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Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.» Eduardo Germán María Hughes Galeano (Montevideo, 3 de septiembre de 1940), conocido como Eduardo Galeano, es un periodista y escritor uruguayo, una de las personalidades más destacadas de la literatura latinoamericana.
2021
Eduardo Galeano fue periodista y escritor uruguayo, aclamado y considerado como siendo unos de los más destacados artistas de la literatura latino americana. Sus textos son relatos históricos verídicos contados de manera lúdica, como si fueran cuentos de hadas leyendas folclóricas. Su poesía es igualmente dotada de una voz de sujeto lítico único. El estilo del lenguaje del discurso del poeta es inconfundible. En este trabajo traigo fragmentos de distintas obras del escritor rellenos de estos elementos de la cultura y de la memoria. En los versos y en los pequeños cuentos de Eduardo Galeano identificamos una ética del escribir a través de conceptos usados por Elias Canetti, de la creación de un espacio para el saber, un espacio para que seres humanos vivan sus fantasías y tragedias por medio de la metamorfosis y de la resignificación. Artigo está licenciado sob forma de uma licença Creative Commons Atribuição 4.0 Internacional.
P Pa at ta as s A Ar rr ri ib ba a L La a E Es sc cu ue el la a D De el l M Mu un nd do o A Al l R Re ev vé és s Para Helena, este libro que le debía.
división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta. Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones. Este ya no es el reino de las maravillas donde la realidad derrota a la fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata. Pero la región sigue trabajando de sirvienta. Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente de reservas del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos. Son mucho más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los vendedores; y al fin y al cabo, como declaró en julio de 1968 Covey T. Oliver, coordinador de la Alianza para el progreso, "hablar de precios justos en la actualidad es un concepto medieval. Estamos en plena época de la libre comercialización..." Cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios. Nuestros sistemas de inquisidores y verdugos no sólo funcionan para el mercado externo dominante; proporcionan también caudalosos manantiales de ganancias que fluyen de los empréstitos y las inversiones extranjeras en los mercados internos dominados. "Se ha oído hablar de concesiones hechas por América latina al capital extranjero, pero no de las concesiones hechas por los Estados Unidos al capital de otros países ... es que nosotros no damos concesiones", advertía, allá por 1913, el presidente norteamericano Woodrow Wilson. Él estaba seguro: "Un país-decía-es poseído y dominado por el capital que en él se haya invertido". Y tenía razón. Por el camino hasta perdimos el derecho de llamarnos americanos, aunque los haitianos y los cubanos ya habían asomado a la historia, como pueblos nuevos, un siglo antes que los peregrinos del Mayflower se establecieran en las costas de Plymouth. Ahora América es, para el mundo, nada más que los Estados Unidos: nosotros habitamos, a lo sumo, una sub América, una América de segunda clase, de nebulosa identificación. Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra. (Hace cuatro siglos, ya habían nacido dieciséis de las veinte ciudades latinoamericanas más pobladas de la actualidad). Para quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de América Latina no son otra cosa que el resultado de su fracaso. Perdimos; otros ganaron. Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos: la historia del subdesarrollo de América Latina integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial. Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra, y los alimentos se convirtieron en veneno. Por eso en este libro, que quiere ofrecer una historia del saqueo y a la vez contar cómo funcionan los mecanismos actuales del despojo, aparecen los conquistadores en las carabelas y, cerca, los tecnócratas en los jets, Hernán Cortés y los infantes de marina, los corregidores del reino y las misiones del Fondo Monetario Internacional, los dividendos de los traficantes de esclavos y las ganancias de la General Motors. También los héroes derrotados y las revoluciones de nuestros días, las infamias y las esperanzas muertas y resurrectas: los sacrificios fecundos. Cuando Alexander von Humboldt investigó las costumbres de los antiguos habitantes indígenas de la meseta de Bogotá, supo que los indios llamaban quihica a las víctimas de las ceremonias rituales. Quihica significaba puerta: la muerte de cada elegido abría un nuevo ciclo de ciento ochenta y cinco lunas.
Emilio Rucandio Palomar 1. Presentación, "a mi modo y manera", de Eduardo Galeano De la información de la vida y obra de Eduardo Galeano (Montevideo, Uruguay, 3 de septiembre de 1940-Montevideo, Uruguay, 13 de marzo de 2015), me voy a detener en algunos aspectos que pueden pasar desapercibidos y que, sin embargo, desde mi punto de vista, nos aproximan bastante bien a este gran escritor "sentipensante", como él mismo se define. No obstante, antes de ir a dichos aspectos, voy a transcribir un breve texto en el que Galeano habla de sí mismo, titulado "Nombres/3": Me firmo Galeano, que es mi apellido materno, desde los tiempos en que empecé a escribir. Esto ocurrió cuando yo tenía diecinueve años, o quizá apenas unos días, porque llamarme así fue una manera de nacer de nuevo.
Eduardo Galeano ha mantenido su conducta y enarbolado sus valores en todas las circunstancias del último medio siglo. Sus artículos y viñetas, sus libros, dan testimonio de su excelencia como escritor, su compromiso permanente con los que sufren la violencia, el despojo y el olvido, y su confianza en la solidaridad como recurso humano principal para lograr un mundo nuevo para todos
Entrevista a Eduardo Galeano en el contexto de la revista "Crisis" y las dictaduras latinoamericanas de los años setenta.
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Diccionario Biográfico Español. XVII Echeverz y Subiza – Esteban Castillo- Madrid: Real Academia de la Historia, 2011
NUEVAS VENAS Palabras e imágenes inspiradas por Eduardo Galeano , 2022
Contrapunto. Revista de Crítica Literaria y Cultural de la Universidad de Alcalá, 2025