No se puede decir que lo popular tenga una forma concreta, ni unos temas exclusivos, pero es tremendamente fácil de descubrir. Y en un molde ideológico como el de Bécquer encajaba muy bien ese tipo de poesía suelta, cadenciosa, rítmica, suave, nada pretenciosa, de cortos períodos. La literatura popular hispánica había trazado unas pautas señeras hasta entonces, muy bien conocidas por Bécquer, pero casi siempre a la zaga, en paralelo, o con la etiqueta peyorativa de menor frente a la literatura culta. Las grandes obras de góngora no eran los romances sino la poesía en arte mayor, mitológica, complicada. Y no es que lo popular fuese despreciado por los autores o no apreciado por el público -más bien todo lo contrario-sino que muchas veces lo culto frente a lo popular era una distinción de rango. Lo culto era objeto de estudio y lo popular no. Lo culto prestigiaba el oficio mientras que lo popular vulgarizaba, extendía. Actitudes marcando las diferencias no faltaron desde el siglo XIII, como la conocida estrofa segunda del Libro de Alixandre: «Mester trayo fermoso, non es de joglería, mester es in pecado, qua es de clerecía, fablar curso rimado por la quaderna vía a sílabas contadas, qua es grant maestría» 1 . RILCE 7, 1991, 9-24 c 2 0 0 8 S e r v i c i o d e A. ESTEBAN -P. DEL CAMPO