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Sobre el cuerpo

Abstract

El discurso sobre el cuerpo ha adoptado formas diversas a lo largo de la historia, muchas de ellas irreconciliables entre sí. El cuerpo se ha visto hundido en la nada, relegado al grado ínfimo de ser, combatido con represivos protocolos de culpa… "¿No nos habremos inventado el cielo con el solo fin de hacer que los cuerpos decaigan?" Pero también ha sido engrandecido, extendido en sus posibilidades y atravesado por conocimientos inunificables. En cada caso, la configuración del cuerpo ha tenido lugar, aunque también se puede pensar en el cuerpo como algo sobre lo cual se han ido asentando conglomerados de relaciones, los cuales, por mucho que se hayan ido contradiciendo entre ellos y consigo mismos, tocaban un sustrato común a todos. Aunque sea atrevido pensar que, mientras los discursos han ido variando, el cuerpo al que se aplicaban ha permanecido idéntico, en cierto sentido es legítimo: la condición corpórea, o lo que el lenguaje no ha conseguido atrapar en la totalidad de su riqueza, es lo que nos permite recorrer retrospectivamente dichos discursos y entender que todos fracasaban en lo mismo, en su propia encarnación. El cuerpo despeja todas sus variables sedimentadas a lo largo de la historia, dando como resultado último una indeterminación. Hoy por hoy, esta indeterminación es un hecho, el dato marginal de las ciencias. Las miradas científicas, en cuanto creen atrapar la esencia de la corporalidad, chocan entre sí, incapaces de ponerse de acuerdo, y al mismo tiempo entran en conflicto con puntos de vista no científicos; y si, en vez de enclaustrarse en una perspectiva determinada, tratan de abarcar el cuerpo de manera multidisciplinaria, bizquean y pierden su carácter de rigurosa rectitud. Además, la condición incierta del cuerpo se muestra como una consecuencia ontológica irremediable. El lenguaje, si es tal, es porque sale de sí mismo hacia las cosas, hacia lo que se hace patente en virtud del cuerpo, el cual no deja de ser una cosa, esa cosa que abre la puerta a las demás. En última instancia, no hay lenguaje que no sea del cuerpo, que no toque las cosas mismas, que no sea hecho desde un cuerpo y para otros. Si no es así, y sospechamos que un determinado discurso se encuentra encapsulado en su mero carácter incorpóreo, entonces nos parece que el lenguaje pierde pie y emprende el vuelo, flotando en palabrerías sin contenido. El cuerpo, de esta manera entendido, comparece como la referencia del lenguaje, como aquello que dota de sentido a la alusión de las palabras: el afuera del lenguaje, la condición de posibilidad de la inteligibilidad, porque lo inteligible, o toma cuerpo, o no es tal. Esta noción no es otra que la del cuerpo en tanto que sensorialidad, que de suyo es contrapuesta al orden del pensamiento, siendo ambos planos tan interdependientes como irreconciliables. La pretensión de captar la singularidad del cuerpo a través de la universalidad del lenguaje se ve abocada a una contradicción lógico-ontológica. El cuerpo dota al discurso de sentido mientras queda fuera de él; pero un discurso que no toque al cuerpo es pura charlatanería. Es necesario que la abstracción propia del lenguaje culmine en esa concreción singular de las cosas que queda evacuada en esta misma abstracción. El cuerpo hace inevitable esta contradicción.