El amplio tratamiento de la justicia que realiza Aristóteles en los libros centrales de las Éticas no ha dejado de motivar a los pensadores políticos de todo signo durante el siglo XX y, probablemente, los continuará motivando durante el presente. La reflexión aristotélica ha servido de inspiración a los trabajos de Martha Nussbaum (cf. especialmente 1990, John Rawls (1972), Alasdaire MacIntyre (1988) y a muchos otros, de forma tal que se ha convertido en uno de los puntos de mayor interés para la filosofía política del pasado siglo. No obstante, la atención que se le ha dedicado y dedica 1 al texto aristotélico no implica que se haya alcanzado una cierta unidad. Para poner sólo dos ejemplos, la discusión sobre el supuesto igualitarismo de la teoría política aristotélica sigue en el centro del debate filosófico el problema de la unidad de la Política, tal como se refleja en la polémica entre Eckart Schütrumpf (2011) y Manuel Knoll (2011 a y b). Como es sabido, la interpretación de la Política ha estado profundamente influida por la obra de Werner Jaeger (1923) que intentaba demostrar que el escrito transmitido en el corpus era la reunión de diferentes cursos que el filósofo de Estagira habría ofrecido a lo largo de su vida. Según Jaeger era posible detectar los cambios que se habían producido en Aristóteles y trazar su evolución intelectual desde la cercanía a los planteamientos de Platón hasta su crítica y el abandono completo del horizonte académico. Aunque pudieran identificarse en la Política diversos estratos, es dudoso que fuera posible deducir a partir de ellos una evolución del pensamiento aristotélico. También resulta un prejuicio apartado de la realidad histórica pretender que se trata de una colección de lecciones leídas durante los cursos que Aristóteles dedicaba a la enseñanza de sus teoría políticas. Esta representación, que podría ser aceptable para la actividad de una universidad moderna, no deja de ser un presupuesto indemostrable y que sólo puede dificultar la comprensión del texto.