2014, Insula. Revista de Letras y Ciencias Humanas 813
El artículo forma parte de un dossier monográfico sobre Delmira Agustini publicado en la revista Ínsula en 2014 para conmemorar el centenario de su muerte (1914-2014) en el que colaboraban los prestigiosos críticos y escritores Cristina Peri Rossi, Fernando Aínsa, Rosa García Gutiérrez y Carina Blixen. Fue importante el espacio dedicado a Delmira Agustini en una publicación de la relevancia y visibilidad cultural de Ínsula en ese número 813 porque contribuyó a volver la mirada crítica hacia una escritora imprescindible del Modernismo hispánico cuya obra no ha sido suficientemente leída, trabajada y valorada. Por otra parte, el trabajo deja constancia de la continuidad y fortalecimiento a lo largo de 20 años de carrera académica de uno de sus ejes de investigación fundamentales: Delmira Agustini en el contexto de la Modernidad hispánica y rioplantense, tema de mi tesis doctoral que dio lugar a dos libros (Peter Lang, 2005 y Verbum, 2008). El artículo, en concreto, explora la idea de que Delmira Agustini es una poeta que conoce la tradición, está inmersa en el espíritu estético de su época –decadentismo, simbolismo, modernismo-, cuyo código domina para imitarlo, reelaborarlo, desestabilizarlo, transformarlo y reflexiona sobre el oficio creador, sus propósitos y proyecciones. Lejos de la espontaneidad o falta de planificación que la mirada crítica patriarcal le atribuía, se percibe un interés y trabajo consciente en su construcción poética. Es una poeta exigente y tenaz, autosuficiente e inconformista, que lee con avidez y rigor, anota y corrige con insistencia, reescribe, selecciona, piensa, polemiza y dialoga en sus textos, poemas y cartas, directa o indirectamente, con otros autores mayoritariamente masculinos. Delmira Agustini trata de estar al día de las novedades, intercambia impresiones y libros, los pide a París y publica en revistas poemas, retratos femeninos de sociedad nada complacientes y algunos textos que dejan constancia de su ars poética y de una conciencia moderna de la profesionalización del escritor. Y todo ello en el marco estricto, necesariamente limitado, que el campo cultural ofrece a una mujer en el Montevideo de entresiglos. Son sus lecturas, esa meditada formación intelectual –incompleta en la medida en que todas lo son-, junto a su inteligencia y una pulsión poética de la que nunca duda, lo que le permite renovar el imaginario modernista, desarticularlo sin disolverlo, y dar, a esta estética, un audaz giro desde otro lugar, creando un universo propio. En definitiva, no podemos hablar de la creación de Agustini como si fuera poeta de un solo proyecto y de una sola concepción, de la misma manera que no podemos considerar a un Baudelaire, igualmente con una obra mínima, poeta de una sola poética. Agustini, mujer de genio, toma de sus precursores la retórica, la sensibilidad, pero también la consciencia de lo importante que es, para la poesía moderna, la evolución, la experimentación y originalidad en la búsqueda de una voz propia. Así, subvierte las prácticas poéticas modernistas y decadentes, pero previamente las imita. Conoce, además, los complejos mecanismos de funcionamiento y autorización del campo literario con cuyos términos negocia permanentemente en su deseo de inscripción en el mismo y por eso abre cauces de expresión múltiples que no agota del todo. Escribe con denuedo en ambas direcciones: para afuera y para adentro. Y lo hace desde una inconfundible libertad creativa.