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2020 - Hacia una semiótica de lo cutre

2020

Abstract

Nuestro viajero pasea por calles feas, come en bares feos, compra por tiendas feas, encuentra por todo lado personas feas, pero al rodearse de esta fealdad siente como un brote de felicidad en su pecho, una felicidad que no podría experimentar paseando por las ramblas, o entrando en los bares de copas a la moda de Sant Antoni, o comprando ropas de diseño el El Born. Este brote de felicidad le dice: todo lo que te rodea es feo, pero es verdaderamente tuyo. Es horrible, en el sentido que es estéticamente opuesto a todo lo que la historia y la cultura te empujan a desear, pero es auténtico. Lo feo no se presenta como feo y tampoco se suele sospechar que lo haga. Lo feo es feo fenomenológicamente porque lo es ontológicamente. La belleza auténtica puede ser una mentira (como en una famosa serie de anuncios publicitarios de Dove), pero la fealdad auténtica no: no deseando gustar de ninguna manera a nadie, lo feo transmite a quien lo elija un momento de presencia absoluta: yo estoy aquí, en este lugar horrible, pero este lugar no me miente, no me propone nada y tampoco me pide nada: este lugar feo sencillamente es, como un dios primitivo.