2020, miqueas
Miqueas 6:8-15 Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro viaje por el libro del profeta Miqueas, y volvemos al capítulo 6 de este breve y profundo libro. En nuestro programa anterior dejamos nuestro estudio en el versículo 8 de este capítulo. Muchas personas piensan que agradar a Dios significa practicar una religión que demanda sacrificios y la realización de muchas obras, porque piensan que las buenas obras se acreditan, como méritos para lograr la salvación y la vida eterna. Pero, veremos que Miqueas dio una respuesta oportuna a las preguntas de muchas personas sinceras del pueblo de Israel que vivían en el reino del norte. Ellos se encontraban en la oscuridad de la ignorancia, no habían sido enseñados suficientemente en la Palabra de Dios. Ellos querían saber cómo podían presentarse ante Dios; y querían saber si tenían que ofrecer algún tipo específico de sacrificio. También querían saber cuántos sacrificios tenían que traer a Dios, y si tendrían que ofrecer a sus propios hijos como sacrificios humanos, una práctica bastante habitual en medio de los pueblos paganos de esa época. Miqueas fue muy claro al respecto. Miqueas explicó que Dios nunca había exigido esa clase de ofrenda o sacrificio, y que una religión de rituales externos sin una experiencia interna, sin una realidad personal, no tenía absolutamente ningún valor ante los ojos de Dios. Por lo tanto, las prácticas externas, las ceremonias y ritos, no eran válidas, ni suficientes. Leamos de nuevo el versículo 8 del capítulo 6 de Miqueas: "Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios." "Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno", si usted quiere conocer lo que agrada a Dios, y desea saber lo que Él pide del hombre, aquí lo encontramos claramente explicado. "Y qué pide el Señor de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios". Aquí Miqueas mencionó tres maneras de agradar a Dios. Veamos estas tres expectativas o deseos de Dios. En primer lugar observamos que Miqueas usó la palabra "hombre": "Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno". Esto significa que Dios no sólo habló a las personas que vivían en Israel, en esa época, sino que se dirigió "al hombre" en general, de manera atemporal, al ser humano, en cualquier parte del mundo. No era únicamente para aquellas personas que vivían en el siglo VII A.C., sino también que está dirigido al hombre que vive en el siglo XXI después de Cristo. Recordemos que cuando hablamos de "hombre" se refiere al ser humano, a la persona, no solamente al género masculino. La primera de las tres maneras de agradar a Dios es: "Solamente hacer justicia". Es decir, que debemos tener una conducta y un estilo de vida que llegue a la medida de la justicia de Dios, y satisfaga el sentido de justicia que tiene Dios. Debemos ser personas justas, siempre, incondicionalmente. La segunda es: "amar misericordia". Quiere decir que debemos amar la misericordia de Dios, que se manifiesta en nuestras vidas, y ejercitar la misericordia, con amor, hacia nuestros semejantes. Y la tercera manera de agradar a Dios es "humillarte ante tu Dios". Debemos andar con humildad, sin soberbia, sin rebelión, delante de Dios, reconociendo Su grandeza infinita, y nuestra humana pequeñez. Como indicamos en nuestro programa anterior, estos tres requisitos que Dios busca en Sus hijos sólo pueden ser el resultado de la obra del Espíritu Santo en la vida del creyente. La condición real del ser humano fue descrita por el apóstol Pablo en su epístola a los Romanos, capítulo 3, comenzando con el versículo 9, y concluyendo con el versículo 18. El apóstol presentó al hombre, a la persona, ante el tribunal de Dios y demostró con claros argumentos que es culpable, que está enfermo, enfermo de muerte espiritual. Más aún, el ser humano está muerto en delitos y pecados, y por lo tanto, lejos y apartado de la santidad de Dios. En el mismo capítulo 3 de su epístola a los Romanos, versículo 10, Pablo afirmó: "No hay justo, ni aun uno".