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Turismo y patrimonio histórico cultural

1995, Estudios Turisticos

Abstract

Las transformaciones recientes de las ciudades, consecuencia del cambio de su modelo económico, en un claro contexto de terciarización, propulsan un nuevo papel como estructuras receptivas, marcos para el ocio y el turismo, siempre que se configuren verdaderos productos, articulando lo que, en principio, son recursos, manifestaciones o potencialidades, que exigen ordenación, planificación y verdaderas estrategias de marketing y difusión de la imagen urbana. Es cierto que la ciudad constituye en sí misma (Clary, 1992) una oferta compleja, si se atiende a la diversidad de actividades y servicios, capaces de combinar motivaciones y atractivos: historia, gastronomía, negocios. Pero resulta arriesgado, en primera aproximación, identificar el conjunto urbano como producto, ya que no es asimilable, en su totalidad, a un sistema funcional turístico. Salvo, como señala Cazes (1), que se identifique al producto turístico como atractivo, al que se añade el alojamiento, equipamiento o activos puestos a disposición del consumidor. Más apropiado sería hablar, para el medio urbano, de un conjunto de atractivos y servicios más o menos organizados; de hecho, el éxito del turismo metropolitano vendrá dado por el grado de coordinación y vertebración que se logre a la hora de elaborar la oferta, articulando diferentes servicios y activos, comercialización y promoción de una imagen global urbana.