2017, Cuaderna Vía
Cuando Porfirio Díaz asubió como presidente (o más bien dictador) de México, el país estaba separado. La gente de del sur no conocía a la gente del norte, los huecos entre las clases sociales eran enormes, y había mucha pobreza. Al final de la dictadura, todavía había mucha gente con escasos recursos, y la población aún no se conocía. Sin embargo, en 1910 estalló la Revolución mexicana, una guerra civil que cambió la sociedad de México completamente, desde la economía hasta las clases sociales y su cultura. Todos estos cambios sucedieron en parte porque no hubo lugar del país en el cual la vida de la gente no se viera de una manera afectada por la Revolución. Los elitistas pelearon contra las clases obreras, el norte se enfrentó al sur, constitucionalistas contra federales, y para el final de la Revolución, los mexicanos (ya sea para bien o para mal) ya no eran extraños. En gran parte, esto se debe al protagonista de la Revolución mexicana, que, aunque no tuvo una voz propia, se le veía en todos los aspectos de la Revolución mexicana: el ferrocarril. Ya sea por su papel en facilitar el movimiento de ejércitos, armamento y recursos o por cómo mitigó el desplazamiento de refugiados que causó la Revolución mexicana, el ferrocarril evidencia cómo transformó al país, esto se nota en todas partes, no hace falta leer un libro o ver un documental. Es suficiente ver una película de la época de oro del cine mexicano, ojear un mapa de México de la era revolucionaria o ver una imagen. Irónicamente, este instrumento que utilizaron los caudillos y constitucionalistas para ganar la guerra fue construido por el mismo dictador que querían derrocar, Porfirio Díaz. Aunque es cierto que Porfirio Díaz fue derrocado por ser un "César", no respetar los derechos civiles de los ciudadanos mexicanos, y dar precedencia a intereses económicos extranjeros, no se le puede negar el título de padre del México moderno. Cuando él ascendió al poder en México en 1876, las vías férreas de México eran escasas. En 1873 sólo había alrededor de 572 km de vías férreas. Durante su régimen, se desarrolló un sistema de ferrocarriles que se extendían por todo el país y, para 1910, había alrededor de 19, 000 km, con un costo estimado de $2 billones de dólares (ajustados para la década de 1950). Además de conectar al país, el dictador también fue responsable por impulsar el desarrollo de industrias de textiles, petróleo y agricultura comercial (Haber). Estos sucesos transforman a México por completo, como se puede observar contrastando el mapa número 1 con el número 2, y la diferencia de 22 años es drástica. De 1894 (aquí Díaz ya llevaba 18 años en el poder) a 1916, México pasa de ser un país desconectado a ser ya un