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Historia e investigacion
Librodot Los reyes malditos VI -La flor de lis y el león Maurice Druon Librodot 2 2 Librodot Los reyes malditos VI -La flor de lis y el león Maurice Druon Librodot 3 3 Repertorio biográfico.
The Kings of Judah Título en español Los Reyes de Judá Primera impresión abril del 2005 Copyright © 2005 por Brian J. Bailey Todos los derechos reservados bajo convenios internacionales Traducción y edición: Equipo de traducción IBJ Guatemala Las referencias bíblicas en este libro fueron tomadas de la versión Reina-Valera, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que se indique lo contrario. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación, o transmitida por cualquier vía o bajo ninguna forma: electrónica, mecánica, fotocopiado, grabado o cualquier otra, sin la autorización escrita que exprese el consentimiento del autor. Primera edición en español, noviembre del 2006. Segunda edición en español, diciembre del 2007. Segunda impresión septiembre 2009 Zion Christian Publishers
Las vidas de estas reinas distan mucho de ser un romántico cuento hadas. Aunque infinidad de películas y novelas nos han mostrado el rosto más amable de su reinado, fueron, en general, muy desdichadas. Todas tienen en común la soledad, el desarraigo, la nostalgia, la falta de amor o el sufrimiento por no poder dar un herede ro al trono. También comparten la dolorosa pérdida de sus hijos, los fracasos matrimoniales y el sentirse extranjeras en una corte donde no eran bien recibidas. Las suyas no fueron grandes historias de amor porque sus matrimonios eran asuntos de Estado. Algunas como Sissi fueron emperatrices en contra de su voluntad y enfermaron de melancolía, otras como Cristina de Suecia escandalizaron con su extravagante comportamiento y ansias de libertad. María Antonieta y Alejandra Romanov comparten un trágico final, mientras que la reina Victoria de Inglaterra y Eugenia de Montijo asumieron con extraordinaria dignidad su papel en momentos difíciles. A través de sus diarios personales y cartas familiares, Cristina Morató nos descubre el lado más humano y menos conocido de unas reinas y emperatrices maltratadas por la historia, que no pudieron elegir su destino. Excéntricas, caprichosas, rebeldes, ambiciosas Más allá de un mundo de privilegios, riqueza y poder, todas fueron mujeres de carne y hueso obligadas a llevar sobre sus hombros la pesada carga de un imperio. «La corona de Francia es una corona de espinas». Eugenia de Montijo, emperatriz de los franceses.
Relación de los hidalgos existentes en la aldea de Vara de Rey y su autonomía o dependencia del Marqués de Villena. Dificultad de los hidalgos para monopolizar los oficios concejiles.
Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genérica http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es Licencia Segui buscando en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO Buenos Aires: CLACSO, noviembre de 1999 (15,5 x 22,5 cm) 200 páginas
JUAN II DE ARAGÓN: padre de Fernando el Católico. JUAN II DE CASTILLA: padre de Enrique IV, Alfonso e Isabel. JUAN II se va a casar en primeras nupcias con María (hermana de Juan II de Aragón) o Van a tener a ENRIQUE IV JUAN II se vuelve a casar con Isabel de Portugal. o Nacen ALFONSO e ISABEL JUAN II muere en 1454. Castilla se va a heredar de la siguiente manera: o Primogénitos varones. o Primero Enrique IV y sus hijos. o Si Enrique fallece o no tiene hijos hereda Alfonso y sus hijos.
Oannes o Uanna, representado aquí con su gorro en forma fálica o de hongo, era un ser mitológico, probablemente un Apkallu o un Annedoti; espíritus creados por Enki. Supuestamente un "semidiós", mitad pez mitad humano, de las culturas sumeria, caldea y babilonia. Cuentan que apareció en el golfo Pérsico; hablaba con los hombres y les enseñó buenos modales, letras, matemáticas, arquitectura, agricultura, jurisprudencia, geometría. En resumen, todo lo que significa la "civilización". Se muestran como grandes benefactores, pero en realidad, en historias como esta, comunes entre los pueblos que han sido "esclavizados", encontramos el origen de los Sabios Malditos. Cualquier semejanza con los "misioneros" de hoy puede parecer coincidencia. En la mitología muisca el "maestro" fue Bochica; entre los mayas, Quetzalcóatl; los incas lo llamaron Viracocha; para los antiguos egipcios, Horus.
El 29 de noviembre de 1314, dos horas después del toque de vísperas, veinticuatro correos con la librea de Francia salían al galope del castillo de Fontainebleau. La nieve cubría los caminos, y el cielo parecía más oscuro que la tierra. Ya era de noche, o mejor, por un eclipse, no había dejado de serlo desde la noche anterior. Los veinticuatro jinetes no descansaron antes de la mañana siguiente, ni dejaron de galopar al otro día, ni en las siguientes jornadas. Unos se dirigieron hacia Flandes, otros hacia el Angounois y la Guyena, hacia Lyón, Aigues-Mortes, Marsella, despertando a los bailíos, prebostes y senescales para anunciar a cada villa o burgo del reino que el rey Felipe IV el Hermoso había muerto. A su paso, el toque de agonía resonaba en los campanarios y atravesaba las tinieblas. Una gran onda sonora, siniestra, se ensanchaba sin cesar, y se extendía hasta alcanzar las fronteras. Después de veintinueve años de gobernar sin desmayo, el Rey de Hierro acababa de morir, a los cuarenta y seis años, de una congestión cerebral. Su muerte llegaba a menos de seis meses de la del guardasellos Guillermo de Nogaret, y, a siete de la del papa Clemente V. Así parecía cumplirse la maldición lanzada el 18 de marzo, desde lo alto de la hoguera, por el Gran Maestre de los Templarios, que emplazaba a los tres a comparecer ante el tribunal de Dios, antes de un año. Soberano tenaz, altanero, inteligente y reservado, el rey Felipe había llenado su reinado y dominado su tiempo de tal modo que, aquella tarde, se tuvo la impresión de que el corazón del reino había dejado de latir. Pero las naciones jamás mueren con la muerte de sus hombres, por grandes que éstos hayan sido. Su nacimiento y su fin obedecen a otros motivos. El nombre de Felipe el Hermoso apenas sería recordado por la posteridad si no fuera por los resplandores de las piras que encendió bajo los pies de sus enemigos y por el centelleo de las monedas de oro que hizo acuñar. Pronto se olvidaría que había sujetado a los poderosos, manteniendo la paz mientras le fue posible, que había reformado las leyes, edificado fortalezas para que se pudieran sembrar los campos a su abrigo, unificado las provincias, invitado a los burgueses a reunirse en asambleas para dar su opinión, y velado en todos los aspectos por la independencia de Francia. Apenas se enfrió su mano, apenas se extinguió aquella férrea voluntad, se desencadenaron los intereses privados, las ambiciones insatisfechas, los apetitos de honores y de riquezas. Dos partidos se aprestaban a enfrentarse, a desgarrarse sin piedad por la posesión del poder: de un lado el grupo reaccionario de los barones, capitaneado por el Conde de Valois, emperador titular de Constantinopla y hermano de Felipe el Hermoso; de otro, el grupo de la alta administración dirigido por Enguerrando de Marigny, primer ministro y consejero del monarca difunto. Para evitar este conflicto, latente desde hacía meses, o para mediar en él, hubiera hecho falta un rey fuerte. Sin embargo, el príncipe de veinticinco años que heredaba el trono, monseñor
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Los retratos jocoserios de Julio Málaga Grenet, 2016
Herencia Recibida 2009, 2009