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Unos breves pero interesantes fragmentos de la obra Ser y Tiempo de Heidegger
La conferencia que sigue precisa un breve prólogo. Si en este momento nos fuesen mostrados en su original dos cuadros: la acuarela «Santos desde una ventana» y la témpera sobre arpillera «Muerte y fuego», que Paul Klee pintó el año de su muerte, nos gustaría quedar mirándolos un rato largo... abandonando toda pretensión de entenderlos de inmediato. Si en este momento pudiese sernos recitado, y por el propio poeta Georg Trackl, su poema «Séptuple cántico de la muerte», nos gustaría volver a escucharlo una y otra vez, abandonando toda pretensión de entenderlo de inmediato. Si en este momento quisiera Werner Heisenberg exponernos un resumen de sus pensamientos de física teórica en torno a la fórmula del mundo por él buscada, a lo mejor pudieran seguirle, tal vez, dos o tres de los oyentes, pero los demás abandonaríamos sin rechistar toda pretensión de entenderlo de inmediato. No es ése el caso del pensar llamado filosofía. Pues éste debe proporcionar «sabiduría mundana», cuando no, incluso, una «guía para la vida feliz». Pero bien pudiera haber venido a parar hoy un pensar semejante a una situación en la que fuesen menester reflexiones largamente distantes de una útil sabiduría de la vida. Puede que haya llegado a ser perentorio un pensar que se halle forzado a cavilar sobre aquello de donde reciben su determinación incluso las pinturas y la poesía y la teoría físico-matemática recién mentadas. También aquí tendríamos que abandonar, entonces, toda pretensión de entender el asunto de inmediato. Mas en este caso, sin embargo, sería ineludible que nos aprestásemos a escuchar, pues se impone la tarea de un pensar que se adelante a recorrer lo que se resiste a ser explorado. De ahí que no deba ni sorprendernos ni maravillarnos que esta conferencia escandalice a la mayoría de los asistentes. Si algunos, empero, se sienten, ahora o más tarde, estimulados por ella para una reflexión ulterior, es cosa que no se deja precisar. Algo se impone decir acerca del intento de pensar el ser sin tomar en consideración una fundamentación del ser a partir de lo que es, de lo ente. El intento de pensar el ser sin lo ente se torna necesario, pues en caso contrario no subsiste ya, a mi parecer, posibilidad alguna de traer con propiedad a la mirada el ser de aquello que hoy es en todo el derredor del globo terráqueo, y menos aún de determinar suficientemente la relación del hombre con aquello que hasta ahora llamamos «ser». Valga esto de mínimo aviso para la escucha. No se trata de prestar oídos a una serie de proposiciones enunciativas, sino de seguir la marcha de lo que se va indicando. *** ¿Qué es lo que da ocasión a nombrar conjuntamente tiempo y ser? Desde el alba del pensar occidental europeo hasta hoy, ser quiere decir lo mismo que asistir o estar presente. Desde el estar presente, desde la presencia o asistencia, nos habla ese modo verbal, el presente, que, de acuerdo con la representación usual, constituye con el pasado y el futuro la característica del tiempo. El ser es determinado como presencia por el tiempo. Que así sean las cosas pudiera ser 1 Traducción de Manuel Garrido, publicada por Editorial Tecnos, Madrid, 2000 ya suficiente para que se suscitase en el pensar una permanente inquietud. Inquietud que sube de punto tan pronto como nos aprestamos a reflexionar en qué medida se da esta determinación del ser por el tiempo. ¿En qué medida? Esto implica los siguientes interrogantes: ¿por qué motivo, de qué manera y desde dónde habla en el ser algo así como el tiempo? Todo intento de pensar suficientemente la interna relación de ser y tiempo con ayuda de las usuales e imprecisas representaciones de tiempo y ser queda enredado al punto en una inextricable madeja de referencias que apenas han sido aún pensadas a fondo. A1 tiempo lo nombramos al decir: Cada cosa tiene su tiempo. Lo que con ello se mienta es: Todo lo que en cada caso es, cada ente, viene y va en el tiempo que le es oportuno y permanece por un tiempo, durante el tiempo que le ha sido asignado. Cada cosa tiene su tiempo. Pero ¿es el ser una cosa, una cosa real y concreta? ¿Es o está el ser, igual que un ente cualquiera, en el tiempo? ¿Es, en general, el ser? Si lo fuera, entonces es innegable que tendríamos que reconocerlo como algo ente, y, en consecuencia, encontrarlo como un tal entre los demás entes. Esta sala es. La sala está iluminada. A la iluminada sala la reconoceremos sin más y sin reserva como algo ente. Pero ¿dónde, en toda la sala, encontramos al «es»? En ningún lugar entre las cosas encontramos al ser. Toda casa real y concreta tiene su tiempo. Pero ser no es ninguna cosa real y concreta, no es o está en el tiempo. Y, sin embargo, el ser como estar presente, como presente actual, sigue estando determinado por el tiempo, por lo temporal. A lo que es o está en el tiempo y es así determinado por el tiempo, se lo llama lo temporal. Cuando un hombre muere y es arrebatado de las cosas de este mundo, decimos: se ha cumplido su tiempo. Lo temporal quiere decir lo pasajero, lo que pasa o perece con el curso del tiempo. Nuestra lengua dice con aún mayor precisión: lo que pasa con el tiempo. Porque el tiempo mismo pasa. Y sin embargo, mientras pasa constantemente, permanece como tiempo. Permanecer quiere decir: no desaparecer y, por tanto, estar presente. De este modo resulta el tiempo determinado por un ser. ¿Cómo entonces debe seguir el ser estando determinado por el tiempo? Desde la constancia del pasar del tiempo, habla el ser. Y, sin embargo, en ningún lugar encontramos al tiempo como ente alguno igual que una cosa real y concreta. El ser no es ninguna cosa real y concreta, y por tanto nada temporal, mas es, empero, determinado como presencia por el tiempo. El tiempo no es ninguna cosa real y concreta, y por tanto nada ente, pero permanece constante en su pasar, sin ser él mismo algo temporal como lo ente en el tiempo. Ser y tiempo se determinan recíprocamente, pero de una manera tal que ni aquél -el ser-se deja apelar como algo temporal ni éste -el tiempo-se deja apelar como ente. A1 cavilar sobre todo esto, nos sorprendemos vagando erráticamente entre enunciados contradictorios. (Para tales casos la filosofía conoce una vía de escape. Se deja estar a las contradicciones y hasta se las agudiza y se intenta conciliar lo que se-contradice, y es por tanto inconciliable, en una unidad más amplia. A este procedimiento se lo llama Dialéctica. Suponiendo que enunciados mutuamente contradictorios sobre el ser y sobre el tiempo se dejasen poner en regla por una unidad que los sobreabarcase, ésta sería, ciertamente, entonces una vía de escape, a saber, un camino que se desvía de las cosas y de la índole o condición natural de ellas, porque no se compromete ni con el ser como tal, ni con el tiempo como tal, ni con la relación interna que uno y otro guardan entre sí. De paso queda totalmente excluida la pregunta de si la relación entre ser y tiempo es una mera referencia externa, que se deja ulteriormente producir por la yuxtaposición de ambos, o si la conjunción «ser y tiempo» nombra una condición natural de la cosa, tan sólo a partir de la cual resultan tanto el ser como el tiempo.)
De acuerdo con su riguroso método filosófico, al comenzar el tratado sobre el tiempo, en el capítulo décimo del cuarto libro de la Física, después de señalar algunas aporías, Aristóteles menciona las tesis mantenidas por los filósofos anteriores a él1. A ellas añade la opinión corriente de que cuanto sucede se inscribe en el tiempo, no menos que dentro del universo. Y señala que ese parecer puede hacer pensar que el tiempo es tan abarcante como el universo, lo cual, a su vez, induciría a afirmar que el tiempo y el universo se identifican, tesis que, según él, por ser muy elemental no merece discusión alguna2. Sin embargo, si fuese verdad que cuanto sucede se inscribe en el tiempo, nada podría ser extratemporal, y el tiempo sería único, como el universo. Pero Aristóteles no opone nada en contra de esta conclusión, la cual no es aceptada aquí, pues se procurará mostrar que el inteligir se escapa al tiempo del universo físico. En cualquier caso, en los cuatro capítulos siguientes, el filósofo griego desarrolla su propia doctrina sobre el tiempo. Según ella, el tiempo no es, por así decir, sustantivo, sino adjetivo: es del universo en tanto que es del movimiento. Por tanto, el tiempo no es en rigor una entidad (es decir, no es ousía; y, mucho menos puede equipararse al universo), sino que acompaña o sigue (akolutheî) la peculiar entidad de lo móvil3. Y desde ese planteamiento, en la medida en que ocurren movimientos diferentes, podría admitirse una diversidad de tiempos. Además, Aristóteles sostiene que el tiempo acompaña o sigue al movimiento físico por cuanto que a través de algún movimiento o actividad anímica se logra notar-o numerar-la diferencia entre lo anterior y lo posterior en el movimiento físico. Con sus propias palabras, no acontece tiempo sin alma, de modo que el tiempo es el número del movimiento según lo anterior y lo posterior4. Y, de acuerdo con la diversidad de las actividades anímicas a través de las que puede notarse lo anterior y lo posterior en el movimiento físico, y en vista de que lo anímico también de algún modo admite la distinción entre lo anterior y lo posterior, también cabría diferenciar tiempos atendiendo a la diversidad de las operaciones del alma. Con todo, el Estagirita-al menos al tratar sobre el tiempo en la Físicano parece sentar con nitidez la pluralidad y la diferencia de los tiempos. Por un lado, no distingue entre los movimientos o actividades anímicas y los movimientos físicos. 9 De acuerdo con el otro extremo de la observación, se insiste en que el nombre de acto-no sólo como enérgeia sino extendido también a la entelékheia-, se emplea para un campo más amplio que el de los movimientos, si bien a partir de ellos, pues, de acuerdo con el parecer corriente, el acto es principalmente el movimiento. Merece la pena indicar-si bien desvía un poco del asunto central del estudio-que Aristóteles ilustra el parecer ordinario de que el acto más patente es el movimiento vinculando la noción de acto con la de existencia, pues dice que a lo que no existe no se le atribuye movimiento, pero sí, por ejemplo, ser pensable o deseable, como dando a entender que el acto alude sin más a la existencia en cuanto que el movimiento-como la vida, cabe añadir-no ocurre sin existencia. Nótese que el Estagirita parece admitir entonces una tesis que bien podría formularse más o menos así: si ocurre movimiento se existe. Por lo demás, el capítulo sobre el acto comienza con la afirmación de que acto es primariamente el existir)24. Ahora bien, el que el acto sea primariamente manifiesto desde el movimiento no va en contra de que deba admitirse un acto superior al movimiento, como se sostiene luego en el texto citado. En efecto, el movimiento es acto de modo primario no en tanto que tal o según él mismo, sino porque es lo que primariamente da a conocer la índole de acto-al menos al hombre-. Mientras que en el texto citado se describe un tipo de acto superior al movimiento, pero más difícil de reconocer. Con otras palabras, el acto es más manifiesto según el movimiento, pero no por eso debe ser entendido a partir del movimiento. Antes bien, el acto ha de ser entendido a partir del acto menos manifiesto, pero más acto, o acto perfecto, según lo cual, en consecuencia, el movimiento debe ser entendido como menos acto, o acto imperfecto. Puede sostenerse que el núcleo del texto citado se cifra justamente en el esclarecimiento de esa diferencia. Para hacerla patente, Aristóteles apela al carácter propio del acto según el cual se las ha con el fin-apela a su carácter enteléquico, cabe decir-, y que es inseparable de la condición energética, también propia del acto, la cual estriba en una puesta en marcha o por obra-como ejercicio o ejecución, etc.-. En efecto, no cabe-según se dijo-ningún ejercicio que carezca del haabérselas con un fin, pues, para ponerse en marcha, cualquier ejercicio requiere que en él influya de algún modo cierto fin que lo conduzca (para evitar confusiones debe señalarse que esa guía o conducción del fin no tiene por qué llevarse a cabo a través de una intención mental, como a veces parece darse por supuesto-va en ello el importe físico de la teleología en Aristóteles-). Pues bien, la diferencia entre el movimiento como acto y el acto superior a él radica precisamente en que el movimiento se las ha con el fin de un modo, por así decir, menos intenso o neto que ese otro acto superior. El movimiento va hacia el fin, pero no lo posee. Y, según esto, el movimiento puede ser entendido como acto imperfecto, pues se las ha con el fin sólo yendo hacia él, pero sin haberlo logrado mientras avanza hacia él. Con otras palabras, el fin del movimiento es extrínseco al movimiento. Y por eso, cuando mediante el movimiento se llega al fin, el movimiento cesa, deja de estar en marcha o poniéndose por obra; el logro del fin conlleva el final del importe energético del movimiento. Al final del movimiento sólo queda el fin, no el movimiento. El fin del movimiento comporta el término o acabamiento del movimiento, su final. He ahí la imperfección del movimiento como acto. En cambio, el acto más alto que el movimiento se las ha con el fin sin tener que ir hacia él, o poseyéndolo de entrada, y sin que por poseer el fin deba cesar, pues el acto
Tesis central de Ser y Tiempo [en adelante SyT], tesis que se mantiene a lo largo del pensar de Heidegger: Ser (Sein) ≠ Presencia (Vorhandensein) / presencia constante; disponibilidad; asistencia (währende Anwesenheit) /permanencia (Beständigkeit.) De modo primordial la tesis se evidencia en un ente señalado (ausgezeichnetes Seiendes): el " hombre ". Para el ente que habitualmente designamos como " hombre " emplea Heidegger la palabra " Dasein " que en alemán significa vida (Leben), subsistencia (Vorhandensein), existencia (Existenz), presencia (Vorhandensein, Anwesenheit) y que en castellano carece de un equivalente exacto. Heidegger empero introduce el término Dasein reinterpretando filosóficamente su uso habitual en alemán y explotando su etimología, su voz oculta, que pasa a designar el ámbito de manifestación del ser: " ser-ahí " , " ahí del ser " (Da-sein, Da des Seins.)
https://juanrojomoreno.wordpress.com/2020/01/11/el-orden-y-el-tiempo/, 2020
(publicado 11 Enero 2020 en https://juanrojomoreno.wordpress.com/2020/01/11/el-orden-y-el-tiempo/ Escribir sobre el caos, la caología o las estructuras disipativas… es redundar en información que ya existe abundante en la Red. Pero no me he podido sustraer a hacer algún comentario después de leer el libro de Ilya Prigogine https://es.wikipedia.org/wiki/Ilya_Prigogine (Premio Nobel de Química 1977) ¿Tan solo una ilusión? Una exploración del caos al orden, que es una antología de diez ensayos (elaborados entre 1972 y 1982). 1 Se esfuerza en hacer de la ciencia una aportación que ha de estar en la naturaleza y en cada uno de nosotros: "La ciencia es un dialogo con la naturaleza. La ciencia debe insistir en nuestra pertenencia a la naturaleza". La verdad es que estamos "rodeados", avasallados, por la cultura científica pero al mismo tiempo estamos, en cierto modo, fuera de la ciencia. Vemos que ahora hay televisores Q-LED ¿sabemos qué es realmente Q-LED cuando compramos uno de estos artilugios? Ahora las potencias económicas luchan por imponer la comunicación "5G" ¿Y qué es eso? Sí, podemos conocer una definición genérica pero la mayoría está muy alejada de comprender tan solo como funciona un televisor LED o un teléfono Smartphone, por poner unos ejemplos de uso diario, ya no digo un frigorífico o las mil maravillas electrónicas que nos aportan los automóviles actuales y que no funcionan si se estropea un chip. ¿Que tenemos mucha información sobre esto? Bien está oír lo que nos dice Jorge Wagensberg en el prólogo a la obra de referencia: "Muchas personas deploran la imparable especialización de la ciencia, John Ziman, por ejemplo, advierte el inquietante éxito de la consigna: saber cada vez más aunque de menos cosas. Una cierta (mucha) filosofía moderna se escora curiosamente en sentido inverso; tiende a convertirse en una especie de periodismo de lujo que simpatiza con el lema: saber cada vez menos pero de muchas cosas. Ambas tendencias tienen un límite patético: saber todo de nada-o sea nada-en el caso de la ciencia o bien saber nada de todo-o sea igualmente nada-en el caso de la filosofía". Sufrimos las consecuencias del divorcio entre ciencia y filosofía. Aunque, señala Prigogine, cada vez somos más conscientes de que a todos 1 Ilya Prigogine. ¿Tan solo una ilusión? Una exploración del caos al orden. Tusquets Editores, Barcelona, segunda edición, 1988
Como se les ha dicho, el tema de esta mañana es "Tiempo de Siembra y Cosecha". Aunque tiene el mismo título que mi último libro, esto no lo encontrarán en ese libro, ya que ese libro tiene como objetivo interpretar algunos de los pasajes más difíciles de la Biblia. Les he dado en esos nueve capítulos una observación mística, y también un tipo de enfoque para que tú mismo puedas tener un tipo de interpretación de la Biblia, porque como ya sabes, no es un libro de historia. Cuando yo descubrí un significado más profundo en los pasajes, del significado que normalmente se les asigna, comencé a verlos o comprenderlos de manera mística, y es por eso que les he dado una interpretación mística de muchos de los pasajes más oscuros.
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El comercio y el Mediterráneo en la Antigüedad, Tres Cantos, Ed. Akal. , 2009
FIDES Revista de Filosofia do Dereito, do Estado e da Sociedade, v. 5, n. 2, 2014, pp. 118-138, 2014
FILOSOFÍA DEL ESPACIO Y EL TIEMPO, 2021
La Noción de Expeditividad en el Registro Lítico Arqueológico de los Andes Centrales, durante los Períodos Históricos Tardíos (Ca. 1800 A.C. – 1532 D.C.) , 2019
Fortunatae, 7, 1995