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1984, Revista Iberoamericana
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Los mejores cuentos de Borges se caracterizan por la densidad e im-bricaci6n de miltiples elementos narrativos y pianos de significaci6n dentro de un espacio lingiiistico 6ptimo. Es preciso aceptar que <<l a mayor ' L. J. Potts, Aristotle on the Art of Fiction, English trans. of Aristotle's Poetics
; reproducido en Espéculo 27, 1-VII-2004 Ligeramente modificado en septiembre de 2016.] Hasta donde alcanzo a ver, el nombre del malogrado poeta inglés Ernest Christopher Dowson (1867-1900) no figura en ninguno de los volúmenes de las Obras Completas o los Textos recobrados de Borges aparecidos hasta hoy. Ello se debe a la práctica de la Editorial Emecé, que prodiga irregularmente tomos que reúnen la obra dispersa de Borges, pero deja de lado las versiones hemerográficas de los trabajos que Borges recogió en alguno de sus libros, aunque éstas aducen con frecuencia variantes de envergadura. Examinando la versión original de "Una de las posibles metafísicas" (Sur 115, mayo de 1944, 59-67; recogido luego como parte "A" de la "Nueva refutación del tiempo", primera edición en libro: Buenos Aires: Oportet & Haereses, 1947; pasó luego a Otras inquisiciones y de allí a las Obras Completas), encontré, entre muchas otras, esta variante, que procede de la primera publicación en revista: el pasaje que en Obras Completas (1974, 763) comienza "no puedo caminar por los arrabales en la soledad de la noche" y concluye con "cada vez que atravieso una de las esquinas del sur, pienso en usted, Helena", reza como sigue en la edición original, publicada en Sur (tampoco recogido en Borges en Sur, 1931Sur, -1980Sur, , 1999:
"Cuadernos del Hipogrifo" 12, Roma, 2019 (febrero 2020), 16-24.
Revista de Teoría del Arte, 2011
borges: ensayo y ficción 1 pablo oyarzun r. Dos asuntos reiterados en los análisis y comentarios de la obra de Borges son, por una parte, el relajamiento y hasta la borradura de la frontera entre ensayo y ficción y, por otra, el talante escéptico de su escritura. El primero atañe a una peculiaridad literaria de su obra, que si no le es exclusiva, alcanza en ella acaso la expresión más plena y acendrada. Del segundo prefiero pensar que define un clima y un efecto, en lugar de atribuirle a Borges una postura o una filiación intelectual de esa índole. Aquí me interesa establecer relaciones entre ambos asuntos. El ensayo, bien lo sabemos, tiene raigambre o aliento escéptico, desde su incepción inicial por Montaigne, que a su vez difunde célebremente las argumentaciones de Sexto Empírico en su Apología de Raimundo Sabunde, con la consecuente repercusión que éstas habrían de tener en el desarrollo de la filosofía moderna. El íntimo comercio entre ensayo y ficción, que la mirada espontánea recelaría, porque tiene los aires de confundir verdad y mentira (la vocación del ensayo, aunque éste se confiese su déficit de conclusión y sea esencialmente reacio al dogma, es siempre la verdad, en tanto que la ficción nos propone un contrato en que aceptamos ser engañados a cambio de una bonifi-cación de placer o divertimiento), esa relación es argüible principalmente porque en ambos casos se sitúa el discurso en el plano y el horizonte de la hipótesis, del «como si». A su vez, la tentativa inscripción de ese comercio en el con-texto del escepticismo trae algo particularmente interesante, pues se tiene alguna base para sospechar que la ficción tiene 1 Escrito en el marco del pro-yecto FONDECYT 1070990 «Indagaciones sobre literatura y escepticismo. Acerca de las relaciones de experiencia, yo y discurso», del cual el autor fue investigador responsable. El texto (en su versión inglesa, par-cialmente modificada respecto de la presente) sirvió de base a una sesión de seminario de Doctorado en el Departamento de Literatura Comparada de SUNY at Buffalo en abril de 2010.
Hace algunos años estaba yo en Francia viendo la televisión cuando al final de un noticiero se informó que algunas personas se habían instalado en una mansión londinense que era fama estaba encantada y en la que por eso no vivía nadie desde el siglo xvii o xviii; un reportero entrevistó luego a los invasores, preguntándoles si no creían en fantasmas, y éstos le explicaron que a quien le tenían miedo era a la policía que se podía presentar en cualquier momento para expulsarlos. Por último, el reportero, de pie ante la mansión, le preguntó a los telespectadores si ellos tampoco creían en fantasmas. "Yo sí," dijo después y se desapareció.
Martinez Estrada, Borges y el Viejo Vizcacha 1a edición - Los invariantes históricos argentinos, 2017
(La a-historia y los invariantes argentinos) Este trabajo está basado en la conferencia que ofrecí en la casa de Alem 908, Bahía Blanca, sede Fundación Martínez Estrada, el 10 de noviembre de 2016. Un cúmulo de temas dispersos se fueron uniendo, y de su combinación surgió un desarrollo muy am-pliado de las ideas de este pensador: los invariantes, la a-historia, el peronismo como religión, seis historias apócrifas, La Cabeza de Goliat, la pampa que ingresa a Buenos Aires “a través de la gramilla de los empedrados”, la no superación de la dicotomía civi-lización-barbarie, la Revolución y la Contrarrevolución de Mayo, el costo de las masa-cres en el inconsciente colectivo, la lección de unos anarquistas en el siglo XIX, y la única opción válida para salir del atraso: adoptar el sistema de los tres poderes indepen-dientes. Podría decirse que la peor situación de toda la historia argentina se vivió a finales de la década de 1880, que culminó con la Revolución de 1890: quebraron los tres bancos nacionales y quedamos en default externo; miles y miles quedaron en la calle, com-pletamente desamparados. El robo fue espantoso, de magnitud similar al del corralito (2001/2). A las provincias las llamaban “los trece ranchos” y la miseria era terrible. La proclama de los revolucionarios (Alem-del Valle) sólo pedía voto secreto y fin de la corrupción. Un grupo de marxistas alemanes había llegado al país para esa época, cuyo mayor exponente fue Germán Avé Lallemant. Huían de Bismarck. Habiendo observado el enorme saqueo de las arcas públicas, debatieron entre ellos acerca de cómo encasillar semejante rapiña: no lograban encontrarle un lugar en el esquema de Marx. Hasta que se dan cuenta que estos tipos no eran capitalistas, sino “el caudillaje”, un estadio muy ante-rior al predominio del capital, una especie de feudalismo saqueador de tipo medieval y bandolero. Vale que nos hagamos la pregunta: si en doscientos años de historia nuestro país todavía tiene el 33% de pobreza, ¿no será que muchos de los gobiernos que se su-cedieron fueron, en mayor o menor grado, en realidad, “saqueadores medievales bando-leros”? ¿En qué estructura de los tres poderes independientes colocaríamos a entidades o personalidades tan disímiles como el Unicato, la Liga Patriótica, la Fundación Eva Perón, Sueños Compartidos, las universidades tercerizadas, La Cámpora, el Fútbol para todos, la Tupac Amaru, Austral Construcciones; o los militares golpistas Uriburu, Justo, Galtieri, Videla, Massera; o a personajes como Julio A. Roca, Miguel Juárez Celman, Juan D. Perón, Jorge Antonio, Norberto Apold, Carlos Aloé, Miguel Miranda, Isabelita y José López Rega, Celestino Rodrigo, Firmenich y los montoneros, el aduanero Ibrahim al Ibrahim, Domingo Cavallo, Carlos Menem, Emir Yoma, los Kirchner, Lázaro Báez, Cristóbal López, José Francisco López, entre tantos otros? ¿Constituyen estos nombres una marca registrada argentina supra-institucional? La carta de Borges donde menciona que Martínez Estrada le dijo que la historia ar-gentina proviene del Viejo Vizcacha, cierra el círculo. Por eso considero que las distintas historias oficiales, incluso la de la generación del ‘80 y la del peronismo, son relatos, a-historias, algunas monumentales. La Cabeza de Goliat fue una idea brillante de Martínez Estrada. Lo que los ochentistas crean, en realidad, no es un gran país, sino una gran ciudad. Se trata de la mega Buenos Aires, “que le chupa la sangre a la nación”. Claro, ellos niegan esto: dicen que Argentina llegó a estar octava en el mundo, y que después llegó el peronismo para destruir todo. Sin embargo, analizando en profundidad se ve claramente que dejaron un “gran país” sólo para la aristocracia, y que los sumergidos estaban muy mal. ¿Por dónde estaba en ese entonces la distribución de la renta? ¿quizá en 90%/10%? Los conservadores aceptan de mala manera el resultado de los comicios de 1916, gana Yrigoyen, sigue Alvear, vuelve Yrigoyen, pero el invariante militar que dejaron –herencia de Roca– se mantiene poderoso, y hacen caer fácilmente al gobierno radical. Viene el fraude patriótico que mantiene a las clases bajas en condiciones peno-sas, y llega Perón como nuevo monarca de las masas, reivindicándolas pero desde la contrarrevolución. Cambian personajes y circunstancias, pero no hay república de tres poderes independientes. Se ve una línea directa entre los desheredados de Roca y sus continuadores, y los descamisados de Perón en 1946. Y arribando a 2016, se observa la dificultad de la población para aprehender ciertos conceptos de apariencia luminosa, pero que conducen hacia la decadencia: inflación, necrofilia, desprecio a la ley, autorita-rismo, baja calidad de las instituciones. El único invento genial universal fue el sistema democrático de los tres poderes in-dependientes (Montesquieu, Rousseau) que surge con la Revolución Francesa (1778) y evoluciona pausadamente y con muchos conflictos hasta nuestros días. Después apare-cen, al menos, las siguientes tendencias: el comunismo, el fascismo, los regímenes te-ocráticos y las democracias embrionarias; quedan, también, algunos reductos medievales. Los tres primeros tendieron siempre a destruir o mutilar las democracias, pasando al partido unitario. Explícitamente se construyeron como monarquías –poder único, perso-nalizado y centralizado– y declararon como su enemigo a los gobiernos de tres poderes, combatiéndolos muchas veces por los medios más bestiales. Este panorama se ve todavía hoy en algunos lugares: estamos ya en Siglo XXI. Ro-sas, Mitre, Sarmiento, Roca, Perón, no resisten un análisis “etiológico histórico”. Fueron todos regímenes donde primaron los invariantes monárquicos, de características teocrático-militares, que gobernaron sólo para un sector social y no para todos los habi-tantes. Ejercieron el poder mediante estructuras corporativas, piramidales y verticales. La Constitución de 1853 y las subsiguientes hasta 1916, constituyeron sólo fachadas de una república. Descubrí a Ezequiel Martínez Estrada aproximadamente en 2009/2010, cuando me encontraba preparando una obra sobre la historia del ajedrez argentino. Allí apareció su figura como Bibliotecario de la FADA y autor de algunos artículos en El Ajedrez Argentino, 1924/5. Por ese entonces no tenía intención de escribir un capítulo importante acerca del ajedrez y la literatura, pero después de leer algunas de sus obras y las de otros autores que habían escrito sobre él, me atrapó, y me identifiqué totalmente con sus ideas. El hecho de entrar por la ventana terminó traduciéndose en una ventaja que no tuvieron mis antecesores: examiné todos sus trabajos consecutivamente, incluyendo Filosofía del Ajedrez, escrito entre 1916 y 1929 pero publicado recién en 2008, lo que me permitió visualizar los conceptos básicos fundamentales de su obra desde un ángulo nuevo y más abarcador. Lo más importante que observé es que varios conceptos ajedrecísticos pasan de Fi-losofía a sus obras posteriores (Radiografía de la pampa, Los invariantes históricos en el Facundo, y otras). Por un lado, expone el concepto de “invariante”, muy poderoso y aplicable universalmente: lo que no cambia, en contraposición a las modificaciones cir-cunstanciales producidas en cada época. Lo define como “una máquina de trabajo natural”: –Debo especificar que mi libro Radiografía de la pampa no se refiere a situaciones, o sea, a circunstancias variables. He tratado de configurar un diagrama con los invariantes históricos que creí hallar en el Facundo y además en Las Bases, Ojeada Retrospectiva, y en los escritos doctrinarios de Moreno y Monteagudo. Las situaciones cambiantes no alteran la estructura esencial que creo haber fijado en el diagrama, susceptible, es claro, de progresivas modificaciones. De este diagrama puede deducirse una función, entre máximas y mínimas, como el de una máquina de trabajo natural, tomadas en cuenta también las perturbaciones mecá-nicas de un orden previsible. Por este método, el pronóstico es consecuencia de conocer el mecanismo, y la palabra profeta es absolutamente impropia e injuriosa. También habla de “posicionarse y analizar desde arriba”, y dice que el ajedrez “consiste en las posiciones a devenir”.
Olivar, 2006
Una historia del Hispanismo en Argentina no estaría completa, tal como ha demostrado José Luis de Diego, sin la larga serie de manifestaciones antiespañolas que se registraron desde el siglo XIX hasta el presente. Entre los numerosos integrantes de la lista de reconocidos intelectuales que polemizaron con la antigua metrópolis, se encuentra Julio Cortázar, quien en distintos momentos de su carrera expresó a través de la ficción sus divergencias con una estética y una forma de concebir la literatura caducas que identificaba con España. Alentando el propósito de mantener vivo el debate sobre el tema iniciado en el número 5 de Olivar, la siguiente nota desmonta las operaciones que lleva a cabo el autor de en un capítulo de Un tal Lucas análisis detenido del fragmento así como de las relaciones que tiende hacia otras obras del mismo escritor, me ha permitido esbozar una hipótesis sobre la construcción del antihispanismo cortazariano.
Mutatis …, 2011
Amigo y exégeta apasionado de Borges, Jean-Pierre Bernès dirigió la edición de las Obras completas del maestro argentino para la Pléiade de Gallimard. El segundo y último volumen de estas obras apareció en mayo de 1999. En esta conversación, Jean-Pierre Bernès recuerda a Borges y comenta la obra de este. La amistad que, desde 1975, unía a Jean-Pierre Bernès con Borges, condujo a aquel a emprender, en 1984, la edición de las Obras completas de Borges para la colección la Pléiade. El primer tomo de esta edición apareció, con el éxito que ya sabemos, en abril de 1993. Ese volumen, determinado con el autor según los deseos de este, precedió la edición española y sirvió como obra de referencia; reunía muchos textos de juventud y se detenía en 1952, año de publicación de Otras Inquisiciones. Seis años más tarde aparece, pues, el segundo y último tomo de las Obras completas 1 de Jorge Luis Borges, tomo que empieza con El Hacedor (1960) y termina con La Memoria de Shakespeare, última obra del maestro argentino, la cual se publicó después de su muerte. Como el primer tomo, el segundo está enriquecido con numerosas reseñas, notas y variantes que son el fruto de un lento, minucioso y paciente trabajo de investigación. A los textos principales, como El Informe de Brodie, El Oro de los tigres, El Libro de arena, etc., Jean-Pierre Bernès adjuntó, según la indicación benévola de Borges, discursos, conferencias, prólogos dispersos, así como una apasionante correspondencia, que
Han pasado casi diez años desde la primera edición de este libro. Más tarde fue traducido en parte al inglés y publicado también en España.
Quién' Cañeque, Borges y las paradojas de la metaficción Resumen: La obra de Borges ha inspirado numerosos textos de autores españoles contemporáneos como Juan Bonilla, Pedro Zanaluki y, sobre todo, Carlos Cañeque en su metanovela Quién (1997). El artículo comenta la intertextualidad borgeana (citas, temas y motivos, técnica narrativa, rasgos estilísticos) en Quién, explica la complicada construcción de la novela diferenciando los distintos niveles del texto -las dos tramas novelescas incompatibles, los paratextos intraficcionales y la ficcionalización de la historia editorial-y analiza los procedimientos utilizados para crear un problema narrativo irresoluble de condicionamiento y dependencia mutua de dos novelas dentro de la novela.
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Cuadernos LIRICO, 2013
ACTAS DE LAS JORNADAS DE INVESTIGACIÓN DEL INSTITUTO DE LITERATURA HISPANOAMERICANA XXVII Jornadas de Investigación del ILH-2015, 2015
Revista chilena de literatura, 2008