
Rocío D. García-Moreno
Doctora en Criminología, graduada Cum Laude de la Universidad Autónoma de Nuevo León, con una sólida formación y experiencia en el estudio de la conducta sexual violenta en delincuentes. Destaco por mi estancia doctoral en la Universidad de Murcia, y mi Maestría en Psicoterapia Gestalt y Educación Sexual. Profesionalmente, he sido distinguida como candidata al Sistema Nacional de Investigadores y titular de la división de investigación de la Federación Mexicana de Criminología y Criminalística.
Mi tesis doctoral fue reconocida con una Mención Honorífica y el premio a la mejor tesis de Maestría por la Federación Mexicana de Criminología.
Mi perfil se enriquece con una amplia producción académica. Soy autora de libros, artículos científicos y capítulos sobre psicología criminológica, características del delincuente sexual, y la violencia sexual en tiempos de pandemia. He demostrado una gran habilidad para aportar conocimientos valiosos a estos campos, contribuyendo a la comprensión de problemáticas sociales relevantes.
Mi labor docente en universidades reconocidas, como la Universidad Autónoma de Nuevo León y la Universidad Humanista de las Américas, ha permitido formar a nuevas generaciones de profesionales en áreas como la psicología, sexología, psicología criminológica, la psicología forense y la educación. Soy una asidua participante en congresos nacionales e internacionales como ponente, presentando investigaciones en torno a la violencia sexual, diversidad sexual e inclusión, entre otros temas.
Mi experiencia profesional se extiende a la consultoría, psicoterapia e investigación en sexología, psicología y criminología. He ofrecido servicios de salud mental y sexual, peritajes forenses y capacitaciones en violencia de género, diversidad, psicopatología forense. Asimismo, he ocupado puestos de coordinación en asociaciones civiles, mejorando intervenciones psicosociales y promoviendo la socialización del conocimiento sobre sexualidad, psicología y prevención de conductas violentas. Mis objetivos principales son continuar aportando a la comprensión de la conducta sexual violenta, promover la justicia sexual y los derechos humanos, y contribuir a la formación de futuros profesionales en estos campos. Utilizo herramientas de trabajo variadas, incluyendo metodologías de investigación rigurosas, estrategias de enseñanza efectivas y técnicas de psicoterapia validadas.
Mi tesis doctoral fue reconocida con una Mención Honorífica y el premio a la mejor tesis de Maestría por la Federación Mexicana de Criminología.
Mi perfil se enriquece con una amplia producción académica. Soy autora de libros, artículos científicos y capítulos sobre psicología criminológica, características del delincuente sexual, y la violencia sexual en tiempos de pandemia. He demostrado una gran habilidad para aportar conocimientos valiosos a estos campos, contribuyendo a la comprensión de problemáticas sociales relevantes.
Mi labor docente en universidades reconocidas, como la Universidad Autónoma de Nuevo León y la Universidad Humanista de las Américas, ha permitido formar a nuevas generaciones de profesionales en áreas como la psicología, sexología, psicología criminológica, la psicología forense y la educación. Soy una asidua participante en congresos nacionales e internacionales como ponente, presentando investigaciones en torno a la violencia sexual, diversidad sexual e inclusión, entre otros temas.
Mi experiencia profesional se extiende a la consultoría, psicoterapia e investigación en sexología, psicología y criminología. He ofrecido servicios de salud mental y sexual, peritajes forenses y capacitaciones en violencia de género, diversidad, psicopatología forense. Asimismo, he ocupado puestos de coordinación en asociaciones civiles, mejorando intervenciones psicosociales y promoviendo la socialización del conocimiento sobre sexualidad, psicología y prevención de conductas violentas. Mis objetivos principales son continuar aportando a la comprensión de la conducta sexual violenta, promover la justicia sexual y los derechos humanos, y contribuir a la formación de futuros profesionales en estos campos. Utilizo herramientas de trabajo variadas, incluyendo metodologías de investigación rigurosas, estrategias de enseñanza efectivas y técnicas de psicoterapia validadas.
less
Related Authors
Steven Pinker
Harvard University
Andreas Umland
National University of "Kyiv-Mohyla Academy"
Don Ross
University College Cork
Bob Jessop
Lancaster University
Andrea Peto
Central European University
John Johnson
Pennsylvania State University
Armando Marques-Guedes
UNL - New University of Lisbon
Stephen Whittle
Manchester Metropolitan University
Hortensia Moreno
Universidad Nacional Autónoma de México
Francisco Vazquez-Garcia
Universidad de Cadiz
Uploads
Papers by Rocío D. García-Moreno
Books by Rocío D. García-Moreno
En este contexto, es importante considerar dos conceptos clave: los 'factores de riesgo', que son aquellos elementos que aumentan la probabilidad de que una persona se involucre en conductas violentas, y los 'factores de protección', que son características o circunstancias que reducen esta probabilidad.
Según Vozmediano y Gillen (2010), tanto los factores de riesgo como de protección son esenciales en la prevención de la conducta sexual violenta. Es fundamental entender que estos factores no operan de manera aislada, sino que están intrínsecamente ligados al entorno social y cultural en el cual el individuo se desarrolla. Esto significa que, en muchas ocasiones, ciertos comportamientos pueden ser normalizados o tolerados en función de las creencias y valores de una comunidad o familia.
En este sentido, Santiago Redondo propone una perspectiva innovadora a través de su 'modelo del triple riesgo delictivo'. Redondo sugiere que, en lugar de enfocarse estrictamente en clasificar los factores como negativos o positivos, es necesario adoptar un enfoque más descriptivo que tenga en cuenta las complejidades y dimensiones sociales y culturales en las que estos factores están insertos. Esto implica reconocer que las variables individuales y sociales son multifacéticas y no pueden ser abordadas desde una perspectiva simplista o maniquea.
En resumen, abordar la conducta sexual violenta requiere un análisis profundo de los componentes psicosociales, una comprensión de cómo las narrativas culturales pueden influir en estos comportamientos, y la implementación de estrategias de prevención que tomen en cuenta la complejidad de los factores involucrados. El modelo de Santiago Redondo ofrece una perspectiva valiosa para comprender y enfrentar este desafío de una manera más integral y efectiva.
El caldo de cultivo de la violencia social en la que nos encontramos inmersos radica en una adopción insidiosa de violencia, que rara vez es cuestionada y se apoya en paradigmas ideológicos de dominación, control y distorsiones de la realidad. Vivimos en un entorno en el que el respeto hacia el prójimo escasea, siendo especialmente preocupante en el caso de las mujeres y la comunidad LGBT+.
En lugar de construir puentes y fomentar la empatía, se observa una rendición ante la subjetividad, que parece fundamentarse en una nebulosa de tolerancia y sumisión. Pero, debemos preguntarnos: ¿Es esta tolerancia genuina o meramente superficial? ¿Debemos, como seres humanos, simplemente tolerarnos mutuamente o aspirar a una comprensión y aceptación más profunda? ¿Es la sumisión una vía legítima para asegurar un lugar en la sociedad, o no debería de ser más que una vida plena, más que una mera existencia?
La misoginia y la homofobia no son males que puedan erradicarse meramente a través de la sumisión y una tolerancia superficial. Se requiere de un compromiso sincero para erradicar estos flagelos, mediante la educación, la empatía y la creación de comunidades inclusivas y respetuosas. Solo así podremos forjar un futuro en el cual todos los individuos puedan prosperar sin el temor y la opresión generados por estos perniciosos fenómenos.
En muchos casos, la violencia sexual es perpetrada por hombres cuyo aprendizaje y desarrollo en torno a la sexualidad han sido distorsionados y descontrolados, impulsados por instintos, deseos y fantasías no regulados. Es posible que estos individuos hayan sido moldeados por una cultura violenta y patriarcal, donde el valor de un hombre se mide erróneamente por la demostración de una masculinidad exagerada y una actitud insensible en el ámbito sexual. En esta cultura, la falta de expresión de afecto y compasión en las relaciones sexuales es erróneamente enaltecida como un atributo de "hombría".
Este hombre, producto de una educación y ambiente tóxicos, puede llegar a ver la dominación sexual y cultural como una válvula de escape para su propia insatisfacción y frustración, creando un ciclo vicioso que perpetúa la violencia.
Es imperativo reconocer y abordar la complejidad de las causas que subyacen a la violencia sexual, incluida la educación y la socialización, para desmantelar los patrones de pensamiento y comportamiento que contribuyen a esta atrocidad, y fomentar una sociedad en la cual el respeto, la empatía y la igualdad sean pilares fundamentales en las relaciones humanas.
En este contexto, es importante considerar dos conceptos clave: los 'factores de riesgo', que son aquellos elementos que aumentan la probabilidad de que una persona se involucre en conductas violentas, y los 'factores de protección', que son características o circunstancias que reducen esta probabilidad.
Según Vozmediano y Gillen (2010), tanto los factores de riesgo como de protección son esenciales en la prevención de la conducta sexual violenta. Es fundamental entender que estos factores no operan de manera aislada, sino que están intrínsecamente ligados al entorno social y cultural en el cual el individuo se desarrolla. Esto significa que, en muchas ocasiones, ciertos comportamientos pueden ser normalizados o tolerados en función de las creencias y valores de una comunidad o familia.
En este sentido, Santiago Redondo propone una perspectiva innovadora a través de su 'modelo del triple riesgo delictivo'. Redondo sugiere que, en lugar de enfocarse estrictamente en clasificar los factores como negativos o positivos, es necesario adoptar un enfoque más descriptivo que tenga en cuenta las complejidades y dimensiones sociales y culturales en las que estos factores están insertos. Esto implica reconocer que las variables individuales y sociales son multifacéticas y no pueden ser abordadas desde una perspectiva simplista o maniquea.
En resumen, abordar la conducta sexual violenta requiere un análisis profundo de los componentes psicosociales, una comprensión de cómo las narrativas culturales pueden influir en estos comportamientos, y la implementación de estrategias de prevención que tomen en cuenta la complejidad de los factores involucrados. El modelo de Santiago Redondo ofrece una perspectiva valiosa para comprender y enfrentar este desafío de una manera más integral y efectiva.
El caldo de cultivo de la violencia social en la que nos encontramos inmersos radica en una adopción insidiosa de violencia, que rara vez es cuestionada y se apoya en paradigmas ideológicos de dominación, control y distorsiones de la realidad. Vivimos en un entorno en el que el respeto hacia el prójimo escasea, siendo especialmente preocupante en el caso de las mujeres y la comunidad LGBT+.
En lugar de construir puentes y fomentar la empatía, se observa una rendición ante la subjetividad, que parece fundamentarse en una nebulosa de tolerancia y sumisión. Pero, debemos preguntarnos: ¿Es esta tolerancia genuina o meramente superficial? ¿Debemos, como seres humanos, simplemente tolerarnos mutuamente o aspirar a una comprensión y aceptación más profunda? ¿Es la sumisión una vía legítima para asegurar un lugar en la sociedad, o no debería de ser más que una vida plena, más que una mera existencia?
La misoginia y la homofobia no son males que puedan erradicarse meramente a través de la sumisión y una tolerancia superficial. Se requiere de un compromiso sincero para erradicar estos flagelos, mediante la educación, la empatía y la creación de comunidades inclusivas y respetuosas. Solo así podremos forjar un futuro en el cual todos los individuos puedan prosperar sin el temor y la opresión generados por estos perniciosos fenómenos.
En muchos casos, la violencia sexual es perpetrada por hombres cuyo aprendizaje y desarrollo en torno a la sexualidad han sido distorsionados y descontrolados, impulsados por instintos, deseos y fantasías no regulados. Es posible que estos individuos hayan sido moldeados por una cultura violenta y patriarcal, donde el valor de un hombre se mide erróneamente por la demostración de una masculinidad exagerada y una actitud insensible en el ámbito sexual. En esta cultura, la falta de expresión de afecto y compasión en las relaciones sexuales es erróneamente enaltecida como un atributo de "hombría".
Este hombre, producto de una educación y ambiente tóxicos, puede llegar a ver la dominación sexual y cultural como una válvula de escape para su propia insatisfacción y frustración, creando un ciclo vicioso que perpetúa la violencia.
Es imperativo reconocer y abordar la complejidad de las causas que subyacen a la violencia sexual, incluida la educación y la socialización, para desmantelar los patrones de pensamiento y comportamiento que contribuyen a esta atrocidad, y fomentar una sociedad en la cual el respeto, la empatía y la igualdad sean pilares fundamentales en las relaciones humanas.