Aunque el trabajo alrededor de este monográfico sobre la vida social después de la violencia arrancó allá por julio de 2009, esta introducción, que cierra esos dos años largos de faena, la firmo el 21 de octubre. Sí, en efecto: apenas veinticuatro horas después de que ETA declare un "alto el fuego permanente, general y verificable". Hoy, y en titulares de honor, El País encabeza su edición del viernes con un eufórico "El fin del terror", que se completa en una de sus ediciones digitales con un no menos triunfal "las fuerzas democráticas se preparan para un futuro sin violencia". Líneas más abajo el todavía presidente José Luis Rodríguez Zapatero profetiza: "Será una democracia sin terrorismo pero no sin memoria", mientras que al lado, en titulares menos gruesos, la izquierda abertzale admite el "fin de la violencia". Otros rotativos cargan tinta en el entorno de la noticia y dan voz a protagonistas distintos a los contendientes principales del conflicto, desde las muy presentes y referenciales víctimas ("Las víctimas son todo, son el referente"), 1 hasta los no tan visibles pero sin embargo cruciales en esta fase del proceso, expertos: expertos en terrorismo, expertos en ETA, expertos en nacionalismo, expertos en stress posttraumático, expertos en violencia, expertos en víctimas, expertos en derecho humanitario… En los análisis del día, en los homenajes, en las valoraciones… algunos términos se repiten, independientemente del lugar del espectro ideológico desde el que se hable: en el punto más alto del ranking, "memoria" y "víctimas". En puestos muy dignos dentro de esa humanos"… Son conceptos, personajes, profesiones, sustantivos que a todos nos resultan muy familiares y que no serían muy distintos si de lo que hablásemos fuese del Perú, o de la dictadura argentina (de la que en Argentina llaman "la última"), o del Holocausto, o de la dictadura uruguaya, o de Palestina o de la memoria de la represión durante la Guerra Civil española y el franquismo. Esos conceptos, personajes, profesiones, sustantivos se han instalado ya en nuestra manera de representar el mundo, pues dan armazón a lo que con buen criterio Didier Fassin llama nuestra nueva "economía moral" (2010). Tan es así que aunque en este número no se hable nada de ETA ni del País Vasco sí se podrá pensar en una y otro, pues se hablará de realidades que, por parecidas, o por pensadas por profesionales y categorías parecidas, o porque gestionadas por dispositivos parecidos, o porque vividas por protagonistas parecidos, terminan por ser imaginadas como muy parecidas, las realidades de después de la violencia.