Los recientes acontecimientos mundiales -furibundos ataques terroristas y represión estadounidense indiscriminada, ambas acciones igualmente demenciales-evidencian de la mejor manera la condición límite de nuestro tiempo y la necesidad nunca mejor justificada de un planteamiento serio y profundo sobre el destino de la humanidad en su conjunto y el carácter de la cacareada sociedad global de nuestra época. Es la hora quizás en que las construcciones y reflexiones que el ser humano ha ido elaborando a lo largo de toda su historia sobre sí mismo, su condición, sus posibilidades y alcances, se encuentren en la situación de ponerse a prueba y enfrentarse de lleno con la práctica y la vida. Probablemente vivimos un momento decisivo, y por esta razón extraordinario, respecto a las posibilidades del pensamiento y la reflexión, de la filosofía, un momento en el que ésta (incluidas variantes tales como ciertas cosmovisiones, ciertas formas de pensamiento teológico-religioso, etc.) que siempre había hablado de lo universal o, al menos, apuntado a lo universal, ya no tenga más que asumir este carácter como algo meramente conceptual, como una pura posibilidad o un programa utópico, sino como una realidad cercana, una posibilidad factible, un mundo efectivo. Se estaría dando así en nuestros días una especie de "autoalcance" entre la filosofía y el mundo real, 1 un necesitarse y remitirse entre ambos de una manera totalmente inédita y, como decimos, excepcionalmente decisiva. Probablemente ésta sea la hora de la filosofía.