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Una escritura del tiempo

1986

Entonces, la compañía contrató a alguien que no había leído el libro, ni mi guión, pero al que dio la orden de cortar, y cortó, y cortó ... Fue una exhumación cuando vi el film por primera vez, diez años después; una exhumación para mí. Encontré, en un pequeño ataúd, mucho polvo y un hedor terrible y ... una diminuta columna vertebral y un hueso del hombro. Naturalmente, me puse enfermo, muy enfermo, porque había trabajado durante dos años en ese film, sin cobrar nada. Ensayad esa melodía en vuestro piano: dos años con una esposa enferma, con un hijo enfermo, gravemente enfermo de poliomelitis, y yo trabajando en ese film, sin sueldo, durante dos años. Y al cabo de los dos años, pensaba que si el film se exhibía como yo lo había hecho, sería el director más grande del mundo. Estas son las tristes y desencantadas palabras que Erich von Stroheim dedicara en 1955 a su más cariñoso y desmesurado proyecto, Greed (Avaricia, 1923-1924). No resulta incomprensible, ni tan sólo extraña, la nube de leyenda que rodea las sucesivas censuras que el film sufrió. Recortes que fueron obra de varias manos y que redujeron una obra de casi nueve horas de duración a dos escasas que ostenta la copia en la actualidad. Pero, más allá de la imagen de este genio despojado que sin lugar a dudas fue Stroheim, cabe preguntarse si el método empleado presentaba aspectos en colisión con un modelo cinematográfico que se estabilizaba en los veinte americanos. Pues Greed puede ser un lugar privilegiado de cuestionamiento de los límites, si bien todavía escasamente clausos, que preconizaba la producción americana antes de la llegada del sonoro.