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Publicación sobre espacios públicos en uruguay
S e ha perdido una guerra y está por empezar otra, si es que no estamos ya en ella. Esto no está claro porque esta vez no marchamos al combate con fanfarria y alegría sino más bien compelidos por la necesidad de seguir vivos. Hemos asistido a la muerte lenta de nuestro vencedor y al crecimiento neo-plásico de su descendencia, que nos subestima por completo. No estamos organizados ni tenemos las armas del pasado, pero sabemos combatir. Lo que sigue es una síntesis muy escueta de un intento personal de integrar varias ideas –formuladas por separado y no siempre con el mismo propósito– aportadas por un conjunto de pensadores marxistas y neomarxistas: Paolo Virno, André Gorz, Gilbert Simondon y John Holloway, entre otros varios. P ensemos en el Estado. En el Estado como entidad que nos moldea, nos educa, nos juzga, nos administra, nos cura, nos enferma. El Estado que nos dice cómo son las cosas, dónde hay que inscribirse para vivir, contra quién hay que pelear, quién puede entrar y quién no, qué hay que hacer y qué no hay que hacer para que la fuerza del Estado no se entrometa en tu vida o, incluso, para que no te la quite. A veces el Estado reconoce el derecho a elegir a las personas que van a enmarcar y ordenar nuestra vida. Los que nos van a «representar», es decir, los que piensan y deciden, mientras uno observa y eventualmente aplaude o se opone. Otras veces el poder resuelve por su cuenta hacer y deshacer –sobre todo lo segundo– y a corto o mediano plazo corre sangre.
Revista Colombiana De Psicologia, 1997
Este texto se propone una lectura angustiada sobre las condiciones que hoy confrontamos en el planeta Tierra, tanto desde el punto de vista de las condiciones de la supervivencia de la vida, como desde el punto de vista de las posibilidades de la construcción de sociedades democráticas, equitativas, culturalmente plurales y diversas, sociedades que vivan en paz, orientadas a la celebración de la vida, no de la guerra, la destrucción y la muerte.
Theorein. Revista de Ciencias Sociales.
La traducción se ha realizado por su autor, Sebastián Raza. La publicación de este artículo se realiza con el amable permiso de Distinktion: Journal of Social Theory, a quienes agradecemos su contribución.
2011
En el artículo se identifican algunos procesos globales como señales de una profunda transformación social: la revolución tecnológica expresada en nuevos sistemas de información y comunicación, el final de la guerra fría, la emergencia de nuevos movimientos sociales, la reestructuración del capitalismo, la unificación europea, constantes movimientos de personas de un lugar a otro, en busca de seguridad, refugio o mejores condiciones de vida, entre otras, y frente a las cuales no hay un acuerdo interpretativo de los procesos de cambio social que vivimos, solo sabemos que estamos frente a un gran proceso de cambio, que unos ubican como una continuidad de la modernidad y otros marcan como el producto de una discontinuidad entre una etapa y otra. Indudablemente esto plantea nuevos desafíos en la formación y en la acción profesional. E n la actualidad no sólo asistimos a un cambio de siglo y de milenio, sino a procesos que son señales de una profunda transformación social. La revolución tecnológica expresada en nuevos sistemas de información y comunicación, el final de la guerra fría, la ejecución de guerras preventivas, la emergencia de nuevos movimientos sociales, la reestructuración del capitalismo, la unificación Europea, constantes movimientos de personas, que van de un lugar a otro, en busca de seguridad, refugio o mejores condiciones para la realización de la vida, son entre otras, señales de nuestro tiempo, que dan cuenta de un cambio social importante y que algunos analistas denominan como el fin de la modernidad y el paso a la postmodernidad (Lyotard, Harvey, Bauman, Haraway) o para quienes no aceptan las características y el paradigma propuesto por los postulados postmodernos, estaríamos en una modernidad tardía (Giddens), lo cual implica una continuidad y no el final del horizonte moderno. Con todo esto lo que se discute es la definición de la sociedad actual. Desde diversos análisis, la sociedad vigente se define como "la sociedad del riesgo" en términos de Ulrich, Beck (1998) 1 , "la sociedad desestructurada" nos dice Alain Touraine
Para Aristóteles, el tiempo es circular; cósmicamente, el tiempo se repetía en forma de ciclos, según las creencias más antiguas, basadas en la observación de la Naturaleza, que también funciona por ciclos de actividad y reposo. Zenón de Citio (300 a.C.) pronosticaba que los mismos acontecimientos se repetían interminablemente, de modo que tras cada ciclo todo el cosmos desaparecía para renacer en el siguiente ciclo. Nietzsche (s. XIX) afirmó que el universo contenía un número finito de átomos, con un número finito de posibles configuraciones diferentes; pero como el tiempo es infinito, según él, cualquier configuración posible de estas se podría dar infinitas veces en el tiempo. En contra de lo que preconizaba Nietzsche, Einstein ha demostrado (sin que se haya refutado) que tal supuesto de tiempo infinito en un universo finito es falso. Nuestra existencia se desarrolla en un entorno tridimensional al que denominamos espacio, y somos conscientes de dicha existencia a causa del transcurso del tiempo. Nuestros sentidos han conseguido que nuestro cuerpo se sienta cómodo con esta concepción del mundo, pero no sabemos nada de lo que realmente ocurre en el Cosmos.
La conferencia que sigue precisa un breve prólogo. Si en este momento nos fuesen mostrados en su original dos cuadros: la acuarela «Santos desde una ventana» y la témpera sobre arpillera «Muerte y fuego», que Paul Klee pintó el año de su muerte, nos gustaría quedar mirándolos un rato largo... abandonando toda pretensión de entenderlos de inmediato. Si en este momento pudiese sernos recitado, y por el propio poeta Georg Trackl, su poema «Séptuple cántico de la muerte», nos gustaría volver a escucharlo una y otra vez, abandonando toda pretensión de entenderlo de inmediato. Si en este momento quisiera Werner Heisenberg exponernos un resumen de sus pensamientos de física teórica en torno a la fórmula del mundo por él buscada, a lo mejor pudieran seguirle, tal vez, dos o tres de los oyentes, pero los demás abandonaríamos sin rechistar toda pretensión de entenderlo de inmediato. No es ése el caso del pensar llamado filosofía. Pues éste debe proporcionar «sabiduría mundana», cuando no, incluso, una «guía para la vida feliz». Pero bien pudiera haber venido a parar hoy un pensar semejante a una situación en la que fuesen menester reflexiones largamente distantes de una útil sabiduría de la vida. Puede que haya llegado a ser perentorio un pensar que se halle forzado a cavilar sobre aquello de donde reciben su determinación incluso las pinturas y la poesía y la teoría físico-matemática recién mentadas. También aquí tendríamos que abandonar, entonces, toda pretensión de entender el asunto de inmediato. Mas en este caso, sin embargo, sería ineludible que nos aprestásemos a escuchar, pues se impone la tarea de un pensar que se adelante a recorrer lo que se resiste a ser explorado. De ahí que no deba ni sorprendernos ni maravillarnos que esta conferencia escandalice a la mayoría de los asistentes. Si algunos, empero, se sienten, ahora o más tarde, estimulados por ella para una reflexión ulterior, es cosa que no se deja precisar. Algo se impone decir acerca del intento de pensar el ser sin tomar en consideración una fundamentación del ser a partir de lo que es, de lo ente. El intento de pensar el ser sin lo ente se torna necesario, pues en caso contrario no subsiste ya, a mi parecer, posibilidad alguna de traer con propiedad a la mirada el ser de aquello que hoy es en todo el derredor del globo terráqueo, y menos aún de determinar suficientemente la relación del hombre con aquello que hasta ahora llamamos «ser». Valga esto de mínimo aviso para la escucha. No se trata de prestar oídos a una serie de proposiciones enunciativas, sino de seguir la marcha de lo que se va indicando. *** ¿Qué es lo que da ocasión a nombrar conjuntamente tiempo y ser? Desde el alba del pensar occidental europeo hasta hoy, ser quiere decir lo mismo que asistir o estar presente. Desde el estar presente, desde la presencia o asistencia, nos habla ese modo verbal, el presente, que, de acuerdo con la representación usual, constituye con el pasado y el futuro la característica del tiempo. El ser es determinado como presencia por el tiempo. Que así sean las cosas pudiera ser 1 Traducción de Manuel Garrido, publicada por Editorial Tecnos, Madrid, 2000 ya suficiente para que se suscitase en el pensar una permanente inquietud. Inquietud que sube de punto tan pronto como nos aprestamos a reflexionar en qué medida se da esta determinación del ser por el tiempo. ¿En qué medida? Esto implica los siguientes interrogantes: ¿por qué motivo, de qué manera y desde dónde habla en el ser algo así como el tiempo? Todo intento de pensar suficientemente la interna relación de ser y tiempo con ayuda de las usuales e imprecisas representaciones de tiempo y ser queda enredado al punto en una inextricable madeja de referencias que apenas han sido aún pensadas a fondo. A1 tiempo lo nombramos al decir: Cada cosa tiene su tiempo. Lo que con ello se mienta es: Todo lo que en cada caso es, cada ente, viene y va en el tiempo que le es oportuno y permanece por un tiempo, durante el tiempo que le ha sido asignado. Cada cosa tiene su tiempo. Pero ¿es el ser una cosa, una cosa real y concreta? ¿Es o está el ser, igual que un ente cualquiera, en el tiempo? ¿Es, en general, el ser? Si lo fuera, entonces es innegable que tendríamos que reconocerlo como algo ente, y, en consecuencia, encontrarlo como un tal entre los demás entes. Esta sala es. La sala está iluminada. A la iluminada sala la reconoceremos sin más y sin reserva como algo ente. Pero ¿dónde, en toda la sala, encontramos al «es»? En ningún lugar entre las cosas encontramos al ser. Toda casa real y concreta tiene su tiempo. Pero ser no es ninguna cosa real y concreta, no es o está en el tiempo. Y, sin embargo, el ser como estar presente, como presente actual, sigue estando determinado por el tiempo, por lo temporal. A lo que es o está en el tiempo y es así determinado por el tiempo, se lo llama lo temporal. Cuando un hombre muere y es arrebatado de las cosas de este mundo, decimos: se ha cumplido su tiempo. Lo temporal quiere decir lo pasajero, lo que pasa o perece con el curso del tiempo. Nuestra lengua dice con aún mayor precisión: lo que pasa con el tiempo. Porque el tiempo mismo pasa. Y sin embargo, mientras pasa constantemente, permanece como tiempo. Permanecer quiere decir: no desaparecer y, por tanto, estar presente. De este modo resulta el tiempo determinado por un ser. ¿Cómo entonces debe seguir el ser estando determinado por el tiempo? Desde la constancia del pasar del tiempo, habla el ser. Y, sin embargo, en ningún lugar encontramos al tiempo como ente alguno igual que una cosa real y concreta. El ser no es ninguna cosa real y concreta, y por tanto nada temporal, mas es, empero, determinado como presencia por el tiempo. El tiempo no es ninguna cosa real y concreta, y por tanto nada ente, pero permanece constante en su pasar, sin ser él mismo algo temporal como lo ente en el tiempo. Ser y tiempo se determinan recíprocamente, pero de una manera tal que ni aquél -el ser-se deja apelar como algo temporal ni éste -el tiempo-se deja apelar como ente. A1 cavilar sobre todo esto, nos sorprendemos vagando erráticamente entre enunciados contradictorios. (Para tales casos la filosofía conoce una vía de escape. Se deja estar a las contradicciones y hasta se las agudiza y se intenta conciliar lo que se-contradice, y es por tanto inconciliable, en una unidad más amplia. A este procedimiento se lo llama Dialéctica. Suponiendo que enunciados mutuamente contradictorios sobre el ser y sobre el tiempo se dejasen poner en regla por una unidad que los sobreabarcase, ésta sería, ciertamente, entonces una vía de escape, a saber, un camino que se desvía de las cosas y de la índole o condición natural de ellas, porque no se compromete ni con el ser como tal, ni con el tiempo como tal, ni con la relación interna que uno y otro guardan entre sí. De paso queda totalmente excluida la pregunta de si la relación entre ser y tiempo es una mera referencia externa, que se deja ulteriormente producir por la yuxtaposición de ambos, o si la conjunción «ser y tiempo» nombra una condición natural de la cosa, tan sólo a partir de la cual resultan tanto el ser como el tiempo.)
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Aristóteles: su tiempo y el nuestro