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Kierkegard, Soren - Diario de un seductorLibrodot 2 2 PROLOGO Sua passion predominante é la giovin principiante. DON GIOVANNI, aria 1 No puedo ocultármelo a mí mismo: a duras penas domino la ansiedad que me atosiga en este instante, ahora que, empujado por mi interés, decido transcribir, con mucho cuidado, la copia apresurada que, con riesgo y con mucho esfuerzo, conseguí entonces. El episodio, hoy como ayer, se me presenta, a pesar de todo, muy angustioso y lleno de reproches. Contrariamente a su costumbre, él no había cerrado la mesa del escritorio, por lo que su contenido se encontraba a mi disposición, e inútilmente intenté justificar mi actitud recordándome que jamás había abierto un cajón. Había un cajón abierto. Y dentro había muchos papeles desordenados, y encina estaba apoyado un volumen in quarto, muy bien encuadernado. En la página por la que estaba abierto había un trozo de papel blanco, en el que estaba escrito de su puño y letra: Commentarius perpetuas n. 4. Sería, por tanto, completamente inútil justificarse de que, si el libro no hubiera estado abierto en esa página y si el título no fuese tan sugestivo, yo no habría cedido a la tentación, o al menos hubiera intentado resistirla. El título resultaba bastante raro, más que por sí mismo por el lugar en el que se encontraba. Al echar una ojeada a los papeles desordenados entendí que no contenían más que alusiones a episodios eróticos, alguna indicación de relaciones personales y borradores de cartas de naturaleza estrictamente privada, de las que más tarde comprendí la artificiosa, calculada negligencia. Si ahora, después de haber penetrado el interior tenebroso de aquel hombre corrompido, evoco el instante en que, con la mente tensa y los ojos abiertos, me acerqué a aquel cajón, siento una impresión parecida a la que debe sentir un policía cuando entra en la guarida de un falsificador y, curioseando entre sus cosas, encuentra en un cajón un montón de folios desordenados y pruebas de imprenta: en una, un trozo de arabesco; en otra, un monograma, y en una tercera, una filigrana al revés; tiene así la prueba evidente de que se encuentra sobre la pista buena; y dentro de él se mezclan la satisfacción del descubrimiento con un sentido de admiración por el trabajo y la diligencia empleados en las falsificaciones. Para mí, por el contrario, era muy distinto, ya que no estaba acostumbrado a investigar delitos y, en ese caso, no tenía ni siquiera un mandato policial. Habría deseado que se me hubiese manifestado la verdad con todo su peso, ya que me estaba metiendo por un cansino ilegal; pero en ese momento, como sucede normalmente, me sentía no menos pobre de palabras que de pensamientos. Con frecuencia, nos dejamos dominar por una impresión, hasta que la reflexión nos libera, y, rápida y diligente en su acción, consigue penetrar lo imponderable desconocido. Cuanto más desarrollada está la facultad de reflexión, con mayor rapidez se concentra; del mismo modo que un funcionario de aduanas está tan acostumbrado a controlar pasaportes de viajeros extranjeros que no se despista ante las caras más raras. Pero, aunque mi facultad de reflexionar está vigorosamente desarrollada, en el primer instante me quedé consternado. Recuerdo claramente: palidecí, y me faltó 1 "La pasión que domina / la juventud que nace." (Don Juan, "aria") Librodot Diario de un Seductor Sören Kierkegaard Librodot 3 3 poco para caer desmayado. ¡Qué angustia! ¡Si él hubiese regresado a su casa y me hubiera encontrado desmayado, con el cajón en la mano..., pero una mala conciencia es capaz de hacer la vida interesante! El título del libro no me llamó demasiado la atención. Imaginé que se trataba de una recopilación de fragmentos, hipótesis bastante natural, ya que sabía que era muy constante en sus estudios. Sin embargo, el contenido era muy distinto. Se trataba, ni más ni menos, que de un diario, y además muy bien redactado. Aunque yo no considere, por lo que conocía de él anteriormente, que su vida tuviese mucha necesidad de un comentario, sin embargo no puedo negar, después de la ojeada que le he echado ahora, que había escogido el título con mucho gusto y precisión, con gran objetividad y estética en relación con él y sus circunstancias. Aquel título está en perfecta armonía con el contenido del libro, ya que su vida, efectivamente, siempre estuvo inspirada en el sueño de vivir poéticamente. Dotado de una sensibilidad muy desarrollada, él conseguía siempre retratar su propia experiencia. O sea, este diario no es históricamente exacto, pero tampoco es un relato; no está, por así decir, en indicativo, sino en subjuntivo. Aunque la experiencia se anote naturalmente como se ha vivido, y a veces también algo después de haberla vivido, sin embargo está representada como si en ese instante tuviese lugar, y de una forma tan dramática que parece, a veces, que todo sucede ante nuestros ojos. Es muy improbable que, al redactar este diario, él haya tenido ante sí otra finalidad; como es incontestable, por otra parte, que no tiene sólo interés para el autor del mismo. Si consideramos esta obra en su totalidad y simplicidad no se puede suponer que tenga ante mí una obra poética, quizá destinada a ser publicada. Personalmente no tendría que temer que se publicara, ya que la mayoría de los apellidos son tan raros que no hay posibilidad de que sean auténticos. Sin embargo, pienso que los nombres son históricamente exactos, y quizá esto era para que él más tarde pudiese reconocer los personajes reales, donde los profanos se habrían equivocado por el apellido. Al menos esto ha ocurrido con la jovencita, a quien yo conocí y de la que habla particularmente el diario: Cordelia... En efecto, se llamaba Cordelia, pero su apellido no era Wahl.
129496598-Diario-de-Un-Seductor-kirkegardLibrodot 2 2 PROLOGO Sua passion predominante é la giovin principiante. DON GIOVANNI, aria 1 No puedo ocultármelo a mí mismo: a duras penas domino la ansiedad que me atosiga en este instante, ahora que, empujado por mi interés, decido transcribir, con mucho cuidado, la copia apresurada que, con riesgo y con mucho esfuerzo, conseguí entonces. El episodio, hoy como ayer, se me presenta, a pesar de todo, muy angustioso y lleno de reproches. Contrariamente a su costumbre, él no había cerrado la mesa del escritorio, por lo que su contenido se encontraba a mi disposición, e inútilmente intenté justificar mi actitud recordándome que jamás había abierto un cajón. Había un cajón abierto. Y dentro había muchos papeles desordenados, y encina estaba apoyado un volumen in quarto, muy bien encuadernado. En la página por la que estaba abierto había un trozo de papel blanco, en el que estaba escrito de su puño y letra: Commentarius perpetuas n. 4. Sería, por tanto, completamente inútil justificarse de que, si el libro no hubiera estado abierto en esa página y si el título no fuese tan sugestivo, yo no habría cedido a la tentación, o al menos hubiera intentado resistirla. El título resultaba bastante raro, más que por sí mismo por el lugar en el que se encontraba. Al echar una ojeada a los papeles desordenados entendí que no contenían más que alusiones a episodios eróticos, alguna indicación de relaciones personales y borradores de cartas de naturaleza estrictamente privada, de las que más tarde comprendí la artificiosa, calculada negligencia. Si ahora, después de haber penetrado el interior tenebroso de aquel hombre corrompido, evoco el instante en que, con la mente tensa y los ojos abiertos, me acerqué a aquel cajón, siento una impresión parecida a la que debe sentir un policía cuando entra en la guarida de un falsificador y, curioseando entre sus cosas, encuentra en un cajón un montón de folios desordenados y pruebas de imprenta: en una, un trozo de arabesco; en otra, un monograma, y en una tercera, una filigrana al revés; tiene así la prueba evidente de que se encuentra sobre la pista buena; y dentro de él se mezclan la satisfacción del descubrimiento con un sentido de admiración por el trabajo y la diligencia empleados en las falsificaciones. Para mí, por el contrario, era muy distinto, ya que no estaba acostumbrado a investigar delitos y, en ese caso, no tenía ni siquiera un mandato policial. Habría deseado que se me hubiese manifestado la verdad con todo su peso, ya que me estaba metiendo por un cansino ilegal; pero en ese momento, como sucede normalmente, me sentía no menos pobre de palabras que de pensamientos. Con frecuencia, nos dejamos dominar por una impresión, hasta que la reflexión nos libera, y, rápida y diligente en su acción, consigue penetrar lo imponderable desconocido. Cuanto más desarrollada está la facultad de reflexión, con mayor rapidez se concentra; del mismo modo que un funcionario de aduanas está tan acostumbrado a controlar pasaportes de viajeros extranjeros que no se despista ante las caras más raras. Pero, aunque mi facultad de reflexionar está vigorosamente desarrollada, en el primer instante me quedé consternado. Recuerdo claramente: palidecí, y me faltó 1 "La pasión que domina / la juventud que nace." (Don Juan, "aria") Librodot Diario de un Seductor Sören Kierkegaard Librodot 3 3 poco para caer desmayado. ¡Qué angustia! ¡Si él hubiese regresado a su casa y me hubiera encontrado desmayado, con el cajón en la mano..., pero una mala conciencia es capaz de hacer la vida interesante! El título del libro no me llamó demasiado la atención. Imaginé que se trataba de una recopilación de fragmentos, hipótesis bastante natural, ya que sabía que era muy constante en sus estudios. Sin embargo, el contenido era muy distinto. Se trataba, ni más ni menos, que de un diario, y además muy bien redactado. Aunque yo no considere, por lo que conocía de él anteriormente, que su vida tuviese mucha necesidad de un comentario, sin embargo no puedo negar, después de la ojeada que le he echado ahora, que había escogido el título con mucho gusto y precisión, con gran objetividad y estética en relación con él y sus circunstancias. Aquel título está en perfecta armonía con el contenido del libro, ya que su vida, efectivamente, siempre estuvo inspirada en el sueño de vivir poéticamente. Dotado de una sensibilidad muy desarrollada, él conseguía siempre retratar su propia experiencia. O sea, este diario no es históricamente exacto, pero tampoco es un relato; no está, por así decir, en indicativo, sino en subjuntivo. Aunque la experiencia se anote naturalmente como se ha vivido, y a veces también algo después de haberla vivido, sin embargo está representada como si en ese instante tuviese lugar, y de una forma tan dramática que parece, a veces, que todo sucede ante nuestros ojos. Es muy improbable que, al redactar este diario, él haya tenido ante sí otra finalidad; como es incontestable, por otra parte, que no tiene sólo interés para el autor del mismo. Si consideramos esta obra en su totalidad y simplicidad no se puede suponer que tenga ante mí una obra poética, quizá destinada a ser publicada. Personalmente no tendría que temer que se publicara, ya que la mayoría de los apellidos son tan raros que no hay posibilidad de que sean auténticos. Sin embargo, pienso que los nombres son históricamente exactos, y quizá esto era para que él más tarde pudiese reconocer los personajes reales, donde los profanos se habrían equivocado por el apellido. Al menos esto ha ocurrido con la jovencita, a quien yo conocí y de la que habla particularmente el diario: Cordelia... En efecto, se llamaba Cordelia, pero su apellido no era Wahl.
Diario de un seductor PDFDrivevarios discursos a la vez. Cuando en su alma se despiertan los recuerdos, ella olvida culpa y pecado, para evocar tan sólo los instantes de felicidad, y volviendo a caminar por los momentos felices se deja embriagar por una exaltación innatural. En tales momentos ella no sólo lo recuerda, sino lo evoca con una clair-voyance que demuestra hasta qué punto ella ha quedado plasmada. En esos instantes no aparece en él el criminal, ni tampoco el hombre noble: ella lo percibe sólo estéticamente. En una ocasión me escribió una nota en la que se expresaba así acerca de él:-Unas veces él era tan espiritual, que yo, como mujer, me sentía anonadada; otras, tan impetuoso, apasionado y seductor, que casi temblaba ante él. A veces parecía que yo le resultaba una extraña, mientras en otro momento se abandonaba por completo en mis brazos, pero, luego, al abrazarlo, de repente desaparecía completamente y yo abrazaba simplemente unas nubes. Antes de encontrarlo, ya conocía yo esa frase, pero sólo él me enseñó su significado, y cuando la empleo siempre pienso en él, pues creo que es capaz de conocer cada uno de mis pensamientos. Desde mi infancia amé la música: él era un maravilloso instrumento, siempre afinado, rico en tonos como ningún otro. Todos los sentimientos y estados de ánimo estaban fundidos en él; poseía fuerza y delicadeza en el sentir; ningún pensamiento le resultaba demasiado elevado, ninguno excesivamente arriesgado. Sabía enfurecerse como una tormenta de otoño, pero también susurrar imperceptiblemente. No le dirigí una palabra que no buscara un efecto en él, pero no soy capaz de decir si él lo captó, porque me era imposible conocer el efecto surgido. Con un indescriptible, aunque misterioso y bienaventurado sentido de angustia, escuchaba esa música que yo misma evocaba y que, sin embargo, no evocaba. Una música, con cuya dulce armonía él siempre sabía arrastrarme… Si esto era terrible para ella, la expiación sería mucho más terrible para él; es algo que puedo intuir por el ansia que me atenaza y que a duras penas consigo dominar cada vez que me pongo a pensar en todo esto. También yo me siento arrastrado a aquella zona nebulosa, a aquel mundo de sueños, donde en cada instante hasta nuestra sombra suscita terror. Inútilmente intento liberarme: lo persigo como a un bribón que me amenaza, como a un acusador mudo. ¡Qué cosa tan extraña! Él ha extendido sobre todo el velo del más profundo misterio, aunque quede un secreto, todavía más profundo, yo soy un iniciado de su secreto. Sí, fui introducido de la forma más ilícita. Es imposible olvidar todo. A veces he llegado a pensar en hablar con él. Pero, ¿de qué iba a servirme? O me haría tal cantidad de preguntas, sosteniendo que el diario no es más que una tentativa poética, o me pediría que me callase, a lo que no me podría negar, por el modo como me inicié en su secreto. Nada consigue tanta seducción y maldición como un secreto. De Cordelia recibí una colección de cartas. Ignoro si son todas, pues en una ocasión me había dicho que había quitado algunas. Hice copias que quiero ahora intercalar en esta transcripción. No llevan fecha, pero, aunque la llevaran, no me habrían ayudado mucho, ya que, a medida que el diario avanza, falta toda referencia al tiempo y, al final, con raras excepciones, desaparecen todas las fechas. Casi parece que la historia en su desarrollo adquiere una importancia totalmente cualitativa, terminando, a pesar de su referencia a la realidad, identificándose con la Idea, por lo que toda colocación en el tiempo no tiene ningún significado. Lo que más me ha ayudado han sido algunas palabras que se encuentran en distintos puntos del diario, y cuyo significado yo no entendí al principio. Al ponerlas en relación con las cartas, me di cuenta de que eran el motivo fundamental. Por esto me resultará fácil ordenar las cartas, poniendo cada una donde aparece su motivo Librodot Diario de un Seductor Sören Kierkegaard Librodot 7 7 fundamental. Si no hubiera descubierto este indicio, habría cometido errores muy graves; pues, aunque ahora parezca verosímil, nunca habría pensado que las cartas se habían sucedido en el tiempo tan frecuentemente, hasta el punto que, según parece, ella tuvo que recibir más de una el mismo día. Si me hubiera dejado llevar de mi pensamiento, las habría espaciado más y nunca habría sospechado el efecto que eligió esa apasionada energía para poder atar a Cordelia a la cima de la pasión. Además de la completa descripción de su relación con Cordelia, el diario se amplía con otras pequeñas descripciones. Y cada vez que se encuentra con una de éstas, siempre aparece al margen N. B. Estas descripciones do están relacionadas con la historia de Cordelia, pero, sin embargo, me han dado una idea clara del significado de una expresión que él utiliza y que yo al principio interpreté de forma errónea, o sea, hay que tener siempre algún pretexto. Si yo hubiera tenido una edición anterior de este diario, habría encontrado un número mayor de lo que, de vez en cuando, al margen, él llama actiones in distans, porque incluso él declara que estaba tan ensimismado con Cordelia que do tenía tiempo para mirar alrededor. Poco después de abandonar a Cordelia, recibió de ésta un par de cartas, que él le devolvió, sin abrirlas. También éstas me las entregó. Ella misma las había abierto, por lo que puedo copiarlas. Jamás me dijo ella una sola palabra sobre el contenido; incluso, cuando se refería a sus relaciones con Juan, solía recitarme unos versos, creo que de Goethe, que, según la disposición de ánimo o según el modo en que se reciten, pueden tener distinto significado: