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Se trata de la aplicación de la teoría autopoyética de los biólogos chilenos MATURANA y VARELA en la la educación de acuerdo a la condición poética y artística de la naturaleza humana.
Definir la aupoiésis es una tarea muy fácil. Entenderla es complicado. De hecho me tomó un par de años en digerirla completamente y pretendo ser lo mas claro posible para que esta lectura no los lleve un viaje tan largo. Espero hacer honor a estos dos grandes biólogos. Vamos allá La Autopoiésis en sentido estricto se define como "la capacidad de los sistemas de producirse a sí mismos." Esta afirmación nace desde el punto de vista biológico de los seres vivos, pero, si se observa detenidamente, es aplicable a cualquier sistema y, por ende, fenómeno social.
AUTOPSIA, 2017
un examen necesario para determinar la muerte de una persona, las circunstancias como se dieron etc
Partimos de la convicción que la interacción social es un fenómeno básico, a la vez mínimo y fundamental, de la dinámica societaria y un tema por excelencia de las ciencias sociales, aunque conectado con la psicología, la neurobiología y las llamadas ciencias cognitivas.
Para varios estudiosos la autobiografía es una obra literaria, por lo cual analizan sus procedimientos desde la crítica propiamente con que se interpreta la literatura, en vías de una hermenéutica desde los significantes. Personalmente creo que la autobiografía como tal es anterior a la literatura moderna, o al menos desde que los estudios literarios se afincan como tales en sus procedimientos y marcos. Desde la Autobiografía de Flavio Josefo, escrita entre el 94 y el 99 de nuestra era, pasando por innumerables autobiografías de religiosos, místicos, cortesanos, sobre todo burgueses de los siglos XVII y XIX, es que la literatura ha querido asir este corpus, traspapelando la línea entre la ficción como finalidad de una obra literaria y la suspensión de ésta como medio en aras de un relato del yo. A lo que voy es que los regímenes son distintos, las tecnologías críticas también, pero sobre todo el estatuto de lo imaginario y el nombre propio. Aunque suene muy obvio: una novela autobiográfica es una novela, no una autobiografía.
(...) como Jean-Luc Nancy ensaya, debemos tratar de escribir el cuerpo con el cuerpo más allá del horror y la abyección; esta escritura es un proceso ontológico que como veremos más adelante, intento llevar a cabo en mi trabajo artístico personal. Tratar de realizar un análisis del cuerpo es un camino a la deriva, pues en lo relacionado con éste no se tienen verdades absolutas, quizás por el desconocimiento y distanciamiento que tenemos de nosotros mismos; este cuerpo que somos es para nosotros y ahora más que nunca, un extraño. Se impone impidiéndonos continuar con nuestras metas cuando sentimos hambre o cansancio, y parece revelarse en contra nuestra en los estados de enfermedad. Hemos perdido la capacidad, si alguna vez la tuvimos, de saber interpretar sus señales prácticamente relegadas a una capacidad propia de la medicina. Con todo esto, resulta casi inevitable establecer relaciones análogas para describir esos rincones desconocidos del cuerpo o recurrir a un mundo onírico y fantástico fruto de las metáforas cuando tratamos de expresar nuestras sensaciones internas o, dicho de una forma más técnica, nuestro sentido de la propriocepción e interocepción para los cuales apenas existen adjetivos. No le damos importancia salvo en los episodios dolorosos donde el cuerpo se expresa, a través de esas sensaciones intra-orgánicas, la sensación-de-mi. Cada vez nos sentimos más preocupados e influenciados por el cómo nos ven los demás y nos esforzamos en alcanzar lo que se considera un cuerpo óptimo acorde con los juicios médicos y estereotipos de belleza de la sociedad actual; nos medicamos y corregimos nuestros hábitos alimenticios para nivelar nuestro colesterol o ácido úrico y nos sometemos a cirugía para alcanzar la apariencia que deseamos o más bien, que opinamos que los demás desean. El cuerpo, siempre en un constante estado de metamorfosis, se ha transformado en objeto, un producto mejorable, intercambiable y actualizable para satisfacer o superar ese exigente examen de la sociedad. Modificar el aspecto como quimera para modificar nuestro ser social. Creemos saber, paradójicamente según parámetros estéticos y cambiantes, en qué queremos convertirnos o cómo queremos mejorarnos pero ciertamente apenas nos conocemos tal y como somos ahora. El mundo, como decía Jeffrey Deitch, cada vez más, se está transformando en un espejo y nuestra mirada es propulsada en múltiples direcciones hacia el exterior buscando nuestro reflejo en los demás, tratando de hallarnos en el otro sin darnos cuenta de que sin querer nos alejamos demasiado y nos mezclamos en el pastiche social. Si frenáramos este movimiento expansivo y nos detuviéramos en silencio, seguramente podríamos oírlo: el ritmo de la respiración, la sangre fluyendo, algún rugido intestinal... Quizás ese ver hacia afuera debería volverse y mirar hacia adentro, descubriendo que no tenemos que buscarnos tan lejos. Lo que somos, estuvo siempre ahí: un cuerpo.
1. Amigo Velazco: el asunto de Creso, acerca de cuya entronización y tiranía conversamos tantas veces a favor de mi lámpara, entrará hoy en este Cuaderno según el pie científico de una necropsia. En rigor de verdad, Creso no ha bajado aún a la tumba, sino que agoniza velozmente; por lo cual, y mejor que una necropsia, le convendría una biopsia in extremis. Pero su fin se halla tan próximo, que, a mi juicio, no pasará la noche. Dios ejerce una Misericordia tan abismante como su Justicia y su Paciencia. Debo recordarle ante todo que la innoble figura de Creso no hace fluir ahora por vez primera la tinta ecuánime de mi estilográfica: ya la describí hace años en mi Adán Buenosayres y en su Infierno de la Violencia, donde Creso aparece junto a los ladrones y como responsable del "robo universal" más tremendo que haya soportado el ciclo. En estas páginas estudiaré la magnitud y natura de tan formidable asalto, y sobre todo sus consecuencias desastrosas, ya que nuestro buen hombrecito, detrás de sus fines, utilizó como armas la mistificación y la corrupción, de modo tal que, bajo su férula, no quedó ninguna institución, arte o saber humanos que sea reconocible hoy en su nobleza original.
ii Agradecimientos Expresamos nuestra mayor gratitud y aprecio a:
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