Muchos de nosotros tenemos heridas sin sanar cuando uno de nuestros miembros más queridos nos ha fallado o les hemos fallado nosotros mismos. Proyectamos aquellos sentimientos a otras personas y asumimos la carga y el dolor como algo...
moreMuchos de nosotros tenemos heridas sin sanar cuando uno de nuestros miembros más queridos nos ha fallado o les hemos fallado nosotros mismos. Proyectamos aquellos sentimientos a otras personas y asumimos la carga y el dolor como algo ajeno a nosotros. La pregunta clave es ¿El dolor es malo? Sentir una carga emocional y dolor siempre se ha visto como algo criticado y maligno. Pero ¿Acaso no es ese dolor el que nos hace caminar? Nosotros los seres humanos somos dinámicos, se habla de una homeostasis para encontrar el equilibrio, pero dicho concepto se ha tomado de una manera banal y errónea. Somos gente que se moviliza todos los días: pensamientos, emociones, conductas, fantasías, deseos, etc. Como todo ser humano dinámico estamos en constante movimiento, es un ir y venir de cosas internas y externas que nos afectan. El dolor se puede asimilar de dos maneras: como una carga o mochila pesada, algo externo de lo cual nos alejarnos. Nos hacemos ajeno a nuestro sentimiento y lo mantenemos oculto. No crecemos sino más bien nos quedamos paralizados frente a este dolor y a su vez lo descargamos de manera inadecuada contra otros o también consigo mismo. Este cumulo de emociones hace que aquel vaso de agua se vaya llenando hasta que explotamos y surge algún problema con el otro. Por otro lado, tenemos al dolor como un aliado. Aquel con el cual conducimos nuestro camino y nos hace crecer dándonos cuenta que somos capaces de superar la adversidad. Lo aceptamos tal y como viene y nos hacemos cargo de ello, no como una mochila pesada sino como un acompañante silencioso. Un dolor bien manifestado asertivamente y escuchado se siente mejor que aquel que es ignorado. Por eso es importante poder reconocer nuestros sentimientos que nos aquejan y trabajar en ello. Sanar aquellas heridas que tuvimos con nuestros padres, abuelos, hermanos o personas importantes. Nadie dice que el perdón es rápido, pero sana poder encontrar nuevos caminos hacia él. Por ello, debemos entender que tenemos la libertad para elegir qué hacer con este dolor o herida. Con este fastidio o molestia. Trabajar con el padre Interno, aquel que fue crítico o muy sumiso y no nos deja avanzar debido al dialogo interior que existe constantemente es importante trabajarlo. Despejar toda crítica destructiva y liberarse. Dar a nuestro Niño libre y espontáneo un espacio para poder ser escuchado y acogido. Abrir el corazón hacia el vínculo y ser capaces de pedir consuelo, ser capaces de darnos amor a nosotros mismos y así poder liberarnos de las ataduras que nos hacen ser duros por fuera, pero débiles por dentro. Ser espontaneo consigno mismo es un gran paso hacia la autonomía, creatividad y despliegue de nuestros recursos internos.