2018, La panza y el ombligo de Pablo de Rokha
De Pablo de Rokha se sabe que fue excesivo y exuberante, tanto en su obra como en su vida, se sabe que su primer texto importante, Los gemidos, vio la luz en 1922 y según el mito las más de trescientas páginas sirvieron para envolver carne en el matadero. También se sabe que nació en Lincantén (Chile) un 17 de octubre de 1894, que fue militante del Partido Comunista e intentó una "estética dialéctica". Se sabe que publicó más de treinta libros de poemas y algunos de ensayos, que recibió el Premio Nacional ya de anciano, que fue padre, esposo y vendedor, que fundó dos revistas y que confrontó gran parte de su vida con Pablo Neruda. Bautizado como Carlos Ignacio Díaz Loyola, se sabe que tampoco se llamaba Pablo y que su admiración por Nietzsche, oriundo de Röcken, sumado a un viejo apodo de juventud lo llevó a rebautizarse como de Rokha. Con una intransigencia que por momentos se tornaría ridícula, sabemos que vivió quijoteando contra sus propios karmas de viento. Como dijera Leandro N. Alem: Me rompo pero no me doblo; se sabe que Pablo de Rokha se suicidó en la ciudad de Santiago a sus casi 74 años, dejando una obra desbordada que no fue editada todavía de forma completa. Oralidad, ruralidad, experimentación con el lenguaje, cierto tono blasfemo y una desconfianza en los "avances del progreso" propia de comienzos del siglo XX son algunas de las características presentes a lo largo de su obra. En Chile la oralidad es inaugurada por de Rokha, y no por quien hablara de oralidad y coloquialismo escribiendo con métrica; esto lo dijo Germán Carrasco en el número 1 de esta revista a propósito del libro Escritura de Raimundo Contreras (1929). Incluso lo comparó con David Antin y esbozó la idea de haberse adelanto-por el uso de los espacios en blanco en la hoja-a John Cage en su Lecture on nothing (1959). Esos espacios dentro de un mismo verso son los espacios del flujo, de la oralidad y del habla entrecortada, dice Carrasco. ¿Cómo presentar, o dar cuenta de, una obra tan panzona en un par de páginas? Quizá sea por el ombligo. Si bien la idea de totalidad hostigó desde el comienzo a los seres humanos, podríamos decir que tuvo su última hora fuerte en la primera mitad del siglo XX. Joyce o Pound, como ejemplos de lo anglo, y si nos acercamos al Sur (desde posturas estéticas e ideológicas distintas) podríamos pensar en El Aleph (1945) de Jorge Luis Borges, Canto general (1950) de Pablo Neruda o Epopeya de las comidas y las bebidas de Chile (1949) de Pablo de Rokha. Hacer presente "la" o "alguna" totalidad, ya sea desde el intento de representación (Neruda / de Rokha) o desde el comentario irónico de su imposibilidad (Borges); lo cierto es que esa idea-o deseo-está ahí funcionando. Como ya se dijo mucho sobre las ironías o tensiones entre Borges y Neruda, entre Neruda y de Rokha; imagino ahora un diálogo entre Borges y de Rokha. Los imagino despotricar-por izquierda y por derecha-contra el entonces presidente Perón, también los imagino a ambos ironizar sobre Neruda. Pero imagino que, en cierto momento, de Rokha le diría: Borges, yo miré unos segundos ese aleph y lo escribí en 1927. Para bajarle el tono a la pretensión, lo circunscribí desde el título a