Estados fallidos o estados en crisis

Cuadernos De Estrategia, 2003

ESTADOS VULNERABLES: UN FENÓMENO UNIVERSAL QUE EXI-GE UNA APROXIMACIÓN INTERDISCIPLINAR.-2. UNA PROPUESTA DE TIPOLO-GÍA.-2.1. La distinción entre Estados débiles y fracasados.-2.2. Causas y caracteres de las situaciones de debilidad y fracaso del Estado.-2.3. La crisis del Estado en África: práctica reciente.-3. EL CONCEPTO DE ESTADO FRACASADO A LA LUZ DEL DERECHO IN-TERNACIONAL.-3.1. El elemento constitutivo del poder político en el concepto de Estado.-3.2. El estatuto jurídico del Estado fracasado.-4. CONCLUSIONES.

Iuris Tantum Revista Boliviana De Derecho, 2011

RESUmEn: Al presente, desde distintas perspectivas, los Estados fallidos parecieran ser una clasificación más de los Estados en general. Este artículo constituye un intento por revisar dicho concepto, que en nuestros días, últimamente, a cobrando nueva relevancia. La tarea se emprende desde el concepto que el derecho internacional da a los Estados fallidos. Luego se analizan las características políticas del mismo, a través del Índice de Política Exterior y Fondo para la Paz de los Estados, que consideran el nivel de desprotección de la ciudadanía frente a la violencia. El propósito principal es determinar una conexión real que justifique la existencia de Estados fallidos, o si esta categoría es sólo una manipulación de las potencias poderosas. Del mismo modo, el artículo es un intento por clarificar ciertos conceptos relativos a los Estados fallidos, como falta de gobernabilidad y estabilidad que, con frecuencia, se han usado como sinónimos de Estado fallido, aunque su aplicación debe ser relativa al contexto específico de cada país.

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Estados Fallidos: ¿Se puede calificar un estado como colapsado? Acercamiento al concepto, críticas y análisis del caso colombiano Índice

Los Estados fallidos han sido entendidos como una amenaza global en virtud de los grupos terroristas que emergen y se consolidan en su interior, desde donde se supone planean acciones internacionales. El presente documento, sin embargo, deslinda el impacto de la falla estatal al ámbito regional, como quiera que son los países vecinos de un Estado fallido los que, a través de sus fronteras, ven modificadas sus diná- micas internas debido a dos factores principales: los tráficos ilegales causados por la ausencia de controles efectivos por parte del Estado, y las grandes cantidades de refugiados que cruzan las fronteras más inmediatas de su fallido lugar de origen y se asientan en los países más cercanos. Por tanto, se desmiente en buena medida la idea según la cual la repercusión del fracaso de algunos Estados trae consigo la invariable consecuencia de un ataque terrorista de dimensiones globales, más bien se trata de reconocer que son sus vecinos regionales los que resultan impactados por sus anomalías.

Desde Mi Trinchera, 2010

La Comisión Europea ha presentado esta semana el informe sobre el envejecimiento de la población en la Unión Europea. Los datos para España son demoledores y representan una verdadera bomba de relojería al modelo existente de Estado del Bienestar. La comparativa entre los datos actuales y las proyecciones hasta el año 2060 destaca la pérdida de población total (de 46,6 a 41 millones) y un acusado envejecimiento de la sociedad. La población infantil disminuye (del 15,2% al 13,4% del total), la población en edad de trabajar presenta un descenso muy importante (del 67% al 56,5%), mientras que la progresiva jubilación de la generación del baby boom dispara el porcentaje de población con más de 65 años (del 17,9% actual a más del 30% en 2060). Los índices de sobreenvejecimiento también aumentan. Concretamente, la población con más de 80 años en España casi se triplicará, pasando del 5,6% al 15% del total. Y es que la esperanza de vida será de 85 años para los hombres y 90 años para las mujeres. Habrá que ver, pero, si la mayor cantidad de años se podrá acompañar, o no, de más calidad de vida. En el sistema de previsión social, estos cambios demográficos inciden directamente en el gasto público social. Las enfermedades crónicas asociadas al envejecimiento incrementan los costes de salud y dependencia, mientras que la pérdida de población en edad escolar (la tasa de fertilidad continuará muy baja) implica menos gasto en educación. El gran problema, sin embargo, está en las pensiones. Si ahora hay cuatro personas en edad de trabajar por cada pensionista, en 2060 sólo habrá dos.

Los fenómenos ocurridos en el último decenio -por no atrevernos a decir simplemente quinquenio-han vuelto a poner en escena una palabra que venimos oyendo, al menos los argentinos, desde que tenemos uso de razón. En efecto, y parte de la motivación de este trabajo se origina también allí, hemos oído hablar de la crisis en casi toda nuestra historia, sino como nación, al menos desde la recuperación de la democracia en los ochenta. Pareciera ser que tanto nuestro país como nuestro mundo transita de crisis en crisis, y ello de una manera que en estas últimas por lo menos dos décadas ha adquirido una velocidad y vertiginosidad que ya resulta muy dificultoso, cuando no imposible, identificar momentos de 'normalidad', contracara presunta del calificativo que nos convoca. Aquí mencionamos a la crisis del Estado, o mejor dicho, al Estado en crisis, una sutileza que no es casual y que intentaremos clarificar a lo largo de estas líneas. Pero no sólo es el Estado al que se le ha atribuido tal concepto. Los argentinos tenemos probada experiencia en ello: crisis económicas, crisis políticas, crisis sociales, crisis de los partidos políticos, crisis de representatividad. Hasta podríamos ponerle una fecha cúlmine a la "catástrofe": 19 y 20 de diciembre de 2001.