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Filipicas - Demóstenes

Abstract

xx PRÓLOGO le ¡:'7'eocupan los cambios ni las transformaciones sociales de la época. Únicamente le preocupa la situación de facto, es decir, la situación hegemónica de Atenas en su tiempo. Es la voz de su patria resonando en toda Grecia, concitándola a rechazar al tirano extranjero. Por otra parte ninguna de sus profecías dejará de cunlplirse. Habló a sus conciudadanos con ingenua rudeza. Jamás halagó las pasiones de la plebe, ni sus desenfrenos o su imprevisión. Considerado desde un punto de vista estrictamente humano, nos es difícil imaginarlo fuera del ágora, fuera de la tribuna, sin estar preocupado por las cuestiones políticas. Su misma juventud, juiciosa r seria, nos impide formarnos idea cabal de cómo debió ser, en la intimidad, aquel grande orador. Tuvo muy pocos amigos r aun éstPs ocasionales, unidos a él por razón de las circunstancias politicas, como es el caso de Eubulo, por ejemplo. ' )i Pero lo verdaderamente interesante de Demóstenes es su clara visión de los acontecimientos r su juicio seguro sobre los hom'bres. Ya hemos dicho anteriormente que vió cumplidas todas sus profecías. Juzgaba con frío rigor todos los acontecimientos, así como los defectos de sus amigos r enemigos, y de am'bas cosas extraía sus propios conceptos, que luego utilizaba para fundamentar sus resoluciones. Tenía en alta medida la serenidad clásica, griega, ática, por su gran incapacidad de impacien.tarse, de desesperarse en las adversidades r ante la inacción. de su pueblo. Juicio frío y ecuánime, fe en las convicciones propias y gran esperanza, juntamente con una voluntad durísima, talZada en la roca de la adversidad, son las pilastras donde descansa toda la t.ipología de nuestro orador. Esto nos explica su genio oratorio y en definitiva nos ofrece una base segura para juzgar todos sus actos. LOS DISCURSOS POLITICOS DE DEMÓSTENES Como sabemos, la primera vez que se presentó en la tribuna públic~ sus largas frases, su estilo cortado, su voz débil r su escaso aliento excitaron primerarneri-PRÓLOGO XXIX rrwdos, la alianza tomó estado oficial en el año 340. El pueblo, reconocido a Demóstenes, .le coronó aquel mismo año en pleno Teatro con motivo de las Dionisiacas. Cuando está en juego, no solamente la suerte de Atenas, sino también la de Grecia entera, DerrrJ)stenes tiene en sus manos todo el poder, todos los honores r )ha logrado unir a todos los griegos. El momento es solemne. Viene a la memoria el instante en que a una seña de Pericles, al comienzp de la guerra del Peloponeso, se puso en marcha la tremenda maquinaria financiera r militar de Atenas r sus aliados. Ahora las cosas son distintas: "¡Qué pobre resulta, por contraste -escribe Jaeger -, la Hélade unida de Demóstenes r cuán inapropiado su equipo material para la guerra! Y, sin embargo, ¡qué conmovedor es el momento en que, por última vez, ella se remonta por encima de su debilidad PRóLOG(1 (CádzZ, 1'145); p. iVianueL (Tarda Hulf¡hes (Madrüt, 1945). Barcelona, 1950Barcelona, r 1951 M. Fernández Galiana (Barcelona, 1947) r la versión en español, publicada por el Fondo de Cultura Económica de Méjico, de la obra de Walter Jaeger, Demóstenes.