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Final PAP

Política cinematográfica en Colombia: apoyo al desarrollo artístico o reafirmación del poder hegemónico A principios de noviembre de 2006, mientras se discutía en el Congreso de la República la reforma tributaria estructural propuesta por el gobierno del presidente Álvaro Uribe-que pretendía acabar con exenciones tributarias como las que reciben quienes invierten en cine nacional-, los principales canales de televisión del país empezaron a exhibir un comercial que defiende la Ley de cine colombiana, expedida en 2003. En dicho comercial se critica la forma como Colombia es representada en muchas películas extranjeras: un paraje inhóspito, de calles destapadas, en el que estallan bombas mientras gallinas y cerdos corren atropelladamente y los actores dicen sus parlamentos con un marcado acento mexicano. El mensaje que da el comercial es contundente: ¿Vamos a dejar que Hollywood siga escribiendo nuestra historia? Esta pieza publicitaria fue hecha por un grupo de productores y empresas audiovisuales colombianas, quienes están viendo en la Ley de cine una alternativa real para apoyar la producción de películas nacionales, que más allá de cumplir con la misión –a veces hasta mesiánica-de crear y transmitir identidad, den cuenta de la capacidad creativa y de las muchas historias que quieren contar los directores de cine colombianos. Aunque finalmente la reforma tributaria no tocó los beneficios de la Ley de cine y la producción de películas colombianas sigue creciendo, como ha sucedido desde su promulgación, también es cierto que dicha legislación se queda corta a la hora de propiciar las condiciones para crear una industria cinematográfica nacional, entre otras cosas porque no cuenta con las herramientas necesarias para frenar el poder hegemónico que se manifiesta con la avalancha de películas gringas compitiendo, en