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Gregorio -dijo la voz de su madre-, son las siete menos cuarto. ¿No ibas a salir de viaje? ¡Qué voz tan dulce! Gregorio se hororizó al oír en cambio la suya propia, que era la de siempre, pero mezclada con un penoso y estridente silvido, que en el primer momento dejaba salir las palabras con claridad para, al prolongarse el sonido, destrozarlas de tal forma que no se sabía si se había oído bien. Gregorio querría haber contestado detalladamente y explicarlo todo, pero en estas circunstancias se limitó a decir: -Sí, sí, gracias madre. Ya me levanto.
Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el cual casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación al grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto.
Gregorio -dijo la voz de su madre-, son las siete menos cuarto. ¿No ibas a salir de viaje? ¡Qué voz tan dulce! Gregorio se hororizó al oír en cambio la suya propia, que era la de siempre, pero mezclada con un penoso y estridente silvido, que en el primer momento dejaba salir las palabras con claridad para, al prolongarse el sonido, destrozarlas de tal forma que no se sabía si se había oído bien. Gregorio querría haber contestado detalladamente y explicarlo todo, pero en estas circunstancias se limitó a decir: -Sí, sí, gracias madre. Ya me levanto.
Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto.
Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto.
I Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto". Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza, veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo.
Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto.
Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el que casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación con el grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto.
2 ( © Pehuén Editores, 2001 FRANZ KAFKA LA METAMORFOSIS I UANDO GREGORIO SAMSA despertó una mañana tras un sueño inquieto, se encontró en su cama convertido en un horrible bicho.
Un día, Gregorio Samsa despertó tras un sueño intranquilo, y se encontró convertido en un monstruoso insecto negro y con muchas patas. No sabia qué le había sucedido. En un principio pensó que quizás era un sueño, y que tenía que dormirse otra vez. Pero no podía. Siempre se acostaba con la misma postura: esta vez le era imposible; además, sentía un dolor leve y punzante. Se lamentaba de su profesión: era viajante de comercio. Una parte de su cuerpo le escocía, la miró, y vio que estaba llena de puntitos blancos. Si hubiese sido por él, hubiera dejado hacía ya tiempo su empleo, pero sus padres debían pagar unas deudas a su jefe y no podía dejarlo. Así pues, cuando lo hubiera pagado todo, tenía decidido cantarle las cuarenta al jefe y marcharse. Recordó que tenía que levantarse, ya que a las cinco tenía que coger el tren. Miró el despertador, ya eran las seis y media. La alarma estaba puesta, pero él no se había despertado. El siguiente tren salía a las siete, pero si quería cogerlo, tenía que darse mucha prisa. Pensaba en decir que estaba enfermo, pero durante cinco años no lo había estado, así que pensó que no se lo creerían. Su madre llamó a la puerta para preguntarle si tenía que marchar de viaje. Gregorio pensava cómo salir de la cama. Primero pensó en arrastrarse, pero se dio un golpe en la cabeza. Después pensó en sacar la parte superior, pero al verse colgando tuvo miedo de abrirse la cabeza. Finalmente, decidió hacerlo a la inversa. Quería arriesgarlo todo, pero después pensó que meditar era lo más sensato. Quería salir de la cama balanceándose, pero tenía miedo de producir un gran estruendo. Estando a medias fuera de la cama, se dio cuenta de que si alguien le ayudaba sería mucho mejor. Llamaron a la puerta del piso: era el principal que veía a buscarlo y a pedir explicaciones. Gregorio salió rápidamente del lecho. Avisaron a Gregorio de que había llegado el principal, en su busca. La madre, defendiéndolo, dijo que no se encontraba demasiado bien. El padre insistió en que abriera la puerta y la hermana, en la habitación de la derecha, empezó a llorar. El principal terminó enfadándose y exigiendo una explicación. Además, le dijo que su posición en el almacén corría peligro porque su trabajo no era del todo eficaz. Gregorio gritó que una ligera indisposición le había hecho retardar, pero que dentro de poco iba a salir de la habitación. Añadió que iba a coger el tren de las ocho y que, por favor, estuviera de su parte y le protegiese. La madre pidió a Grete que fuera en busca del médico, y el padre a Ana (criada), que fuera a buscar un cerrajero, ya que Gregorio cerraba la habitación con llave. Las palabras de Gregorio resultaban inintelegibles, todos se habían percatado de que alguna cosa sucedía. Con la boca intentó hacer girar la llave, al fin lo consiguió; pero le costó un poco porque no tenía dientes, pero sí unas mandíbulas muy fuertes. Cuando la madre lo vio, avanzó unos pasos, pero acto seguido se desplomó. El padre lo amenazó con el puño y se puso a llorar. El principal se dirigió hacia el recibidor. Gregorio anunció que en un momento se vestía, lo preparaba todo y cogía en tren. No podía permitirse dejar ir el principal, por lo que intentó ir hacia él. La madre se puso a gritar y volvió a desplomarse; el padre cogió el bastón del principal y un periódico y empezo a dar golpes en el suelo, como queriéndolo matar. Gregorio suplicó, pero nadie lo entendía. Intentó dar la vuelta rápidamente (extraordinaria lentitud) sin que su padre le diese un golpe. Se apretujó en el marco de la puerta, quedando allí atascado. Su padre le dio por detrás tal golpe que entró disparado en su habitación. Luego cerraron la puerta. Hasta el anochecer no se despertó Gregorio. Luego oyó unos pasos y un ruido, y se dirigió hacia la puerta. Se dio cuenta que lo que de verdad lo había llevado hasta allí era el olor a buena comida. Zambulló la cabeza en la leche, bebida que antes era su preferida, pero no le gustó nada su gusto. Vio que el gas estaba encendido en el comedor pero, a diferencia de lo que contaba Grete en sus cartas, no ocurría nada. Oyó pasos a fuera, sin duda alguien quería entrar pero no se atrevía. Él decidió abrir la puerta por si alguien iba. Muy entrada la noche se apagó la luz del comedor. Se puso a pensar cómo viviría a partir de entonces. Su habitación le daba miedo y se refugió debajo el sofá. Muy de mañana, su hermana abrió la puerta. En un principio no lo vio, pero después se dio cuenta de que estaba dejabo el sofá; se asustó y cerró la puerta, para abrirla al cabo de un momento. Gregorio tenía unas ganas tremendas de salir de ahí abajo y pedirle a su hermana que le traera algo de comida, más no podía. La hermana, al ver que la escudilla estaba intacta y que había un poco de leche por el suelo, decidió limpiarlo y traer todo un surtido de alimentos para su hermano. Marchó y Gregorio devoró todo aquello que antes le hacía asco y daba repelús. Al cabo de un rato la hermana entró y tiró todo aquello que no se había comido. De esta manera, Gregorio recibía siempre su comida. Muchas veces intentaba escuchar lo que decían y comentaban sus padres. En los primeros días la mayoria de conversaciones se referían a él. La sirvienta pidió que la despidieran y prometió que no explicaría a nadie lo sucedido. Ya el primer día el padre contó a la madre y a la niña la situación económica. Por suerte, tenían ahorros del antiguo negocio. Gregorio, al escucharlo, se alegró mucho, ya que veía que la familia, por el momento, no caería en la miseria. Hacía años Gregorio trabajaba duro como un desesperado para poder ganar mucho dinero y ayudar a sus padres a saldar la deuda. Pero sus éxitos profesionales, últimamente, no se habían convertido en comisiones constantes y no se habían repetido. A Grete le gustaba mucho la música y tocar el violín, por lo que Gregorio quería enviarla al Conservatorio, aunque sus padres no querían. El padre, anciano, llevaba cinco años sin trabajar y había ganado mucho peso; la madre tenía asma, y la
Ponencia del Simposio Internacional "Lo inquietante son los otros" Universidad de Sevilla, 2019
El cuerpo en Kafka y en Merleau-Ponty. Una lectura fenomenológica de La metamorfosis de Kafka. Resumen Este trabajo se propone analizar el tratamiento del cuerpo en La metamorfosis de Kafka a partir de la concepción filosófica del cuerpo en Merleau-Ponty, que propone, a partir de la lectura de Husserl, la doble aprehensión del cuerpo como cuerpo físico y cuerpo vivido. La narración kafkiana deviene, por su propia dinámica, creadora de una posible expresión de la corporalidad merleau-pontiniana e incluso va más allá.
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