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EL HOMBRE DE LA ARENA

Abstract

Sé muy bien que os sentiréis intranquilos porque hace muchísimo tiempo que no escribo. Mi madre debe de estar muy enfadada, y sin duda Clara pensará que llevo una vida desenfrenada y que olvido a mi dulce ángel, cuya imagen llevo profundamente grabada en mi memoria. Pero se equivoca. Pienso en todos vosotros cada día, y contemplo el encantador rostro de Clara, con su inocente sonrisa y sus ojos claros, igual que cuando regresaba a casa... Sin embargo, ¡cómo voy a escribiros en mi estado actual!... ¡Me ha ocurrido algo espantoso! Oscuros presentimientos de un hado fatal se ciernen sobre mí como negros nubarrones impenetrables a la luz del sol... Necesito contarte lo que me ha sucedido; sin embargo, sólo de pensarlo se me hiela la sangre... ¡Ah, mi querido Lothair! ¡Qué puedo decirte para que comprendas, siquiera de un modo aproximativo, que lo que me ocurrió hace algunos días ha trastornado por completo mi vida! Si estuvieras aquí, tú mismo podrías verlo; no obstante, estoy seguro de que me consideras un supersticioso visionario... En resumidas cuentas, el espantoso acontecimiento que me sucedió, y cuya tremenda impresión en vano me esfuerzo en olvidar, no es otra cosa sino que hace días, precisamente el 30 de octubre, a las doce del mediodía, un vendedor de barómetros entró en mi casa para ofrecerme su mercancía. No le compré nada, y le amenacé con tirarle escaleras abajo, cosa que no hice gracias a que él se retiró prudentemente.