Arquitectura vernácula una memoria rota
He aquí una sola pregunta de larga tradición y varias alternativas excluyentes como respuesta. O, si se pre-fiere, un flujo dialéctico continuo, a manera de res-puestas sucesivas, que mantienen en plena eferves-cencia la reflexión sobre el uso de los términos adecuados y que ni el consenso previo logrado en las reuniones internacionales ha llevado a su fin. Mucho menos si se toma en cuenta que en la reflexión no están incluidas las culturas de África ni de Asia (1). Es que las palabras, si bien nos ayudan a referirnos a la realidad inmediata, cargan su propia y hasta con-tradictoria historia, con frecuencia, paralela (no siempre coetánea) al proceso histórico-social. A ve-ces ellas se adelantan a él, nacen, mueren o evolu-cionan, se transforman y se integran en la cotidiani-dad: modismos, jergas, usos novedosos, etc. En otras ocasiones ellas van detrás de aquel proceso y no lle-gan siquiera a aparecer después de varios años de vigencia de una realidad social (para las nuevas rela-ciones de parejas e hijos, por ejemplo). Incluso las palabras, después de algún tiempo llegan a significar precisamente lo opuesto a su origen: "alquería al ini-cio fue una construcción en un sitio poblado luego, precisamente lo contrario" (2); ener var, según el diccionario, significa debilitar, quitar fuerzas, en cam-bio, en el uso común de amplios sectores: indignar, poner nervioso. Las palabras, pues, tienen vida; con frecuencia con-densan en su historia aquello que queremos desen-trañar para recuperar el matiz, la acepción más ade-cuada y útil a nuestros fines. En ello acostumbraba apoyarse Caro Baroja. Prescindir de este recurso, nos impulsa a identificar fácilmente lo que no es la arquitectura en cuestión. Sea en negativo, por ejemplo: NO ES la arquitectura que responde a las instancias de las categorías estéticas cultas-clásicas-del ámbito de las bellas artes; o, en posi-tivo: ES aquella arquitectura que, como objeto, res-ponde a las instancias anteriores a la revolución industrial. En esta línea de pensamiento, sin darnos cuenta estaríamos haciendo referencia a los facto-res de caracterización. Detrás de lo dicho está implícita una dialéctica entre el IDENTIFICAR como acción inscrita en el ámbito de la formalidad (concreción) y el DEFINIR como acción dirigida hacia la esencialidad (abstracción). Según María Moliner, "VERNÁCULO se deriva del latín vernaculus, de verna, esclavo nacido en la casa del dueño; indígena. Como adjetivo, se aplica co-rrientemente sólo a la lengua, al idioma patrio". Re-sultaría anacrónico asumir la primera referencia y, un poco extraño hablar de "Arquitectura Indígena"; sin embargo, en cuanto nos interesa podríamos asumir sus connotaciones: "nativo, terruño, de la tierra" pero, aun así: ¿hasta qué punto resultaría satisfacto-ria su utilización ?. a arquitectura vernácula, una memoria rota L