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Cuarta edición: octubre 1995 Editorial Seix Barral, S. A. Cubierta: Paisaje tropical. Indio luchando con un mono (fragmento) Henri Rousseau -1910 Saúl había entrado a San Marcos, a seguir abogacía, para dar gusto a Don Salomón. Por él, se hubiera puesto más bien a ayudarlo en La Estrella, que le daba muchos dolores de cabeza a su padre y le exigía más esfuerzo de los que se merecía, a sus años. Pero Don Salomón fue terminante. Saúl no pondría los pies detrás de ese mostrador. Saúl jamás atendería a un cliente. Saúl no sería un comerciante como él.
La técnica teatral es un trampolín. Y el actor es un saltador. … el vuelo, es el arte. Será arte de él, tirarse bombita cabeza, palito, o hacer saltos ornamentales. Sin que en ello no vaya mas que el arte mismo del actor: saber usar sus condiciones para trascenderlas, revolucionar las formas, utilizar las condiciones que posee para hacer lo mejor que pueda para crear. Sea esto una bombita cabeza, sea una doble mortal. Asi como el saltador, el practicante quiere tirarse al agua, pero con la entrega y el estado de estar mas allá de simplemente Mojarse, no nos queremos Mojar, nos queremos inundar, nos queremos pájaros antes de entrar en el agua, queremos despegarnos y sentir lo mas liviano que nos sostiene, sin peso, para arremeter con toda nuestra existencia en la densidad mayor de este drama de turno que es metafóricamente el Agua.
Bajo la intensa lluvia tropical de una oscura noche de verano de 1972, Juana García dormía profundamente, en su pequeña choza en el centro de Cieneguita. Soñaba, que un fornido indio de largos cabellos grises fumaba junto a su cama…; éste, bajó la pipa que sostenía entre los labios y cantó suave una dulce melodía:-Brilla estrella en lo alto del firmamento, en el sueño eterno brilla bella. Brilla estrella, brilla… El aguacero redoblaba insistente sobre las míseras latas herrumbradas que servían de techo a la humilde vivienda. El indio, aún dentro del sueño de Juana, se quedó quieto
Era casi diciembre y Jonás empezaba a estar asustado. «No, no es ésa la palabra», pensó. Estar asustado es tener esa sensación profunda y odiosa de que va a pasar algo terrible. Asustado había estado un año antes, cuando un avión no identificado sobrevoló por dos veces la Comunidad. Jonás lo vio las dos veces. Guiñando los ojos para mirar al cielo, vio pasar el esbelto reactor, una forma casi borrosa por la velocidad que llevaba, y un segundo más tarde oyó el estampido que lo seguía. Y luego otra vez, al cabo de unos instantes y en la dirección contraria, el mismo avión.
Un capacitor es un componente electrónico, el cual puede describirse como dos placas de material conductor, separadas por un aislamiento, comúnmente llamado dieléctrico, es posible que los materiales dieléctricos -como el aire o el papel-retengan una carga debido a que los electrones libres no pueden fluir a lo largo de un aislador, sin embargo esta carga debe ser aplicada por alguna fuente, véase la figura siguiente.
Sé muy bien que os sentiréis intranquilos porque hace muchísimo tiempo que no escribo. Mi madre debe de estar muy enfadada, y sin duda Clara pensará que llevo una vida desenfrenada y que olvido a mi dulce ángel, cuya imagen llevo profundamente grabada en mi memoria. Pero se equivoca. Pienso en todos vosotros cada día, y contemplo el encantador rostro de Clara, con su inocente sonrisa y sus ojos claros, igual que cuando regresaba a casa... Sin embargo, ¡cómo voy a escribiros en mi estado actual!... ¡Me ha ocurrido algo espantoso! Oscuros presentimientos de un hado fatal se ciernen sobre mí como negros nubarrones impenetrables a la luz del sol... Necesito contarte lo que me ha sucedido; sin embargo, sólo de pensarlo se me hiela la sangre... ¡Ah, mi querido Lothair! ¡Qué puedo decirte para que comprendas, siquiera de un modo aproximativo, que lo que me ocurrió hace algunos días ha trastornado por completo mi vida! Si estuvieras aquí, tú mismo podrías verlo; no obstante, estoy seguro de que me consideras un supersticioso visionario... En resumidas cuentas, el espantoso acontecimiento que me sucedió, y cuya tremenda impresión en vano me esfuerzo en olvidar, no es otra cosa sino que hace días, precisamente el 30 de octubre, a las doce del mediodía, un vendedor de barómetros entró en mi casa para ofrecerme su mercancía. No le compré nada, y le amenacé con tirarle escaleras abajo, cosa que no hice gracias a que él se retiró prudentemente.
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