Academia.eduAcademia.edu

La genealogia de la moral Biblioteca Nietzsche

Abstract

Primera edición en «El libro de bolsillo»: 1972 Vigésima reimpresión: 1996 Primera edición revisada en «Biblioteca de autor»: 1997 Sexta reimpresión: 2005 Diseño de cubierta: Alianza Editorial Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indem ni zaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o com unicaren públicam ente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o cien tífica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o com unicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización. © De la traducción, introducción y notas: Andrés Sánchez Pascual © Ed. cast.1 Friedrich Nietzsche, Ecce Homo. Introducción, traducción y notas de An drés Sánchez Pascual (El libro de bolsillo, Biblioteca de autor-Nietzsche, Alian za Editorial, BA 0617). Todas las citas de páginas se refieren a esta edición. 7 8 Andrés Sánchez Pascual ciencia, la compasión, el bien y el mal, el sacerdote, y sobre todo, y ésta es una revelación terrible, el sacerdote enmas carado; es decir, el filósofo, esto es, el filósofo habido hasta ahora. Pues yo anuncio una nueva filosofía. Hasta ahora, dice Nietzsche, el filósofo ha distado mucho de ser un espí ritu libre: todavía creía en la verdad. Es necesario pregun tarse por el valor de la verdad, es necesario «poner en entre dicho alguna vez, por vía experimental, el valor de la ver dad» (véase luego, p. 193).

Key takeaways

  • -No es el temor; sino, más bien, el que ya nada tengamos que temer en el hombre; el que el gusano «hom bre» ocupe el primer plano y pulule en él; el que el «hombre manso», el incurablemente mediocre y desagradable haya aprendido a sentirse a sí mismo como la meta y la cumbre, como el sentido de la historia, como «hombre superior»;más aún, el que tenga cierto derecho a sentirse así, en la me dida en que se siente distanciado de la muchedumbre de los mal constituidos, enfermizos, cansados, agotados, a que hoy comienza Europa a apestar, y, por tanto, como algo al menos relativamente bien constituido, como algo al menos todavía capaz de vivir, como algo que al menos dice sí a la vida...
  • Sin embargo, aquí oímos y vemos a la vez que también este espectador y juez olímpico está lejos de enfadarse por esto con los hombres y de pensar mal de ellos: «¡Qué locos son!», piensa al ver las fechorías de los mortales, -y «locu ra», «insensatez», un poco de «perturbación en la cabeza», todo eso lo admitieron de sí mismos incluso los griegos de la época más fuerte, más valerosa, como fundamento de muchas cosas malas y funestas: -locura, ¡no pecado!
  • -Y con esto hemos llegado a la cuestión más se ria: ¿qué significa que rinda homenaje al ideal ascético un verdadero filósofo, un espíritu realmente asentado en sí mismo como Schopenhauer, un hombre y un caballero de broncínea mirada, que tiene el valor de ser él mismo, que sabe estar solo y no espera a jefes de fila ni a indicaciones ve nidas de arriba?
  • Por otro lado, de antemano resulta improbable que una actitud tan interesada con respecto a nuestro pro blema vaya a ser especialmente provechosa para éste: es di fícil que el sacerdote ascético sea, él mismo, el defensor más afortunado de su ideal, por la misma razón por la que una mujer suele fracasar cuando pretende defender a «la mujer en sí», -y mucho menos podrá ser el censor y el juez más objetivo de la controversia aquí suscitada.
  • Sufría también por otras causas, en lo principal era un animal enfermizo: pero su problema no era el sufrimien to mismo, sino el que faltase la respuesta al grito de la pre gunta: «¿para qué sufrir?» El hombre, el animal más valien te y más acostumbrado a sufrir, no niega en sí el sufrimien to: lo quiere, lo busca incluso, presuponiendo que se le muestre un sentido del mismo, un para-esto del sufrimien to.