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Un poco cansada, con las compras deformando la nueva bolsa de malla, Ana subió al tranvía. Depositó la bolsa sobre las rodillas y el tranvía comenzó a andar. Entonces se recostó en el banco en busca de comodidad, con un suspiro casi de satisfacción. Los hijos de Ana eran buenos, algo verdadero y jugoso. Crecían, se bañaban, exigían, malcriados, por momentos cada vez más completos. La cocina era espaciosa, el fogón estaba descompuesto y hacía explosiones. El calor era fuerte en el departamento que estaban pagando de a poco. Pero el viento golpeando las cortinas que ella misma había cortado recordaba que si quería podía enjugarse la frente, mirando el calmo horizonte. Lo mismo que un labrador. Ella había plantado las simientes que tenía en la mano, no las otras, sino esas mismas. Y los árboles crecían.
Evita Vive
Evita vive, en Prosa Plebeya. Por Néstor Perlongher. 1. Conocí a Evita en un hotel del bajo, ¡hace ya tantos años! Yo vivía, bueno, vivía, estaba con un marinero negro que me había levantado yirando por el puerto. Esa noche, recuerdo, era verano, febrero quizás, hacía mucho calor. Yo trabajaba en un bar nocturno, atendiendo la caja hasta las tres de la mañana. Pero esa noche justo me peleé, con la Lelé, ay la Lelé, una marica envidiosa que me quería sacar todos los tipos. Estábamos agarrándonos de las mechas detrás del mostrador y justo apareció el patrón: "Tres días de suspensión, por bochinchera". Qué me importaba, rapidito me volví para la pieza, abro... y me la encuentro a ella, con el negro. Claro, en el primer momento me indigné, además ya venía engranada de pelearme con la otra y casi me le tiro encima sin mirarla siquiera, pero el negro-dulcísimo-me dirigió una mirada toda sensual y me dijo algo así como: "Veníte que para vos también alcanza". Bueno, en realidad, no mentía, con el negro era yo la que abandonaba por cansancio, pero en el primer momento, qué sé yo, los celos, el hogar, la cosa que le dije: "Bueno, está bien, pero ésta ¿quién es?". El negro se mordió un labio porque vio que yo había entrado en la sofocación, y a mí, en esa época, cuando me venía una rabieta era terrible-ahora no tanto, estoy, no sé, más armoniosa-. Pero en ese tiempo era lo que podía decirse una marica mala, de temer. Ella me contestó, mirándome a los ojos (hasta ese momento tenía la cabeza metida entre las piernas del morocho y, claro, estaba en la penumbra, muy bien no la había visto): "¿Cómo? ¿No me conocés? Soy Evita". "¿Evita?"-dije, yo no lo podía creer-. "¿Evita, vos?"-y le prendí la lámpara en la cara. Y era ella nomás, inconfundible con esa piel brillosa, brillosa, y las manchitas del cáncer por abajo, que-la verdad-no le quedaban nada mal. Yo me quedé como muda, pero claro, no era cosa de aparecer como una bruta que se desconcierta ante cualquier visita inesperada. "Evita, querida"-ay, pensaba yo-"¿no querés un poco de cointreau?" (porque yo sabía que a ella le encantaban las bebidas finas). "No te molestes, querida, ahora tenemos otras cosas que hacer, ¿no te parece?" "Ay, pero esperá", le dije yo, "contáme de dónde se conocen, por lo menos". "De hace mucho, preciosa, de hace mucho, casi como del África" (después Jimmy me contó que se habían conocido hacía una hora, pero son matices que no hacen a la personalidad de ella. ¡Era tan hermosa!) "¿Querés que te cuente cómo fue?" Yo ansiosa, total igual tenía el encame asegurado: "Sí, sí, ay Evita, ¿no querés un cigarrillo?", pero me quedé con las ganas para siempre de enterarme de esa mentira (o me habrá mentido el negro, nunca lo supe) porque Jimmy se pudrió de tanta charla y dijo: "Bueno, basta", le agarró la cabeza-ese rodete todo deshecho que tenía-y se la puso entre las piernas. La verdad es que no sé si me acuerdo más de ella o de él, bueno, yo soy tan puta, pero de él no voy a hablar hoy, lo único que el negro ese día estaba tan gozoso que me hizo gritar como una puerca, me llenó de chupones, en fin. Después al otro día ella se quedó a desayunar y mientras Jimmy salió a comprar facturas, ella me dijo que era muy feliz, y si no quería acompañarla al Cielo, que estaba lleno de negros y rubios y muchachos así. Yo mucho no se lo creí, porque si fuera cierto, para qué iba a venir a buscarlos nada menos que a la calle Reconquista, no les parece... pero no le dije nada, para qué; le dije que no, que por el momento estaba bien, así, con Jimmy (hoy hubiera dicho "agotar la experiencia", pero en esa época no se
En la práctica clínica uno de los puntos claves para el manejo de un paciente con disnea es determinar el tiempo de evolución (aguda versus crónica) y realizar una buena anamnesis. Hasta en un 75 % de los casos se llega a una buena aproximación diagnóstica sólo con la historia clínica. De cualquier modo, el manejo adecuado de este problema exige, por su variabilidad, ser muy ordenado y sistemá-Libro Virtual del Hospital Argerich tico, siendo fundamentales la historia clínica, exploración física y determinadas exploraciones complementarias. La premura del algoritmo diagnóstico debería marcarla la necesidad de un tratamiento más o menos urgente. En el caso de disnea aguda, suele ser preciso un tratamiento simultáneo, en muchas ocasiones sintomático, hasta que se llega a un diagnóstico para iniciar un tratamiento etiológico. Causas de disnea aguda: Es indispensable evaluar si estas patologías son las causantes ya que requieren tratamiento inmediato Origen Pulmonar Origen Extrapulmonar Obstrucción de vía aérea superior Síndrome coronario agudo Crisis asmática Edema agudo de pulmón cardiogénico EPOC reagudizado Edema agudo de pulmón no cardiogénico Neumotórax / Derrame pleural Alteraciones neuromusculares Tromboembolismo de pulmón Hiperventilación por acidosis metabólica Neumonía Hiperventilación por ansiedad Síndrome de distress respiratorio
Es un compilado de textos del siglo XVIII y XIX sobre amor libre. La noción de amor libre apunta no a la mera posibilidad de tener múltiples relaciones sexuales sino a la de amar a varias personas al mismo tiempo. Reintroduce la noción de camaradería, de compañerismo afectivo. Afirma que se puede querer bien a (querer el bien de) dos o más seres simultáneamente. Insiste en que uno siempre está amando a varios al mismo tiempo, aunque con diferentes intensidades y propósitos. Apuesta, por lo tanto, a una nueva educación sentimental.
Dicenda Cuadernos De Filologia Hispanica, 1984
Las ricas golosinas con que, según el arcipreste de Hita en su "Libro de buen amor", obsequiaban las monjas sus amigos (estrofas 1333-1338), merecían un estudio detenido que tuviera en cuenta las circunstancias necesarias para su cabal comprensión. A saber: 1) el origen y las vicisitudes histórico-culturales por que pasaron tales electuarios hasta su extinción en los siglos XVIII y XIX, como parte de la medicina galénica; 2) las causas que provocaron su abundante uso en la época del arcipreste; 3) la determinación exacta del significado de cada uno. Tal labor la cumple a la perfección un breve libro de J. Pérez Vidal ("Medicina y dulcería en el 'Libro de buen amor'", Las Palmas de Gran Canaria, 1981) que, por desgracia, apareció en una colección rara (Instituto canario de Etnografía y folklore), tuvo una escasa tirada y una distribución muy irregular (al parecer, quinientos ejemplares repartidos sin ton ni son). De ahí que dedique este pormenorizado artículo-reseña al examen del libro.
MoyenAge). 1. Con el chocolate, el tamaño no cuenta. 2. El chocolate da satisfacción, incluso cuando se ablandó.
¿Te has preguntado alguna vez por qué existen las enfermedades? ¿Por qué nos damos golpes o sufrimos accidentes?
ELELLA El Libro del Amor Mágico
A través de tres cuentos en diferentes etapas de la historia y lugares de nuestro mundo, revelando características de la energía del amor mágico como proceso iniciático.
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Universitas Philosophica, 2014
Revista Humanismo y Cambio Social
Revista Tempos e Espaços em Educação
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Estudios Eclesiásticos. Revista de investigación e información teológica y canónica, 2018