En la mañana del sábado 15 de noviembre de 1975, mientras el dictador Francisco Franco agonizaba en una clínica madrileña, el joven líder del PSOE, Felipe González, dirigía desde la tribuna del congreso del SPD en Maguncia una apasionada llamada a los demócratas europeos para que contribuyeran al pronto renacer de la libertad en España. González hacía su petición de manera peculiar: