murciélago). Sea de procedencia cristiana o pagana, en nuestro imaginario colectivo, el animal ocupa un lugar central y, en especial, el lobo: uno de los más temidos. Lo hallamos en el cuento Caperucita roja, donde el mal se encarna en el depredador que devora a la anciana, o en el teatro clásico catalán, cuyo drama Terra baixa, de Angel Guimerà, termina con el grito del protagonista " he mort el llop, he mort el llop! " , para indicar que ha matado a su perverso patrón que dominaba tierras y gentes. La filosofía hizo célebre la frase de Hobbes: homo homini lupus ('el hombre es un lobo para el hombre'), indicando con esta expresión que cierta maldad innata se esconde en nuestro interior; la mitología recogió la figura del licántropo, ser humano con el poder de transformarse en lobo (licantropía); y la medicina, ha denominado licantropía clínica a una enfermedad mental por la que el paciente cree que es o que se ha transformado en dicho animal y se comporta de acuerdo a ello. En el s. XVI, el cirujano Ambroise Paré escribe un libro, Monstruos y prodigios (1575), en el que la mayoría de monstruosidades que recopila son un híbrido de patas, alas, escamas… y rasgos humanos, indicando así que lo anormal adopta formas animalescas. A partir del s. XIX, el mal se situará más cercano al hombre, como demuestran escritores de la talla de Mary Shelley, con su Frankenstein (1818), o Stevenson, en El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886), que sitúan la perversidad en el interior del ser humano; y, al llegar al s. XX, Richard Dawkins nos hablará, en su obra El gen egoísta (1976), del egoísmo, factor del que depende la supervivencia humana que, como base biológica de nuestra conducta, justificaría la agresión, la guerra de sexos, el racismo o el conflicto generacional, que podrían considerarse actos derivados de nuestra genética. Consecuencia de este bagaje cultural, nuestro idioma mantiene expresiones que reflejan prejuicios, antiguas creencias y actitudes fosilizadas en relación a los animales que nos permiten hablar de una utilización especista del lenguaje. Sin ni siquiera ser conscientes de ello, suponen un uso impropio y acientífico, además de despreciativo hacia los no humanos. Si el machismo infravalora a alguien por razón de su sexo y el racismo, de su color de piel; el especismo, por el de haber nacido en cualquier especie animal que no sea el hombre. Hallamos muchos ejemplos en modismos populares acuñados de antaño que evidencian el poco valor que concedemos a los animales, como: " matar dos pájaros de un tiro " (indicando que dar muerte a varios animales a la vez es bueno) o " Coger al toro por los cuernos " (invitación a enfrentarse a un problema y acabar con él). Estas expresiones siempre nos sitúan en la mirada del humano que se siente superior, controlando la situación y velando por sus necesidades.
La Jornada Aguascalientes, 2016
Hace algunos años, y durante algunos años, estudié el problema de la mentira. No me interesaba el tema por algún asunto personal o existencial. Para nada. Lo hacía porque la mentira mete en apuros a la epistemología, al menos en lo que se refiere al conocimiento de otras mentes. Me explico. Día a día todos nosotros pretendemos saber cosas acerca de otras personas: pretendemos saber que están tristes, contentas, que sienten dolor, que creen y desean ciertas cosas y no otras. Gracias a ese pretendido conocimiento podemos relacionarnos y confiar en ellas. La gran mayoría de las veces lo que sabemos es gracias a lo que las personas nos reportan verbalmente, otras veces por medio de su conducta, de cómo se comportan. Muchas veces acertamos, pero muchas otras no, y no lo hacemos porque mienten. Todo el mundo miente y mucho (Dr. House dixit).
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El lenguaje de los animales y los niños, 2020
Revista Chilena de Antropología, Chungará, 2004