En Viaje a la Alcarria, Camilo José Cela se propone dejar que la Alcarria hable por sí misma, que muestre su paisaje y su gente. Y lo logra plenamente con un texto rico en imágenes, con diálogos fluidos y pintorescos, con apreciaciones...
moreEn Viaje a la Alcarria, Camilo José Cela se propone dejar que la Alcarria hable por sí misma, que muestre su paisaje y su gente. Y lo logra plenamente con un texto rico en imágenes, con diálogos fluidos y pintorescos, con apreciaciones profundas sobre el pasado de la región y su presente. El lenguaje, claro y sin complicaciones formales, trasmite un contenido esencial, con la esencialidad que tiene lo sencillo, lo cotidiano y lo vital. Por lo expresado anteriormente, he querido dejar yo también que el mundo del viajero se muestre por sí mismo. La mejor manera era, entonces, citar textualmente aquellos diálogos, descripciones y afirmaciones que creí más representativas. Mi trabajo ha consistido, pues, en seguir el derrotero del caminar y del pensar del viajero a través del texto mismo. EL VIAJERO: EL VIAJE "El viajero tiene su filosofía de andar, piensa que siempre, todo lo que surge, es lo mejor que puede acontecer...". El viajero tiene su filosofía, y por eso sabe que el viaje no se prepara, se hace, se camina. No se impone nada; las cosas salen espontáneamente, libremente, y los pasos se dirigen hacia tal o cual lugar, no importa hacia dónde exactamente. Los mapas no sirven, los libros tampoco, hay que ir al terreno, hay que salir. Cela remarca esta característica: el viaje no es pensado ni calculado, al contrario, surge sólo a medida que se camina, que se ve, y también a medida de cómo las cosas quieran, de cómo las cosas se den. "La habitación está revuelta. Sobre la mesa, cientos de cuartillas en desorden dan fe de muchas horas de trabajo. Extendidos sobre el suelo, clavados con chinchetas a las paredes, diez, doce, catorce mapas con notas y acotaciones en tinta, con fuertes trazos de lápiz rojo, con blancas banderitas sujetas con alfileres." "...Después, sobre el terreno, todos estos proyectos son papel mojado y las cosas salen, como pasa siempre, por donde pueden." Sólo hay que empezar el viaje, lo demás se dará por añadidura. Por eso, lo único que sirve es lo que el viajero llama: "la vieja sabiduría": "los ríos unen y las montañas separan". Puesto que el viaje no se piensa, no es una realidad intelectual, es una realidad concreta, práctica. "El viajero... piensa, al final, que ya sólo falta empezar, que quizá esté dando demasiadas vueltas en la cabeza a un viaje que se quiere hacer un poco a rumbo, un poco como el fuego en una era: a la buena de Dios y a la que salga". objetiva, sino que, a través de estos detalles vamos descubriendo el verdadero pueblo, su vida y su gente. "Taracena es un pueblo de adobes, un pueblo de color gris claro, ceniciento; un pueblo que parece cubierto de polvo, de un polvo finísimo, delicado, como el de los libros que llevan varios años durmiendo en la estantería, sin que nadie los toque, sin que nadie los moleste. El viajero recuerda a Taracena deshabitado. No se ve un alma. Bajo el calor de las cuatro de la tarde, sólo un niño juega, desganadamente, con unos huesos de una plazuela. Unas gallinas pican en unos montones de estiércol. Sobre la fachada de una casa, unas camisas muy lavadas, unas camisas tiesas, rígidas, que parecen de cartón, brillan como la nieve". "Desde el atajo, Brihuela tiene muy buen aire, con sus murallas v la vieja fábrica de paños, grande y redonda como una plaza de toros. Por detrás del pueblo corre el Tajuña, con sus orillas frondosas y su vega verde. Brihuela tiene un color gris azulado, como de humo de cigarro puro. Parece una ciudad antigua, con mucha piedra, con casas construidas y árboles corpulentos. La decoración ha cambiado de repente, parece como si se hubiera descorrido un telón." "Casasana es un pueblo subido encima de un monte, el cerro de la Veleta, un poco por el lado contrario, que es más tendido. Casasana no se ve hasta que ya se está encima. Es un pueblo minúsculo, con escaso cultivo y macho ganado vacuno... Casasana tiene un color entre verdinegro y gris azulado, muy bonito.... El viajero nos da de las personas y cosas notas pintorescas, propias, preocupado más por la intrahistoria que por la historia de los pueblos. La gente de los pueblos cambia, cada uno tiene su propia personalidad, sus vicios, sus virtudes. Estas características se dan, en forma simple, sintética, en los apodos. ...El viajero supo más tarde-en Cifuentes, pueblo donde aprendió muchas cosas-que a los de Tortola les llaman moros en la Alcarria, y a los de Fontanar, troncheros, porque una vez pusieron un troncho de berza por ojo a la imagen de San Matías, que es el patrón del pueblo...". a ...Mientras echa un pitillo con el del carro, se entera de que a los de Cereceda les llaman pantorrilludos, igual que a los de La Puerta; a los de Mantiel, miserables y rascapieles; a los de Chillarón, tiñosos; a los de Alique, tramposos y a los de Hontanillas, gamellones, porque, para no ensuciar el plato, comen en el gamellón del puerco". El viajero va aprendiendo, por esta sabiduría popular y por la experiencia, "la Verdad" de la Alcarria. Por esto, también los testimonios que han quedado de la historia: monumentos, palacios, conventos, le sirven y le enseñan sobre la realidad de hoy sobre la intrahistoria de estos pueblos. "El viajero echa un trago fuera de tiempo, por consolarse, y se va a sentar al pie de un árbol, a las tapias del palacio de Ibarra, que está al borde de la. carretera. El palacio de Ibarra es un caserón, semiderruido, con un jardín abandonado, lleno de encanto; parece un bailarín rendido, cortesano, enfermo, respirando al aire saludable de los campesinos. El jardín está ahogado por la maleza. Una cabra atada a una cuerda dormita, rumiando, tumbada al sol, un asnillo peludo retoza coceando al aire como un loco. Entre la maraña se yergue un pino japonés, alto y esbelto, lleno de empaque de gracia y de señorío; un