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La melancolia de la ruina

Lo que se aterra en las profundidades del hombre es la oscura conciencia de que en él vive algo que, siendo muy poco ajeno al animal que provoca la repulsión, puede ser reconocido por este [...] No le es lícito negar su parentesco bestial con ella, a cuya llamada responde con repulsión: ha de enseñorarse de ella. Walter Benjamin, Calle de dirección única L a ruptura de la imagen del hombre con su cosmos y de la unidad del sistema que residía en la cristiandad como la única autoridad que no podía ser cuestionada, dan la pauta a la concepción del mundo ilustrado, y traen consigo un proyecto racional derivado de las profundas transformaciones socioculturales e intelectuales, según las cuales el ser humano se mira como autor de su propia vida, creador de una identidad individual y vehículo único para el dominio de un mundo racionalizado. 1 Con tal pretensión de liberar al mundo de su concepción mitológica se impulsa el desarrollo de la ciencia y la moralidad como leyes universales. La esperanza está puesta en que tanto las artes como las ciencias controlen las fuerzas naturales, pero también en que fomenten la comprensión del mundo y del sujeto, lo que suscita progreso moral, justicia de las instituciones e incluso la felicidad de los seres humanos basada en la libertad. Pero ¿en verdad en las modernas libertades democráticas la elección libre está en manos del individuo? Durante los siglos xix y xx, aquella reivindicación del Estado moderno como la mayor manifestación de la razón, ya estaba plagada de contradicciones: era a la vez portador de progreso y de destrucción. El siglo xx muestra un desgarramiento interior con la evidencia del fracaso del proyecto de la Ilustración. Ello conduce a la constitución de sujetos que tratan de salvarse del naufragio de la identidad cerrada y de los valores racionales por medio de creencias totalitarias, de las que el propio Walter Benjamin, filósofo judío y alemán, fue víctima. Así, a lo largo de su obra, podemos vislumbrar la concepción de un mundo moderno irremediablemente vacío por la derrota que la voluntad ha tenido, en donde la pérdida de nociones como lenguaje puro, aura, dios, narrador, han sucumbido frente a un mundo vuelto estado de excepción y sistema. Un nuevo concepto de soberano y soberanía La ética protestante luterana, anunciada por Max Weber como la columna vertebral del espíritu moderno, inaugura la concepción del mundo como el lugar terrenal, eficaz por mantener cierta lejanía con respecto a las prácticas mágicas y de las tradiciones religiosas extramundanas encaminadas a obtener la gracia de Dios. De ese modo, el capitalismo, como producto de esta ética, va a rechazar que «las buenas obras pueden