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¿Por qué las personas tenemos interés en visitar museos y lugares patrimoniales? Podría ser una pregunta relativamente sencilla, sin embargo es una cuestión que entra dentro de la discusión académica e incluso del discurso político y la práctica museística como tal. Tradicionalmente, la respuesta está basada en dos suposiciones básicas: en primer lugar, las personas visitamos los museos porque queremos aprender algo nuevo y, en segundo lugar, porque queremos disfrutar como turistas de visita. Ambos supuestos tienden a considerar a los visitantes consumidores pasivos de mensajes interpretativos, contemplando que no se producen más cosas durante esas visitas individuales y/o colectivas a esos lugares. Podríamos cuestionar estos supuestos y analizar no sólo lo que la visita a un museo o a un conjunto patrimonial significa para los visitantes, sino ir un poco más allá y reflexionar en otros términos, como son el trabajo cultural y las razones políticas y sociales que están implicadas en esa visita.
Durante el siglo XIX y principios del XX, existía una estrecha relación entre la etnología, como formación de conocimiento sobre lo humano, y las colecciones de los museos, ya fueran estos de historia natural, de etnología o museos de oficios y artes populares. El museo siempre fue el refugio de estos saberes, pues cualquier campo cuya investigación produce y requiere colecciones, incluídos el de la arqueología, biología y geología, entre otros, necesita de los museos y viceversa. Durante el siglo XX y especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, la situación cambió, ya que el desarrollo del conocimiento, como en el caso de la etnología, se trasladó a la universidad, dejando atrás sus colecciones. Los museos se convirtieron en custodios de aquellas que estaban relacionadas con “disciplinas científicas anticuadas”. Con el paso del tiempo, tuvieron que reinventarse a sí mismos, transformándose progresivamente para convertirse en “agentes del patrimonio”.
Laboratorio de Arte 3, 1990
Con este título se presenta un resumen de la labor hechas por los museos andaluces de Arte Contemporáneo y especialmente por el localizado en la ciudad de Sevilla, relacionando el interés por la adquisición de obras de artistas de nuestro tiempo, y como las adquisiciones del useo han permitido un mejor y mayor conocimiento de estos artistas. Asimismo se mencionan algunas de las galerías que se han destacado en el descubrimiento de valores artísticos contemporáneos. This article offers a brief account of the work and achievements of the Andalusian museums of Modern Art, in particular that of the city of Seville; it reports on its interest in the acquisition of works by contemporary artists, and explains how the museum's purchases have led to a deeper and more widespread knowledge of these artists. In addition, mention is made of sorne of the galleries which have played an importan! role in the discovery of new modern artists.
El concepto de “paisaje sensorial” en los museos parte del impacto sensorial que producían los objetos indígenas (exóticos) cuando eran manipulados por sus coleccionistas en Europa. En primer lugar, deberíamos mencionar la importancia que ha tenido el tacto de los objetos en las colecciones europeas de los siglos XVII y XVIII, frente al predominio del sentido de la vista en el museo moderno. Las ideas sobre este tema se basan en el enfoque teórico de la “antropología de los sentidos” (Howes 1991, 2003; Classen 1993a, 1997; Seremetakis 1994), ampliándolo al análisis de las reacciones culturales y sensoriales que han producido los artefactos y objetos indígenas al ser expuestos en los museos occidentales. Nunca olvidaremos el aroma del aire del Museo del Hombre del Trocadero, entre otros, sobre todo si lo comparamos con la asepsia del aire del actual Museo Quai Branly...
Siempre hemos mostrado interés por la relación que debe existir entre paisaje y narrativa, y por las formas en que los paisajes culturales han de ser ser narrados. Esto abarca desde las narraciones informales y conversacionales de lugares cotidianos hasta las “oficiales” o “autorizadas” de los sitios y monumentos del patrimonio. A veces existe una tendencia generalizada de los gestores del patrimonio a considerar el paisaje como una exposición desfasada, donde los objetos se etiquetan y se muestran para la “educación” de la audiencia que los contempla. La interpretación debe aportar un sentido al lugar, y explicar el modo de fomentar una relación más cercana y amable entre el paisaje, el museo y la narración.
Visión Doble, 2017
Virreinato es una de las instituciones más relevantes dentro del panorama museístico mexicano. Ubicado en el antiguo Colegio Jesuita de San Francisco Javier, en Tepotzotlán, alberga una sugerente colección de arte virreinal, imprescindible para comprender tanto el desarrollo del arte novohispano como sus vínculos con otros enclaves del imperio español de ultramar.
La labor de investigación en los museos ha ido desarrollándose intensamente en la comprensión de los requisitos de los visitantes y el aprendizaje. Además, los estudios recientes sobre las emociones de los visitantes han demostrado que el diseño de experiencias emocionales supone una forma muy importante de aprender. Mediante la integración de la emoción con los objetivos de aprendizaje, los museos pueden crear una experiencia más personal que provoque que los visitantes quieran “vivir el museo”, generándose un gran flujo de visitas de personas interesadas en “sentir el museo”. Se han realizado estudios centrados en las emociones experimentadas dentro y fuera de un museo, analizando cómo los objetos afectan a los visitantes. Sin embargo, hasta ahora los resultados de esas investigaciones no se han transformado en patrones digitalizados en un entorno patrimonial, ni se han considerado las historias personales detrás de las conclusiones. Debido al perfil emocional diferenciado de cada uno de nosotros, podría ser fundamental el desarrollo de sistemas que pudieran darnos una idea clara del tipo de experiencia personal que se oculta detrás de cada objeto en el museo, y avanzar así en el conocimiento de la relación personal e íntima entre el visitante y la colección de ese museo.
Durante la última década, los especialistas se han dedicado cada vez más a estudiar cómo se puede fomentar el pensamiento en las escuelas, los museos y las empresas. Trabajando en proyectos de museología, también nos preocupamos por la didáctica del pensamiento, lo que significa que buscamos fomentar no solo la capacidad de pensar sino también la disposición para pensar, desarrollar patrones de pensamiento y buenos hábitos mentales, ya que son capacidades que los visitantes puedan utilizar y que acompañan a las exposiciones. Desde el punto de vista del acto en sí, la sola intención de pensar es insuficiente para generar una “buena forma de pensar”; se debe tener también predisposición para usar dicha capacidad o habilidad siendo conscientes de las oportunidades que se dan para ello. Esta perspectiva de pensamiento, basada en la filosofía de John Dewey y Gilbert Ryle, está relacionada con nuestra capacidad de sentir curiosidad por lo que nos rodea. Puede reconocerse fácilmente la naturaleza de esa curiosidad, pero hemos de considerar que no solo por tener ciertas habilidades, como formular preguntas o plantear dudas, nos convertimos realmente en curiosos. Cada individuo ha de tener la capacidad para aplicar esas habilidades de una manera consciente y controlada, lo que nos convierte en personas verdaderamente curiosas.
Los museos locales, siempre hablando en general, han mantenido cierta vinculación con su localización geográfica lógica y natural desde su fundación. Esa vinculación, pasiva, es una forma ya trasnochada de relacionarse con su entorno. Los museos locales deben explicar la vinculación que existe entre la historia del hombre y su territorio, la evolución de la sociedad local a lo largo de su vida como colectivo, y no solo en los museos de arqueología e historia, sino en todos los demás, no importa la naturaleza de sus colecciones.
Los últimos tiempos han estado marcados por las protestas en todo el mundo, promovidas por comunidades que esgrimen cuestiones de raza, identidad, cultura, historia y simbolismo. La gente está saliendo a la calle para definir su posición respecto a la sociedad en la que vive, intentando poner voz a los numerosos conflictos identitarios que se producen todos los días, y sobre cómo se defienden estas identidades respecto a toda clase de desencuentros. Estas cuestiones han perseguido a occidente, y a otras zonas del planeta, con activistas que utilizan el poder de los medios sociales para asegurar que sus manifestaciones serán escuchadas. Además, el patrimonio y sus representaciones, están actuando como poderosos símbolos referentes para las personas, comunidades, su historia, y para la sociedad en su conjunto, transformándose en potentes referentes de una realidad que a veces daña a muchos. Por otra parte, los museos, como administradores públicos de nuestra historia colectiva, se encuentran inmersos en la lucha por la representación, la identidad y la cultura material.
Una revisión teórica sobre el proyecto de ciudades patrimoniales, a partir de una revisión decolonial al Centro Histórico de la Ciudad de México (2008-2014). Conversatorio: Patrimonio, Museo y Equidad, de la Escuela Nacional de Restauración, Curaduría y Museografía.
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Revista Sociedades de Paisajes Aridos y Semiaridos, 2018
Icofom Study Series, 39, 2010