Periódicamente la Filmoteca Española ha organizado extensos ciclos temáticos. La finalidad e interés de estos es múltiple. Por una parte son una ocasión para ver o volver a ver películas diversas, desde clásicos indiscutibles a rarezas interesantes, de difícil inserción en la disciplina habitual de ciclos onomásticos, como fueron los dos ciclos llamados Claves para una historia del cine y programados en 1995 y 2002. Permiten también ver las películas desde ángulos inéditos o sugerentes, como la amplia muestra sobre Cine y pintura de los años 2002 y 2003. Otra virtud de estos ciclos es destacar e iluminar el trabajo de especialidades del trabajo cinematográfico que habitualmente quedan en un segundo plano, escondido bajo la triada estelar de los oficios de la dirección, la interpretación y, en ocasiones, el guión y la producción. Este es claramente el caso de nuestra propuesta para los meses entre abril y julio. Con el título genérico de Creadores de espacios, hemos preparado una amplia selección, de unos noventa títulos, que recoge el trabajo en la pantalla de decoradores, directores de arte, diseñadores de producción, así como aportaciones de arquitectos, diseñadores de muebles... Como justamente se queja Félix Murcia, uno de los profesionales de esta disciplina más importantes en el cine español contemporáneo, pocas veces estas especialidades reciben el crédito adecuado, camuflados sus hallazgos bajo un genérico "aspecto visual" que se anota en el haber de la fotografía o de la capacidad visionaria del director. Los creadores de espacios buscan, encuentran, modifican, acomodan o construyen de la nada los lugares que después se habitarán o no por los actores, se iluminarán y se explorarán con la cámara. Preparan la escena de esa "puesta en escena" tan difícil de definir y aprehender. Es una ciencia del rigor y la verosimilitud (los trabajos sobre la Historia lo demuestran, de la búsqueda de autenticidad de Senso a la opción pictórica de La inglesa y el duque), pero también de la ilusión y el trucaje al servicio del resultado final sobre el plano [muebles y objetos de tamaño inverosímil, maquetas de veinte centímetros de altura representando edificios (King Kong) o ciudades enteras (Metropolis), espacios vacíos a la espera de ser iluminados (Querelle)...] Para orientarnos un poco en la recreación de estos mundos paralelos, hemos dividido el ciclo en varios epígrafes que no pretenden ser exhaustivos, sino únicamente dirigir la atención del espectador a la razón o razones que nos han hecho escoger cada título. La ciudad se imponía de forma natural como primer epígrafe. Este apartado incluye películas de vanguardia que ofrecen desde visiones insólitas del mundo urbano, como Berlin, sinfonía de una gran ciudad o Manhatta, a reconstrucciones completas y estilizadas como la que se logra mediante telones pintados en El gabinete del doctor Caligari. Con estos ejemplos tempranos queríamos también señalar el papel de las vanguardias artísticas en la configuración de ese espacio urbano que, aunque hoy, como también el cine, es parte de nuestra cotidianeidad, nació casi a la vez que el arte que mejor ha sabido narrarlo. En este sentido puede ser interesante contrastar Amanecer y King Kong, dos películas que juegan con la oposición naturaleza / ciudad, de dos formas muy distintas. O la estilización tan parecida y a la vez tan diferente de los espacios para la danza de Les Demoiselles de Rochefort y West Side Story. La casa agrupa aquellas películas en las que se otorga un tratamiento creativo al espacio en el que desarrollamos nuestra vida privada. Son lugares privilegiados para la caracterización psicológica (Cuentos de Tokio) o para captar el espíritu de un momento (Mujeres al borde de un ataque de nervios, Mi tío). Hemos incluido también películas que recurren a edificios arquitectónicamente significativos, como la Casa Malaparte de Le Mépris o la famosa construcción de Frank Lloyd Wright que figura en Con la muerte en los talones. Por la importancia de la figura del arquitecto, que para el imaginario