El viaje ha sido algo inherente al desarrollo de mi vida profesional, como ya dije. La propia din... more El viaje ha sido algo inherente al desarrollo de mi vida profesional, como ya dije. La propia dinámica de la información sobre las nuevas producciones me obligó a desplazarme por todos aquellos centros en los que la muestra de últimas obras cinematográficas y la presencia de personalidades relacionadas con ellas hacía conveniente un encuentro para recabar pareceres, opiniones y enfoques de las obras bien, dirigidas, bien, protagonizadas, por esas figuras; no todas de gran relevancia, pero de indudable interés. Los puntos de destino eran las ciudades en las que tenía lugar un festival y aquí podría enumerar desde las sedes de los cuatro grandes: Berlín, Cannes, Venecia y San Sebastián, a otras cuyas muestras no alcanzaban la categoría de los anteriores como Deauville, Montreal, Moscú, Karlovy Vari, Valladolid o Huelva. Por otro lado, Nueva York, Los Ángeles, París, Londres y Roma eran las cinco ciudades que, sin ser sede de festival alguno, visitaba con frecuencia al ser centro de encuentros internacionales sobre el mundo del cine y la televisión, o cita con la prensa especializada, a las que concurrían grandes figuras del ámbito de la interpretación, dirección, producción y guión, de la simple crítica o estudiosos sobre alguna de aquellas conocidas figuras. En esos tiempos, cuando las grandes personalidades cinematográficas americanas estaban a punto de estrenar una película, las productoras me citaban, debido a mi excelente relación con todas ellas. El procedimiento a seguir consistía en un primer encuentro con el director de la película, y sus intérpretes, en torno a una mesa, en la que se comía, bebía y charlaba de forma distendida. Al día siguiente, se veía la película en proyección privada para, a continuación, rodar las correspondientes entrevistas. Procedimiento muy distinto al que se siguen en la actualidad, en que se cita a una proyección colectiva y se convoca a rueda de prensa multitudinaria. Muchas de estas ciudades llegaron a ser parte de mi casa habitual. Por ejemplo, Nueva York, lo visité más de trescientas veces, casi siempre por motivos de trabajo. Muchas veces me he parado a reflexionar sobre los días, semanas, incluso meses, que he pasado en los aeropuertos de medio mundo esperando la salida de un vuelo o haciendo tiempo ante un retraso. Si sumáramos las horas que he dedicado sólo a esperar y a trasladarme de un lugar a otro, podrían ser no sólo meses sino incluso años.Todas estas ciudades tienen para mí sus particulares y exclusivos recuerdos. En ellas he tenido experiencias únicas, intensas vivencias, unas veces centradas en la propia ciudad y su carácter y otras, la mayoría, en el motivo que a ellas me llevaba: entrevistar a esas figuras, unas convertidas ya en mitos, otras que iniciaban su andadura y todas pertenecientes a ese fascinante mundo del cine. Con mis entrevistas a estos personajes que gozaban de gran popularidad y su acercamiento a los espectadores de entonces por medio de Recuerdo de manera especial una cena que tuve en este restaurante con mi querida amiga Gloria de las Bárcenas, también hija de embajador. Entonces, Gloria era la representante en España de UIP (United International Pictures), que se encontraba en Los Ángeles por motivos profesionales. Fue ella la que me presentó a un chico que empezaba llamado Timothy Hutton, hijo del actor Jim Hutton, que tuvo cierta fama y al que también había conocido anteriormente. Tenía 18 años y acababa de terminar su primera película, dirigida por Robert Redford. Su título: Gente corriente (1980). No tenía experiencia alguna en el mundo de la interpretación. El motivo de su intervención fue que Robert Redford andaba buscando un personaje joven, para hijo de los protagonistas, y esa inquietud se la manifestó a su amigo Jim Hutton, el cual le comentó que tenía un hijo de 18 años, pero no tenía experiencia alguna en el cine. Redford decidió hacerle una prueba. El chico se presentó, estaba muy nervioso y, al acabar, salió convencido de que aquello había sido un desastre, pero para su sorpresa, Robert Redford lo eligió. El actor-director se quedó impresionado de la mirada del chico, cargada de inocencia y una forma de mirar que denotaba ingenuidad y limpieza de intenciones. Cuando concertamos el encuentro, Timothy Hutton, que apenas hacía un mes que había terminado el rodaje, estaba muy nervioso, pues era la primera vez en su vida que le hacían una entrevista profesional. Ya metidos en materia me dijo que no tenía ni idea de cuál sería el resultado artístico de su debut en la pantalla. Ese año de 1980, y por su primer trabajo, logró ganar el Oscar al mejor actor de reparto. Para esa entrevista le llevé unas fotografías de su padre, regalo que apreció mucho, pues nunca las había visto. Tiempo después lo volví a entrevistar en Cannes e iba acompañado de su mujer, la también actriz Debra Winger. En aquella entrevista le llevé una copia de nuestro primer encuentro antes de ganar el Oscar. Ya era un actor consolidado. Al cabo de un tiempo recibí una carta suya en la que me agradecía todas las atenciones que había tenido con él. En Los Ángeles también tuve un encuentro agradable y divertido con Peter Sellers quien desgraciadamente murió al poco tiempo de nuestra charla. Siempre me sentiré orgulloso de haber vivido tantos momentos especiales en esta ciudad por la que empecé sintiendo un cierto rechazo hasta llegar a convertirse en una de mis preferidas.
El viaje ha sido algo inherente al desarrollo de mi vida profesional, como ya dije. La propia din... more El viaje ha sido algo inherente al desarrollo de mi vida profesional, como ya dije. La propia dinámica de la información sobre las nuevas producciones me obligó a desplazarme por todos aquellos centros en los que la muestra de últimas obras cinematográficas y la presencia de personalidades relacionadas con ellas hacía conveniente un encuentro para recabar pareceres, opiniones y enfoques de las obras bien, dirigidas, bien, protagonizadas, por esas figuras; no todas de gran relevancia, pero de indudable interés. Los puntos de destino eran las ciudades en las que tenía lugar un festival y aquí podría enumerar desde las sedes de los cuatro grandes: Berlín, Cannes, Venecia y San Sebastián, a otras cuyas muestras no alcanzaban la categoría de los anteriores como Deauville, Montreal, Moscú, Karlovy Vari, Valladolid o Huelva. Por otro lado, Nueva York, Los Ángeles, París, Londres y Roma eran las cinco ciudades que, sin ser sede de festival alguno, visitaba con frecuencia al ser centro de encuentros internacionales sobre el mundo del cine y la televisión, o cita con la prensa especializada, a las que concurrían grandes figuras del ámbito de la interpretación, dirección, producción y guión, de la simple crítica o estudiosos sobre alguna de aquellas conocidas figuras. En esos tiempos, cuando las grandes personalidades cinematográficas americanas estaban a punto de estrenar una película, las productoras me citaban, debido a mi excelente relación con todas ellas. El procedimiento a seguir consistía en un primer encuentro con el director de la película, y sus intérpretes, en torno a una mesa, en la que se comía, bebía y charlaba de forma distendida. Al día siguiente, se veía la película en proyección privada para, a continuación, rodar las correspondientes entrevistas. Procedimiento muy distinto al que se siguen en la actualidad, en que se cita a una proyección colectiva y se convoca a rueda de prensa multitudinaria. Muchas de estas ciudades llegaron a ser parte de mi casa habitual. Por ejemplo, Nueva York, lo visité más de trescientas veces, casi siempre por motivos de trabajo. Muchas veces me he parado a reflexionar sobre los días, semanas, incluso meses, que he pasado en los aeropuertos de medio mundo esperando la salida de un vuelo o haciendo tiempo ante un retraso. Si sumáramos las horas que he dedicado sólo a esperar y a trasladarme de un lugar a otro, podrían ser no sólo meses sino incluso años.Todas estas ciudades tienen para mí sus particulares y exclusivos recuerdos. En ellas he tenido experiencias únicas, intensas vivencias, unas veces centradas en la propia ciudad y su carácter y otras, la mayoría, en el motivo que a ellas me llevaba: entrevistar a esas figuras, unas convertidas ya en mitos, otras que iniciaban su andadura y todas pertenecientes a ese fascinante mundo del cine. Con mis entrevistas a estos personajes que gozaban de gran popularidad y su acercamiento a los espectadores de entonces por medio de mis programas, no era consciente de algo que me dicen actualmente, muchas de las personas que se me acercan, de consolidada trayectoria
El viaje ha sido algo inherente al desarrollo de mi vida profesional, como ya dije. La propia din... more El viaje ha sido algo inherente al desarrollo de mi vida profesional, como ya dije. La propia dinámica de la información sobre las nuevas producciones me obligó a desplazarme por todos aquellos centros en los que la muestra de últimas obras cinematográficas y la presencia de personalidades relacionadas con ellas hacía conveniente un encuentro para recabar pareceres, opiniones y enfoques de las obras bien, dirigidas, bien, protagonizadas, por esas figuras; no todas de gran relevancia, pero de indudable interés. Los puntos de destino eran las ciudades en las que tenía lugar un festival y aquí podría enumerar desde las sedes de los cuatro grandes: Berlín, Cannes, Venecia y San Sebastián, a otras cuyas muestras no alcanzaban la categoría de los anteriores como Deauville, Montreal, Moscú, Karlovy Vari, Valladolid o Huelva. Por otro lado, Nueva York, Los Ángeles, París, Londres y Roma eran las cinco ciudades que, sin ser sede de festival alguno, visitaba con frecuencia al ser centro de encuentros internacionales sobre el mundo del cine y la televisión, o cita con la prensa especializada, a las que concurrían grandes figuras del ámbito de la interpretación, dirección, producción y guión, de la simple crítica o estudiosos sobre alguna de aquellas conocidas figuras. En esos tiempos, cuando las grandes personalidades cinematográficas americanas estaban a punto de estrenar una película, las productoras me citaban, debido a mi excelente relación con todas ellas. El procedimiento a seguir consistía en un primer encuentro con el director de la película, y sus intérpretes, en torno a una mesa, en la que se comía, bebía y charlaba de forma distendida. Al día siguiente, se veía la película en proyección privada para, a continuación, rodar las correspondientes entrevistas. Procedimiento muy distinto al que se siguen en la actualidad, en que se cita a una proyección colectiva y se convoca a rueda de prensa multitudinaria. Muchas de estas ciudades llegaron a ser parte de mi casa habitual. Por ejemplo, Nueva York, lo visité más de trescientas veces, casi siempre por motivos de trabajo. Muchas veces me he parado a reflexionar sobre los días, semanas, incluso meses, que he pasado en los aeropuertos de medio mundo esperando la salida de un vuelo o haciendo tiempo ante un retraso. Si sumáramos las horas que he dedicado sólo a esperar y a trasladarme de un lugar a otro, podrían ser no sólo meses sino incluso años.Todas estas ciudades tienen para mí sus particulares y exclusivos recuerdos. En ellas he tenido experiencias únicas, intensas vivencias, unas veces centradas en la propia ciudad y su carácter y otras, la mayoría, en el motivo que a ellas me llevaba: entrevistar a esas figuras, unas convertidas ya en mitos, otras que iniciaban su andadura y todas pertenecientes a ese fascinante mundo del cine. Con mis entrevistas a estos personajes que gozaban de gran popularidad y su acercamiento a los espectadores de entonces por medio de Recuerdo de manera especial una cena que tuve en este restaurante con mi querida amiga Gloria de las Bárcenas, también hija de embajador. Entonces, Gloria era la representante en España de UIP (United International Pictures), que se encontraba en Los Ángeles por motivos profesionales. Fue ella la que me presentó a un chico que empezaba llamado Timothy Hutton, hijo del actor Jim Hutton, que tuvo cierta fama y al que también había conocido anteriormente. Tenía 18 años y acababa de terminar su primera película, dirigida por Robert Redford. Su título: Gente corriente (1980). No tenía experiencia alguna en el mundo de la interpretación. El motivo de su intervención fue que Robert Redford andaba buscando un personaje joven, para hijo de los protagonistas, y esa inquietud se la manifestó a su amigo Jim Hutton, el cual le comentó que tenía un hijo de 18 años, pero no tenía experiencia alguna en el cine. Redford decidió hacerle una prueba. El chico se presentó, estaba muy nervioso y, al acabar, salió convencido de que aquello había sido un desastre, pero para su sorpresa, Robert Redford lo eligió. El actor-director se quedó impresionado de la mirada del chico, cargada de inocencia y una forma de mirar que denotaba ingenuidad y limpieza de intenciones. Cuando concertamos el encuentro, Timothy Hutton, que apenas hacía un mes que había terminado el rodaje, estaba muy nervioso, pues era la primera vez en su vida que le hacían una entrevista profesional. Ya metidos en materia me dijo que no tenía ni idea de cuál sería el resultado artístico de su debut en la pantalla. Ese año de 1980, y por su primer trabajo, logró ganar el Oscar al mejor actor de reparto. Para esa entrevista le llevé unas fotografías de su padre, regalo que apreció mucho, pues nunca las había visto. Tiempo después lo volví a entrevistar en Cannes e iba acompañado de su mujer, la también actriz Debra Winger. En aquella entrevista le llevé una copia de nuestro primer encuentro antes de ganar el Oscar. Ya era un actor consolidado. Al cabo de un tiempo recibí una carta suya en la que me agradecía todas las atenciones que había tenido con él. En Los Ángeles también tuve un encuentro agradable y divertido con Peter Sellers quien desgraciadamente murió al poco tiempo de nuestra charla. Siempre me sentiré orgulloso de haber vivido tantos momentos especiales en esta ciudad por la que empecé sintiendo un cierto rechazo hasta llegar a convertirse en una de mis preferidas.
El viaje ha sido algo inherente al desarrollo de mi vida profesional, como ya dije. La propia din... more El viaje ha sido algo inherente al desarrollo de mi vida profesional, como ya dije. La propia dinámica de la información sobre las nuevas producciones me obligó a desplazarme por todos aquellos centros en los que la muestra de últimas obras cinematográficas y la presencia de personalidades relacionadas con ellas hacía conveniente un encuentro para recabar pareceres, opiniones y enfoques de las obras bien, dirigidas, bien, protagonizadas, por esas figuras; no todas de gran relevancia, pero de indudable interés. Los puntos de destino eran las ciudades en las que tenía lugar un festival y aquí podría enumerar desde las sedes de los cuatro grandes: Berlín, Cannes, Venecia y San Sebastián, a otras cuyas muestras no alcanzaban la categoría de los anteriores como Deauville, Montreal, Moscú, Karlovy Vari, Valladolid o Huelva. Por otro lado, Nueva York, Los Ángeles, París, Londres y Roma eran las cinco ciudades que, sin ser sede de festival alguno, visitaba con frecuencia al ser centro de encuentros internacionales sobre el mundo del cine y la televisión, o cita con la prensa especializada, a las que concurrían grandes figuras del ámbito de la interpretación, dirección, producción y guión, de la simple crítica o estudiosos sobre alguna de aquellas conocidas figuras. En esos tiempos, cuando las grandes personalidades cinematográficas americanas estaban a punto de estrenar una película, las productoras me citaban, debido a mi excelente relación con todas ellas. El procedimiento a seguir consistía en un primer encuentro con el director de la película, y sus intérpretes, en torno a una mesa, en la que se comía, bebía y charlaba de forma distendida. Al día siguiente, se veía la película en proyección privada para, a continuación, rodar las correspondientes entrevistas. Procedimiento muy distinto al que se siguen en la actualidad, en que se cita a una proyección colectiva y se convoca a rueda de prensa multitudinaria. Muchas de estas ciudades llegaron a ser parte de mi casa habitual. Por ejemplo, Nueva York, lo visité más de trescientas veces, casi siempre por motivos de trabajo. Muchas veces me he parado a reflexionar sobre los días, semanas, incluso meses, que he pasado en los aeropuertos de medio mundo esperando la salida de un vuelo o haciendo tiempo ante un retraso. Si sumáramos las horas que he dedicado sólo a esperar y a trasladarme de un lugar a otro, podrían ser no sólo meses sino incluso años.Todas estas ciudades tienen para mí sus particulares y exclusivos recuerdos. En ellas he tenido experiencias únicas, intensas vivencias, unas veces centradas en la propia ciudad y su carácter y otras, la mayoría, en el motivo que a ellas me llevaba: entrevistar a esas figuras, unas convertidas ya en mitos, otras que iniciaban su andadura y todas pertenecientes a ese fascinante mundo del cine. Con mis entrevistas a estos personajes que gozaban de gran popularidad y su acercamiento a los espectadores de entonces por medio de mis programas, no era consciente de algo que me dicen actualmente, muchas de las personas que se me acercan, de consolidada trayectoria
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