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FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO

2010, publicada en EXITBOOKS: Miedo. Realidad y Ficción, nº 13, 2010, pp.110-114.

Key takeaways

  • Pero hemos de esperar al cine para obtener la primera construcción de Frankenstein que no surge hasta más de un siglo después, con la película de James Whale (1931) quien aquí introduce dos aspectos que irán a partir de entonces esencialmente unidos a la criatura: uno el rayo de energía (electricidad) que da vida al tejido inerte (siguiendo la idea de los galvanistas que la propia Shelley cita en su prologo).
  • Esta vuelta de tuerca por la que ya nadie puede saber si es humano o replicante recoge la ambigüedad con la que Mary Shelley trata al monstruo, quien demuestra en muchos casos ser más humano que su propio creador.
  • Tan entregado está a su propia creación que pierde el sentido de su obra destruyendo de hecho aquello que más quiere y necesita.
  • A este respecto, el legado de Frankenstein es claro: la ciencia, y el conocimiento en general, deben tejer un territorio político donde reivindicar lo que el paleoantropólogo Eudald Carbonell ha llamado "la humanización de la especie", es decir el proceso de humanizar a la humanidad, un reto evolutivo que desde luego puede valerse de los avances para hacer del humano un Coloso (más poderoso y perdurable) pero no un monstruo (deshumanizado) que domina, explota y devora a los otros y a su propio entorno.
  • Coincidiendo así paradójicamente con la manera en la que la mirada masculina ha construido el cuerpo femenino desde la Grecia clásica si atendemos a cómo Zeuxis pintó un retrato de Helena de Paris, paradigma de belleza: a base de escoger los fragmentos más bellos de los cuerpos seleccionados entre las más hermosas.