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NOVELA PICARESCA

t r a c k er-s of t w a r e. c o m Prólogo al lector Con justa causa son reprehendidos los que inconsiderada y atrevidamente se abalanzan a poner sus obras al juicio del vulgo, confiados en que no hay cosa tan mala que no tenga algo bueno 1, poniendo por ejemplo el decir que la piedra más inútil, la planta más infrutífera y el animal más ponzoñoso siempre tiene encubierto algún oculto bien que a los que con buenos ojos hacen especulación de ello se les descubre. Razón, por cierto, buena, pero indigna de persona de buen entendimiento; porque los que le tienen no es justo que les satisfaga lo que hacen, pues, por bueno que sea, se le puede poner falta, que yo creo 2 que no hay cosa tan acabada que no la pueda tener. Cuanto y más que, cuando no la tenga, que es dificultoso, no faltará un Momo que diga a Venus que le suenan los chapines 3. Y, aunque esto sea falta del maldiciente, y no de la obra, por no ver las proprias, en este riesgo tendría por más sano el sepultallas en el rincón del olvido 4, Bien conozco que la propria pasión ciega, pero el objecto que engaña los ojos exteriores no puede engañar apasionadamente los del alma 5; porque, aunque los hijos proprios son siempre más amables que los estraños, es necio quien desconoce la hermosura ajena y loco quien no conoce su fealdad. Alguno me dirá que tomara para mí este consejo. y creo que, si mi voto se hubiera de seguir, no tuviera necesidad de decírmelo, porque, fuera de que yo conozco mi rudeza y lo poco que alcanza mi ingenio 6, la brevedad del tiempo en que se ha hecho y las muchas ocupaciones que en el oficio he tenido me mostraban con evidencia la poca substancia que este librillo podía contener; porque, como dice Cicerón, non potest in eo esse succus diuturnus quod nimis celeriter est maturitatem assecutum, que quiere decir: no puede tener jugo perpetuo lo que con demasiada brevedad ha madurado 7. Pero, aunque es verdad que yo lo comencé por entretenimiento de una grave enfermedad 8 y que no lo acabara por la poca satisfación que de él he tenido y tengo, no faltaron personas a quienes no podía faltar que me apretaron de suerte que, hurtando al tiempo algunos breves ratos, le llegué a este estado. Que, aunque le tenía trazado sin comparación mayor, me pareció dejarle aquí, porque de lo malo poco basta. Y nadie crea que fueron estas obligaciones causa de un daño solo, que aun no fuera pequeño consuelo, pero hanme apretado de suerte que lo que jamás tuve en el pensamiento, que fue sacarle a luz, me han hecho hacer a pesar de mi voluntad; que no estoy poco corrido, porque ya que ansí hubiera de ser, quisiera haberme empleado en cosas de mi facultad, como espero en Dios que será algún día, o a lo menos más altas, como antes tenía intentado y aun hecha buena parte 9. Que, a no haberme hurtado ciertos borradores de