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Roles

El impacto de los estereotipos y los roles de género en México Todas las sociedades se estructuran y construyen su cultura en torno a la diferencia sexual de los individuos que la conforman, la cual determina también el destino de las personas, atribuyéndoles ciertas características y significados a las acciones que unas y otros deberán desempeñar –o se espera que desempeñen–, y que se han cons-truido socialmente. Los roles de género son conductas estereotipadas por la cultura, por tanto, pue-den modificarse dado que son tareas o actividades que se espera realice una per-sona por el sexo al que pertenece. Por ejemplo, tradicionalmente se ha asignado a los hombres roles de políticos, mecánicos, jefes, etc., es decir, el rol productivo; y a las mujeres, el rol de amas de casa, maestras, enfermeras, etcétera (rol reproducti-vo) (INMUJERES, 2004). El concepto sexo se refiere a las diferencias y características biológicas, anatómicas, fisiológicas y cromosómicas de los seres humanos que los definen como hombres o mujeres; son características con las que se nace, universales e inmodificables. En cam-bio el género es el conjunto de ideas, creencias y atribuciones sociales, que se cons-truye en cada cultura y momento histórico con base en la diferencia sexual. De aquí surgen los conceptos de masculinidad y feminidad, los cuales determinan el comportamiento, las funciones, las oportunidades, la valoración y las relaciones entre mujeres y hombres. Es decir, el género responde a construcciones socioculturales sus-ceptibles de modificarse dado que han sido aprendidas (INMUJERES, 2004). En con-secuencia, el sexo es biológico y el género se elabora socialmente, de manera que ser biológicamente diferente no implica ser socialmente desigual. Lamas (2002:33) señala que " el papel (rol) de género se configura con el conjun-to de normas y prescripciones que dictan la sociedad y la cultura sobre el compor-tamiento femenino o masculino. Aunque hay variantes de acuerdo con la cultura, la clase social, el grupo étnico y hasta el estrato generacional de las personas, se pue-de sostener una división básica que corresponde a la división sexual del trabajo más primitiva: las mujeres paren a los hijos y, por lo tanto, los cuidan: ergo, lo femenino es lo maternal, lo doméstico, contrapuesto con lo masculino, que se identifica con lo público. La dicotomía masculino-femenino, con sus variantes establece estereo-tipos, las más de las veces rígidos, que condicionan los papeles y limitan las poten-cialidades humanas de las personas al estimular o reprimir los comportamientos en función de su adecuación al género ". Según Lamas, el hecho de que mujeres y hom-bres sean diferentes anatómicamente los induce a creer que sus valores, cualidades intelectuales, aptitudes y actitudes también lo son. Las sociedades determinan las actividades de las mujeres y los hombres basadas en los estereotipos, estableciendo así una división sexual del trabajo. Al conocer el sexo biológico de un recién nacido, los padres, los familiares y la socie-dad suelen asignarles atributos creados por expectativas prefiguradas. Si es niña, es-peran que sea bonita, tierna, delicada, entre otras características; y si es niño, que sea fuerte, valiente, intrépido, seguro y hasta conquistador (Delgado et al., 1998). A las ni-ñas se les enseña a " jugar a la comidita " o a " las muñecas " , así desde pequeñas, se les involucra en actividades domésticas que más adelante reproducirán en el hogar. De acuerdo con estas autoras, estos aprendizajes forman parte de la " educación " que de-ben recibir las mujeres para cumplir con las tareas que la sociedad espera de ellas en su vida adulta. En cambio, a los niños se les educa para que sean fuertes y no expresen sus sentimientos, porque " llorar es cosa de niñas " , además de prohibirles ser débiles.