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LA HIPOCRESÍA DE LA IGLESIA CATOLICA Y EL REY DESNUDO

Abstract

Es muy conocida la fábula de Andersen sobre el " Traje nuevo del emperador" en la que unos rufianes engañaron al rey vanidoso diciéndole que le tejerían un traje cuyas telas tan finas e hilos de oro no podrían ver los tontos e inservibles. Habiendo convencido al rey, se pusieron dizque a tejer con el oro y las telas finas que el rey les proporcionaba una y otra vez pero todo se lo embolsaban y fingían coser con las manos vacías. Todos los supervisores enviados por el rey se atragantaban de elogios en su informe de avance sobre el maravilloso traje "visible a sus ojos" para no delatarse como tontos e inservibles. Llegó el día en que los rufianes "acabaron" el traje y el rey organizó un desfile para presumirlo. Todo iba muy bien entre exclamaciones de lo bello del traje por parte de todo el pueblo, hasta que un niño preguntó: ¿por qué va desnudo el rey? Entonces, al instante, todo el mundo salió de su error pero el rey, por orgullo, tuvo que sostenerse en su farsa hasta el final del desfile. Hoy valoro la grandeza de mis profesores porque, desde la secundaria pública, como profetas o poetas (pregoneros de la verdad), se esforzaban por mostrarnos las verdades de esta vida y supieron transmitir en mi, entre otras realidades, el espíritu agnóstico (probar la existencia de Dios es tan imposible como probar su inexistencia). Verdades que siempre los poderosos, de todos los espectros políticos, intentan disfrazar para aprovecharse de nuestra ignorancia e inocencia. Casi todos esos poderosos esconden una motivación económica en su doble lenguaje. Es tan fuerte el influjo de esas instituciones de poder que, hasta hace pocos años asistía a la iglesia y daba limosna, habiendo largamente justificado a esa institución bajo el argumento de la tradición y las costumbres, aunque durante décadas había conocido de sus atrocidades*. Me pude liberar de sus rituales y ya no piso sus bellas instalaciones de mármol y oro hechas, a propósito, con la limosna de los feligreses y con las manos de los humildes, pero controladas por los curas, a pesar de pertenecer al estado y donde ningún servicio es gratuito. ¿Cómo es posible que todo siga igual ante el huracán de denuncias sobre abusos y libertinajes sexuales de los curas a nivel mundial? Es sistemática la práctica de los curas para atraer, más que nada, a las mujeres a las iglesias cuando se juran célibes. Los beneficios para ellos son muy grandes: ellas les barren, les lavan, les planchan, les hacen de comer, les recogen la limosna y son sus concubinas y hasta gratis o consolándolas de sus problemas maritales o económicos. Pero la mujer no tiene derecho a ocupar el púlpito, eso es cosa de "hombres" (de poder). Y la mujer tampoco tiene derecho a herencia ni los críos logrados en esas relaciones pues están en "pecado". Todo un sistema organizado contra la mujer y con todo los beneficios para esos señores de poder rodeados de ropas finas y joyas y autos y construcciones y efectivo. ¡Qué padre para los curas! El secreto de confesión, que te permite "pecar" sin riesgos pues al cabo que el cura te perdona todo, es una trampa pues esa confesión le sirve al cura para estar enterado de lo que acontece en su comunidad y lo que piensa su comunidad. Eso le da un enorme poder. Recuérdese que la información es poder. Y es evidente el valor que tiene esa información en el desarrollo del sermón dentro de la ceremonia de la misa, por decir lo menos. Y uno se asombra de lo atinado de las palabras del cura. ¡Cómo no, si tiene información privilegiada!