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Zeus es en la mitología griega, dios del cielo y soberano de los dioses olímpicos. Zeus corresponde al dios romano Júpiter.
Función Los diodos son dispositivos semiconductores que permiten hacer fluir la electricidad solo en un sentido. La flecha del símbolo del diodo muestra la dirección en la cual puede fluir la corriente. Los diodos son la versión eléctrica de la válvula o tubo de vacío y al principio los diodos fueron llamados realmente válvulas. Ejemplos: Símbolo de circuito: Caída de tensión en directa. Curva característica La electricidad utiliza una pequeña energía para poder pasar a través del diodo, de forma similar a como una persona empuja una puerta venciendo un muelle. Esto significa que hay un pequeño voltaje a través de un diodo conduciendo, este voltaje es llamado caída de voltaje o tensión en directa y es de unos 0,7 V para todos los diodos normales fabricados de silicio. La caída de voltaje en directa de un diodo es casi constante cualquiera que sea la corriente que pase a través de él por lo que tiene una característica muy pronunciada (gráfica corriente-voltaje). Tensión inversa Cuando una tensión o voltaje inverso es aplicado sobre un diodo ideal, este no conduce corriente, pero todos los diodos reales presentan una fuga de corriente muy pequeña de unos pocos µA (10-6 A) o menos. Esto puede ignorarse o despreciarse en la mayoría de los circuitos porque será mucho más pequeña que la corriente que fluye en sentido directo. Sin embargo, todos los diodos tienen un máximo voltaje o tensión inversa (usualmente 50 V o más) y si esta se excede el diodo fallará y dejará pasar una gran corriente en dirección inversa, esto es llamado ruptura. Los diodos ordinarios pueden clasificarse dentro de dos tipos: – diodos de señal los cuales dejan pasar pequeñas corrientes de 100 mA o menos, y – diodos rectificadores los cuales dejan pasar grandes corrientes Además hay diodos LED (light emitter diode: diodo emisor de luz) y diodos zener, estos últimos suelen funcionar con tensión inversa y permiten regular y estabilizar el voltaje. Conexión y soldadura Los diodos deben conectarse de la forma correcta, el diagrama puede ser etiquetado como (+) para el ánodo y (–) para el cátodo. El cátodo es marcado por una línea pintada sobre el cuerpo del diodo. Los diodos están rotulados con su código en una pequeña impresión, puede que necesites una lupa potente para leer esta etiqueta sobre diodos de pequeña señal! Los diodos de pequeña señal pueden dañarse por calentamiento cuando se suelden, pero el riesgo es pequeño a menos que estés usando un diodo de germanio (su código comienza con OA...) en cuyo caso deberías usar un disipador de calor enganchado al terminal entre la unión y el cuerpo del diodo. Un simple terminal metálico de tipo cocodrilo puede ser usado como disipador de calor. a: ánodo k: cátodo Los diodos rectificadores son bastante más robustos y no es necesario tomar precauciones especiales para soldarlos.
allá por los años en que aparecieron los Beatles, aunque no precisamente por el Patio de Anaya de la facultad de filosofía y letras, y asistía a las clases de griego de los grandes helenistas Martín. S. Ruipérez y Luis Gil, con la hostia consagrada todavía casi en la punta de la lengua, un libro tan prodigiosamente delicioso como Dioses y héroes de la antigua Grecia, de Roben Graves, que ya se había publicado en Londres, si me lo hubiera encontrado entonces, me habría parecido un aborto del diablo. Frente a la verdad cristiana revelada, cuyo cielo estaba gobernado serena y castamente por Dios Padre, y que iluminaba mi vida con las más divinas luces de los profetas del Antiguo Testamento y los salvíficos relatos de los evangelistas, el miserable Olimpo griego, poblado promiscuamente por dioses y diosas, que copulaban como camellos, me parecía un repugnante prostíbulo sin pies ni cabeza. La religión, me decía, después de la comunión, es algo profundamente serio y solemne, y estos dioses griegos degenerados no son más que tratantes de ganado. Leo, estos días, por razones de trabajo, el prólogo de la excelente traducción de Vidas de filósofos, de Diógenes Laercio, que, en el siglo XVIII, firmó el gran helenista José Ortiz y Sainz, quien declara que ha disfrazado muchas palabras y expresiones menos decentes que Diógenes Laercio usa, como gentil que es, sin ninguna reserva. Y el traductor las anota, para que no dañen al lector, porque son opiniones ajenas a la sana moral. E incluso un hombre tan culto y fino como Ortiz y Sainz no puede librarse de la demente suficiencia que suele generar la fe en el Dios de los católicos. Aquí aparece, con todos sus hierros y yerros, el católico español que es más bruto que un arado etrusco, incluso, insisto, en el caso de un hombre fino como Ortiz y Sainz: «Por lo demás, los lectores se reirán como yo al ver los caprichos, sandeces, y necedades de Aristipo, Teodoro, Diógenes y demás cínicos; la metempsicosis pitagórica; ... el ateísmo de unos; el politeísmo de otros; y, en una palabra, cuantos disparates hacían y decían algunos filósofos de estos; pues la filosofía que no va sujeta a la revelación apenas dará paso sin tropiezo». Como se ve, a Ortiz y Sainz, le hacía gracia, por disparatada, la metempsicosis pitagórica, pero encontraba muy razonables-vamos, de lógica germánicamente cuadrada-la virginidad de María después del parto, la divinidad y resurrección de Jesucristo, su ascensión a los cielos. En 1958 Luis Cernuda escribe «Historial de un libro. (La Realidad y el Deseo)», su autobiografía poética resumida en treinta y siete prodigiosas páginas. Y allí queda claro por qué un libro como, por ejemplo, Dioses y héroes de la antigua Grecia era imposible que fuera fruto de un cerebro español. Dice Cernuda: «No puedo menos de deplorar que Grecia nunca tocara al corazón ni a la mente española, los más remotos e ignorantes, en Europa, de "la gloria que fue Grecia". Bien se echa de ver en nuestra vida, nuestra historia, nuestra literatura». Y, aunque está muy claro, hay que explicar por qué Grecia, con muy pocas excepciones, no ha rozado nuestra vida, nuestra historia, nuestra literatura. Y Grecia no ha rozado la cultura española porque aquí, levantes donde levantes una piedra, siempre te salta al ojo una puta iglesia románica. Tampoco, cuando me fui a vivir a Atenas, a los veinticuatro años, tuve suerte con los mitos griegos. Allí, al borde de la Acrópolis, quedó pulverizada instantáneamente mi fe católica e, inmediatamente, me puse a blasfemar, a razón de unas doscientas blasfemias por minuto, como un labrador de Tudela picado en un ojo por un tábano cisterciense. Hice mío el odio que el poeta latino Lucrecio sentía por todas las religiones del mundo e incluí en este odio mío, según la célebre expresión romana, más que púnico, a la mismísima religión griega. Para colmo, y como debía ser, los griegos que me interesaron de verdad fueron los contemporáneos, y los poetas Seferis, Cavafis y Elitis desplazaron al Olimpo a Esquilo, Sófocles y Eurípides. De los dioses griegos, por muchos años, no quise saber nada. A mí, entonces, me interesaban sólo los poetas, los camareros, los quiosqueros, los futbolistas, los taxistas: o sea, gentes sin complicaciones celestiales. Pero, cuando, con los años, ya vi que había cubierto, e incluso con creces, mi cupo de blasfemias tudelanas, me acerqué por fin, ya sin resentimiento, a Dioses y héroes de la antigua Grecia y devoré estas historias como lo que son: unos cuentos griegos maravillosos relatados por Robert Graves, un genial bardo de Wimbledon, que siempre gastó una prosa que está a la altura de su excelente y copiosa poesía. Dioses y héroes de la antigua Grecia es el libro que debería ser de lectura aconsejada en todos los colegios occidentales. Es el único antídoto eficaz contra el mal de ojo de los crucifijos que todavía cuelgan en las aulas y en algunos hospitales públicos. En la historia de Occidente, sólo Ovidio, en Las metamorfosis, ha narrado los mitos griegos con las gracia, rigor, frescura, humor, dramatismo y desparpajo del exquisito Robert Graves.
Este ensayo explora la figura del hombre de Dios y su llamado, utilizando la vida de Moisés como ejemplo. Se analizará cómo Dios preparó y formó a Moisés para su ministerio, y cómo este ministerio fue exitoso y memorable. El estudio nos motiva a reflexionar sobre cómo Dios nos está formando a nosotros y cómo podemos cultivar las virtudes de la fe, la obediencia y el servicio en nuestras propias vidas.
Estudio comparativo de la diosa en las civilizaciones proto-indoeuropeas
Era casi diciembre y Jonás empezaba a estar asustado. «No, no es ésa la palabra», pensó. Estar asustado es tener esa sensación profunda y odiosa de que va a pasar algo terrible. Asustado había estado un año antes, cuando un avión no identificado sobrevoló por dos veces la Comunidad. Jonás lo vio las dos veces. Guiñando los ojos para mirar al cielo, vio pasar el esbelto reactor, una forma casi borrosa por la velocidad que llevaba, y un segundo más tarde oyó el estampido que lo seguía. Y luego otra vez, al cabo de unos instantes y en la dirección contraria, el mismo avión.
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