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Descifrar la comunidad política

2016, Descifrar la comunidad política

Abstract

¿Cómo pensar la comunidad política en nuestros días?, ¿sociedad de individuos o comunidad política?, ¿qué tipo de espacio político se establecen entre la comunidad y lo viviente, o dicho en otras palabras, entre comunidad y sujeto?, ¿esta relación podría permitirnos observar los efectos de la des-universalización de la representación sobre la comunidad política y permitir un tipo de discusión que pueda atender el impacto de la fluidez o “debilidad” comunitaria de la democracia? Y si hablamos de democracia, ¿puede sobrevivir el pluralismo político propio de la comunidad en la democracia ante el ímpetu del fanatismo religioso, provenga de fuentes tan dispares como la radicalidad musulmana o el puritanismo norteamericano? Finalmente, ¿qué vínculo político podemos establecer ante la escalada de la violencia criminal que quiebra algunas de las principales vértebras de lo común para dar vida a la reproducción de la unilateralización de la fuerza? La obra que ahora ofrecemos al lector bajo el título de Descifrar la comunidad política aparece en un momento donde se advierte con mucha fuerza la necesidad histórica de una redefinición, o por lo menos reorientación, de la comunidad política democrática, al tiempo de corroborar su insoportable y por momentos desquiciante exigencia de desustancialización en su ámbito cultural y social. Sobre todo porque del encuentro entre propios y ajenos aparece la confrontación comunitaria como motor, y además termina por adoptar, en su forma más inquietante y radical, la figura de la confrontación terrorista vuelta una pura potencia que socava los cimientos de la comunidad democrática. De hecho, el miedo al terrorismo en algunos casos de gran impacto, como los ataques en París, Francia, en 2015, tanto en enero como en noviembre, consiguieron realizar el “programa” imposible del sueño de una suerte de “democracia salvaje” que el dandismo del 68 no había logrado concretizar: hacer coincidir los extremos a través de la reconciliación de los revolucionarios del 68 con su peor enemigo, el Estado policial. Todo esto develó que el triunfo de una ideología promotora de una democracia totalmente paralizadada por sus contradicciones y prohibiciones y en contra del enemigo terrorista, fungía como el campo articulador de la unión “mística” del pueblo contra su misterioso e impredecible afuera. El antagonismo se disuelve, todos ceden el territorio áureo de la libertad usual con tal de que el Estado se haga cargo de disolver toda amenaza.