Fue una situación financiera que afectó severamente a la economía de Argentina durante fines de los años noventa y principios de los 2000. Macroeconómicamente hablando, el período crítico se inició con la disminución del PBI (producto bruto interno) real en 1998 y terminó en 2002 con el final de la convertibilidad y el regreso al crecimiento del PBI, pero el origen del colapso de la economía de la Argentina, y sus efectos sobre la población, se puede encontrar muchos años antes. Orígenes En 1983, la democracia en el país fue restaurada con la elección del presidente Raúl Alfonsín. Los planes del nuevo gobierno incluyen la estabilización de la economía de Argentina, incluyendo la creación de una nueva moneda, el austral (primera de su clase en no llevar la palabra peso como parte de su nombre), para lo que se requirieron de nuevos préstamos. El Estado llegó a ser incapaz de pagar los intereses de esta deuda y la confianza en el austral cayó. La inflación, que había aumentado entre un 14 y 20% en un mes, creció fuera de control, provocando una hiperinflación. En el mes de julio de 1987, la inflación de la Argentina llegó a 200%, superando el 5.000% para 1989.2 Los salarios reales cayeron a casi la mitad (el nivel más bajo en cincuenta años) y se produjeron diversos paros laborales. En medio de los disturbios el presidente Alfonsín renunció cinco meses antes de terminar su mandato y Carlos Menem, quien ya era presidente electo, tomó posesión. La crisis Argentina perdió rápidamente la confianza de los inversores y la fuga de capitales fuera del país aumentó. En 2001, la gente temiendo lo peor comenzó a retirar grandes sumas de dinero de sus cuentas bancarias, dando vuelta de pesos a dólares y enviándolos al extranjero, provocando una corrida bancaria. Luego, el gobierno promulgó un conjunto de medidas, informalmente conocido como el "Corralito", que restringió la libre disposición de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorros.910 Debido a este límite de indemnización y de los graves problemas que causó en algunos casos, muchos ahorristas argentinos se enfurecieron y salieron a protestar a las calles de las ciudades más importantes del país, sobre todo Buenos Aires. Esta forma de protesta popular que se conoció como "cacerolazo" (golpeando ollas y cacerolas) y se produjeron sobre todo en 2001 y 2002. Al principio, los cacerolazos fueron simplemente manifestaciones ruidosas, pero pronto se incluyó la destrucción de propiedad y los saqueos, a menudo dirigida a bancos, empresas extranjeras privatizadas, y empresas estadounidenses y europeas, especialmente las más grandes. Vallas publicitarias de empresas multinacionales como Coca-Cola y otras fueron destruidas por las masas de manifestantes y muchas empresas instalaron barreras de metal, porque sus ventanas y fachadas de cristal estaban completamente rotas. Los enfrentamientos entre la policía y los ciudadanos se convirtieron en algo común, y los incendios también se establecieron en las principales avenidas de Buenos Aires.