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Lectura e infancia

2002

P a menudo esas horas parecieron perfectas, porque la melancolia suele reservarle la agria memoria de su duelo, porque no hay nimiedad que, en el centro sobrio de la luz -luz diurna, luz vespertina, luz de vela, luz de lamparano pueda ser recordada, es que la lectura en la infancia no entra en el olvido y su sola evocacion tiene la fuerza de un tesoro largamente prometido al deseo. Por ello siempre me resulto atractiva la paradoja que Proust plantea al comienzo del ensayo que precede su traduccion de Sesamo y los lirios, de John Ruskin, “Sur la lecture”. Escribe Proust: